El fin justifica los medios pero no los legitima


Políticas de concentración de civiles en periodos de guerra, han sido practicadas cientos de veces a través de la historia.

Fidel Castro, sin ir mas lejos, concentró de manera forzada cerca de 10 mil civiles residentes en poblados del centro del país, como Fomento, Guinía, Cumanayagua o el mismo Trinidad, obligándolas a vivir a otras zonas lejanas en pueblos cárceles diseñados al efecto como el "Ramón López Peña", el "Briones Montoto" en Pinar del Río, así como las "Clavellinas" y "Miraflores" en el Camagüey.

Estas concentraciones - la mayoría en condiciones infrahumanas - comenzaron en 1963 y duraron hasta bien entrados los años 80. ¿Objetivo?, evitar que los rebeldes alzados en su contra en la zona del macizo montañoso del Escambray, recibieran ayuda por parte de estos campesinos que en su gran mayoría, estaban opuestos al régimen comunista.

El problema fue que con la llegada de este señor de la foto a Cuba, en febrero del 1896, la puesta en práctica de esta estrategia resultó tan masiva y en unas condiciones tan pésimas e inhumanas, que el resultado se le fue de las manos y se pagó un altísimo precio en vidas como pocos países habían pagado hasta entonces. En apenas unos meses la más verosímil de campesinos, incluyendo ancianos, mujeres y niños muertos, ronda entre los 220 mil decesos

Un 25 de enero de 1896 partía hacia Cuba, en sustitución del general Arsenio Martínez Campos, el también general mallorquín Valeriano Weyler y Nicolau, con la expresa misión de asumir la Capitanía General de la isla, y detener a las fuerzas mambisas (rebeldes) a como diera lugar pues ya habían extendido el conflicto hacia las provincias occidentales.

Weyler, que ya había estado en Cuba durante la guerra de los 10 años, ejerció su mando esta vez desde febrero de 1896 hasta octubre de 1897; y en ese tiempo llegó a disponer de un ejercito de 300, 000 efectivos. Como resultado, en menos de 18 meses el catastrófico panorama rebelde cubano había cambiado totalmente, pero aun costo altísimo de vidas.

Weyler reorganiza la artillería y la marina, atiende a la sanidad militar, y la política de trochas conjugada con el continuo movimiento de sus columnas y caballería, lo que dio como resultado la pacificación de las provincias de Pinar del Río, Habana y Matanzas así como la derrota y rendición de muchas partidas, entre las que se encontraba la más valerosa y beligerante de todas, la del lugarteniente general Antonio Maceo y Grajales.

Previamente a esto, Weyler había lanzado su idea de la reconcentración de civiles con el objetivo de reducir el apoyo de estos al Ejército Libertador y evitar cualquier vía de suministros a los rebeldes. Dicho bando decía lo siguiente: El bando ordenaba: 

 ---En un término de ocho días todos los residentes en los campos o áreas rurales fuera de la línea de fortificación de los poblados, se reconcentrarán en los pueblos ocupados por tropas españolas. 

 ---Se prohíbe extraer víveres de las poblaciones y su traslado por cualquier vía sin autorización del mando del lugar de partida. 

 ---Las reses se llevarán a los poblados o sus inmediaciones. El que infrinja estas disposiciones se considerará rebelde y como tal sería juzgado. 

Nadie calculó la tragedia y lo que en un principio se pensó de una manera, terminó convirtiéndose en una desgracia sin precedentes. Es difícil determinar con certeza la cantidad de personas reagrupadas como consecuencia de las órdenes dictadas por Weyler. Se estima que para diciembre de 1896, unos cuatrocientos mil civiles cubanos fueron reconcentrados en lugares próximos a las ciudades.

La medida creó una situación compleja al no poder suministrar alimentos a estas poblaciones con graves condiciones de insalubridad, que como consecuencia experimentaron hambrunas y epidemias como el paludismo o la fiebre amarilla, que en esos años estaban provocando miles y miles de muertos.

Mire usted este dato, si en el año 1896 un total de 232.000  soldados tuvieron que ser hospitalizados y para 1897, 32.500 ya habían muerto, 14.500 de tifus y difteria, 6000 de la fiebre amarilla y 7.000 de malaria, entonces .... ¿Cómo no van a morir aquellos concentrados sin apenas suministros y en condiciones de vida tan críticas?.

El mismo general Gómez admitió en su diario que la concentración de civiles no había sido con la idea mal sana de ningún mando Español. "No creo que la intención de Weyler hubiera sido algo así". 

Se diseñó, pero no se calculó sus consecuencias al no preverse la infraestructura necesaria para hacerle frente a toda aquella población semi cautiva. La cifra de fallecidos fue tremenda, tanta, que a día de hoy los investigadores siguen sin ponerse de acuerdo sobre el número real. 

Algunos aseguraron que oscilaba en un amplio abanico que abarca de 60 000 hasta los 300 000. Eso sí, cada cual cita la cifra que mejor le parece, aunque los estudios más recientes parten de unas 170 000 que, aun así, en ese momento representaba un 10 % de la población total de la isla.

Es entonces que ocurre un hecho que cambia radicalmente los acontecimientos en Cuba. Cuando Weyler comenzaba a acorralar al máximo jefe de las fuerzas rebeldes, el mayor general Máximo Gómez, en España se produce el asesinato del monárquico y presidente del consejo de ministros, Antonio Cánovas del Castillo, un hecho ocurrido en el balneario de Santa Águeda, en Guipúzcoa.

Cánovas fue sustituido por el liberal Práxedes Mateo Sagasta que decide cambiar la política hacia Cuba de forma radical, al punto que concedió el régimen de autonomismo aunque demasiado tarde. Atrás quedaba la mítica frase del fallecido Cánovas del Castillo: "Por cuba hasta el último hombre, hasta la última peseta"

Por otro lado los EEUU no solo alentaba la insurrección, si no que la apoyaba con armas, hombres y dinero y hacían un eficiente trabajo propagandístico con su poderosa prensa. Como consecuencia, nada mas empezar su mandato, Sagasta decide relevar a Weyler de sus funciones en Cuba el 9 de octubre, designando como sustituto al general Ramón Blanco Erenas.

En su libro "Mi mando en Cuba", Weyler escribió la siguiente frase:  «(…) Podría reconcentrar las familias de los campos en las poblaciones, pero necesitaría mucha fuerza para defenderlos; eran pocos en el interior los que querían ser voluntarios; segundo, la miseria y el hambre serían horribles, y me vería precisado a dar ración , y en la última guerra llegué a dar 40.000 diarias; aislaría los poblados del campo, pero no impediría el espionaje: me lo harían las mujeres y chicos; tal vez llegue a ello, pero en un caso supremo, y creo que no tengo condiciones para el caso.»

Entre sus méritos de guerra se encuentran haber sido tres veces nombrado ministro de la Guerra, una de ellas con el de Marina, jefe de Estado Mayor, capitán general de los Ejércitos y caballero del Toisón de Oro. Fue además senador vitalicio del Reino, inspector general del Ejército.

Siendo ya marqués de Tenerife por petición popular, se le añade el título de duque de Rubí con grandeza de España. Weyler falleció el 20 de octubre de 1930, siendo para España una de las figuras más extraordinarias del Ejército en todos los tiempos.
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