¿Será que los Cubanos fueron los que volaron el Maine?


En el mes de abril de 1898, el entonces presidente de los estados unidos, Mr William McKinley pidió la autorización al Congreso para intervenir militarmente en Cuba. Ya publicamos hoy en el titular que se cumplen 125 años del hundimiento del buque Maine, anclado en la rada Habanera.

Supuestamente, para "proteger la vida y las propiedades de los norteamericanos en la isla", era el empujito que hacía falta para que los norteamericanos invadieran Cuba de una vez, algo largamente añorado por los Cubanos y por casi todo el ejercito libertador. Solo unos pocos se oponían a esta idea, sin embargo la guerra en el monte seguía con sus consecuencias y no se veía un resultado, al menos a corto plazo.

Este acorazado llegó a la Habana un 25 de enero de 1898 y, según afirmó el gobierno estadounidense, se trataba de una visita de rutina como era habitual desde hacía varios años, sin embargo los EEUU, que se habían puesto de parte de los criollos persiguiendo un fin claramente, necesitaban un motivo para justificar el ejercicio de todo su poderío.

Fue una explosión tan violenta, que sacó del agua la mitad del buque, hasta que se hundió a una decena de metros de profundidad junto a la boya donde estaba anclado en la bahía. Algunos testigos declararon haber oído dos explosiones, la primera de ellas "como un disparo" y, una segunda, tan violenta que provocó llamaradas, una lluvia de fragmentos metálicos y un humo espeso que se elevó sobre los restos del navío. 

El balance de bajas fue terrible. De un total de 354 hombres que se comprendía aquella dotación, fallecieron 266, más una veintena resultaron heridos. El presidente de los Estados Unidos publicó un mensaje con algunas de sus conclusiones acerca de la investigación que hicieron ellos sobre esta deflagración. 

EL INFORME DE EEUU

Los expertos norteamericanos enviados a Cuba, después de interrogar a los testigos y realizar sus propias pesquisas, elevaron un informe a la nación en el que concluían que "sólo la explosión de una mina o torpedo, situada debajo del buque", podía haber provocado tamaña destrucción". 

El informe se oponía a la teoría de una negligencia por parte de algún miembro de la tripulación, alegando que dicha mina submarina había sido colocada justo donde estaban las bodegas de la munición. El documento, enviado el 28 de marzo y firmado por el propio McKinley, decía lo siguiente: 

«No se ha podido conseguir prueba alguna que demuestre que la destrucción del Maine pueda atribuirse a una o más personas. Di la orden de que los indicios reunidos por la comisión investigadora y el punto de vista del gobierno sobre este asunto, se comuniquen al gobierno de Su Majestad la reina regente y estoy convencido de que el sentido de la justicia propio de la nación española le dictará la línea de conducta exigida por el honor y las relaciones amistosas existentes entre los dos gobiernos». 

Su contenido, aparentemente pacífico, no impidió que los dos países se lanzaran a una guerra. Sin embargo, hay un extraño punto en la investigación que parece haber quedado como en la sombras. Un testimonio firmado por uno de los oficiales de la marina, que era miembro del Tribunal militar con sede en el puerto de La Habana, declaró lo siguiente: 

«No hay que olvidar que al alba del día en que sobrevino la catástrofe, un individuo había muerto a bordo de una pequeña embarcación en la que se encontró a otro personaje herido que fue hecho prisionero. 

Navegaban en las proximidades del Maine y del Alfonso XII y, como se trataba de individuos conocidos por sus antecedentes judiciales, me interesó el asunto por ver si ello tenía alguna relación con la explosión del Maine. 

Descubrí que estos dos hombres, acompañados por un tercero conocido como Pepe Taco, habían comprado en un bazar de la calle Mercaderes una especie de tubo del tipo que usan los buceadores, y que los tres hombres embarcaron en una canoa que previamente habían traído al muelle de Santa Catalina. 

Los restos del navío fueron investigados por comisiones de ambos países

Allí permanecieron por más de una hora mientras que Pepe Taco, que tiene fama de ser uno de los mejores buceadores de la región, estuvo trabajando más o menos hasta la hora de la explosión del Maine. Con estos datos me dirigí a Regla y descubrí que la familia del muerto, que hasta entonces vivía en la miseria y ocupaba una barraca en la calle Rodríguez Batista, se había instalado en un buen apartamento de la calle Gelabert. 

Allí me enteré además, de que habían aceptado hacer saltar al Maine por la suma de seis mil dólares, de los que dos mil debían ser pagados por adelantado, y el resto después de la destrucción del barco. Pero, como no todo había ido bien y después de morir uno, y quedar herido el otro mientras se batían en retirada, el tercero, el buceador Pepe Taco, había ido a buscar la pasta.

Todo el asunto había sido organizado y ultimado con unos grandes comerciantes de la calle Muralla, de los que tengo algunos nombres. En particular los de García Corujedo, Villasuso, Maribona y otros que no recuerdo. En cuanto al individuo detenido, se le administró morfina en gran dosis para matarle y así impedirle hablar».

¿Cómo podríamos saber si fue cierto o se trató de una historia mas?. Daba igual. Como quiera que haya sido la Marina estadounidense ya tenía el pretexto necesario y, aunque otros especialistas insistieron en la probabilidad de un accidente, la teoría de la mina, o torpedo, terminó por imponerse como versión oficial, pese a que - curiosamente - la gran mayoría de la oficialidad del buque, por no decir casi todos, se salvó al completo.

El informe llegó al Congreso de Estados Unidos el 29 de marzo y se convirtió directamente en la declaración de guerra a España el 25 de abril. Al grito de "¡Recordad el Maine y al infierno con España!", Estados Unidos liquidó en tres meses y medio 400 años de historia Española en Cuba, y más allá. 

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