La misteriosa muerte del mayor Ignacio Agramonte y Loynaz

Potreros de Jimaguayú, en Camagüey antiguo Puerto Padre

En su obra "Iniciadores y primeros mártires de la Revolución Cubana" (1901), el biógrafo Vidal Morales y Morales, quien ser testigo ocular de los hechos, aseguró que el mayor Ignacio Agramonte y Loynaz fue “víctima de la audacia y de su propia imprudencia". Tenía apenas 32 años de edad. 

Esta muerte, según los textos, ocurrió el 11 de mayo de 1873, cuando en una acción de sorpresa "El Bayardo" fue derribado de una certera, e incluso caprichosa bala, que le impactó justo en la sien derecha. El 12 fue expuesto su cadáver en el Hospital de San Juan de Dios; e incinerado con leña y petróleo por orden del gobernador español Pedro de Ampudia. 

Ramón Roa, alias Garí, como su padre, quien en la guerra del 1868 alcanzara los grados de teniente coronel y que entre los años 1872 y 1873 se desempeñara como ayudante secretario del Mayor General, sembró una vez una inquietante duda. No solo con la de Ignacio Agramonte, si no con algunas otras muertes un tanto oscuras según él. 

Al respecto Roa dijo:  

“¡Casi todos cayeron en acciones que han sido poco más que escaramuzas!”. 

Tal parece que quiere dejar entender que una muerte de este tipo hubiera sido mas lógica en medio de un combate de gran envergadura. Agregar que Roa, en la etapa republicana fue oficial de Hacienda y miembro de la academia de historia de Cuba y fue un testigo presencial en ese combate de Jimaguayú.

Otro que sembró dudas sobre este desgraciado hecho fue el coronel Manuel Sanguily. Lo que expresó aquel día que se conmemoraba el primer aniversario de esa muerte, demostraba no solo las dudas que tenía el coronel sobre una muerte en combate, si no del trato cobarde recibido por sus subordinados. Dijo: 

 “...una muerte trágica y oscura, entre la angustia y la zozobra, olvidados del mundo y abandonados vergonzosamente por sus mismos hermanos". 

Sanguily llegó a afirmar además, que había sido un mulato quien le provocó su muerte. Esta ultima afirmación, tardó un poco en ser desmentida. El Bayardo fue víctima del fuego de sus mismos "seguidores", e incluso existió la posibilidad también de que alguno de sus seguidores haya sido infiltrado por la inteligencia Española. Incluso se llegó a barajar el nombre de un tal Zaldívar.

"La historia oficial" nos cuenta que los sucesos se desarrollaron en el potrero de Jimaguayú. El general Valeriano Weyler, en ese momento al frente de los destinos de Puerto Príncipe, juró vengar los 46 soldados españoles que fueron muertos a machetazos en el fuerte de Molina y en Cocal del Olimpo

Que tiradores camuflados entre la hierba alta, le dispararon a corta distancia, de frente y desde abajo, impacto que lo derribó de su caballo "Ballestilla" que igual fue ocupado por los Españoles. La noticia de la muerte la llevó al campamento su escolta Lorenzo Varona que agregó:

"...cuando el General cayó muerto de su caballo, yo traté de echármelo a cuesta, pero no pude con él, y lo dejé abandonado, perdiendo mi caballo que huyó espantado por el fuego del enemigo."

Una vez se retiraron las fuerzas Españolas de aquel potrero, se inició la búsqueda de su cuerpo entre la yerba alta de guinea desde donde se supone le hicieron el fatal disparo. Encontraron diversos objetos y un cadáver, el de Jacobo Díaz de Villegas, sobrino del General Juan Díaz de Villegas, que era otro de sus escoltas, y procedieron a darle sepultura.

El parte del reconocimiento médico forense del hospital San Juan de Dios, resulta bastante inquietante. En ese informe se aseguró que el proyectil, además de que "lo alcanzó en la sien derecha y le salió por la parte superior del parietal izquierdo y le causó la muerte instantáneamente”, fueron constatadas zonas de quemaduras en el orificio de entrada, propias de un impacto "a muy poca distancia".

Por ultimo el general Serafín Sánchez, quien dos días después se personó en el lugar de los hechos, se refirió a que había sido una muerte en combate y no como decía Sanguily. Citamos sus palabras desde Cayo Hueso en 1893:

“... Niego la versión del joven Zaldívar como "el matador" y no sé de donde sacó Sanguily esa historia del mulato. El ser soñador es una condición muy propia suya.

Fue una muerte inesperada e imprudente por Agramonte, (quien) no debió dejarse llevar de su impetuoso brío de guerrero y entrar en la acción de Jimaguayú como un simple soldado de fila, puesto que su carácter de Primer Jefe le ordenaba militarmente lo contrario. 

Desgraciadamente eso hizo, y dio la catástrofe por resultado en lugar de la victoria. De no haber sido por eso, sabe Dios lo que hubiera sido de la columna española que mandaba el teniente coronel León aquel día".
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