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Hubo una vez en Cuba un negro liberto llamado Guillermo Armenteros, al que todos conocían como El Congo y que nació en 1875 en la localidad de "Catalina de Güines", en la Habana. Armenteros se aventuró como empresario en un negocio expendedor de salchichas, las llamadas "butifarras", y que a la postre le catapultaron hacia un brutal éxito empresarial.
Ser de raza negra y proveniente de una familia de esclavos cortadores de caña, no fueron obstáculos para abrirse camino en ese mundo de la "comida ligera", hoy llamada chatarra. Al igual que otros negocios de la zona como los Molletes en Melena del Sur, los ostiones de Jaruco, los panqués de Jamaica o la panadería y dulcería Pinos Nuevos en Bejucal, sus demandadas salchichas calmaron el estómago de aquellos hambrientos viajeros que pasaban por aquella apartada zona.
Fueron aquellas "botifarras" - dicho en catalán que fueron los que la inventaron - estaban elaboradas con su sello personal, y estaban tan exquisitas, que en los años 30 el gran Ignacio Piñeiro, de gira por el salón de baile "El Cañón" donde el Congo las pregonaba, terminó por dedicarle su inmortal ¡Échale salsita!..
-"En Catalina me encontré lo no pensado
-la voz de aquel que pregonaba así: «Échale salsita»".
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| Lo que empezó por un quiosco, terminó en este restaurant |
Y aunque es cierto que otras composiciones musicales de éxito hicieron alusión a la comida y los sabores, como "Los tamalitos de Olga", de José Fajardo, "El guayo y la yuca de Catalina", de Arsenio, "A los frijoles caballeros", de María Cervantes, "Si me pides el pescáo" de Grenet, "El panquelero", de Abelardo Barroso, o sin ir más lejos "El Guanajo relleno", del propio Piñeiro, en este caso la Salsa, que era el grito de guerra de Armenteros, fue lo que acabó por lanzarlo a las "grandes ligas" del snack criollo.
Su formula secreta, que solo conocía su hija Guillermina y que a la muerte de su padre heredó el negocio, era una mezcla de carne de cerdo y res, a la que agregaba ajo, sal, pimentón, salsa de tomate y nuez moscada, y aquella masa se preparaba en un cuarto secreto donde solo el Congo, y sus otros condimentos, podían entrar. Armenteros, que se decía era abakuá, llegó a vender sus salchichas de 5, 10 y 20 centavos en una cesta en la cabeza primero, luego en un carretón, y en un restaurante como dios manda en 1957.
En 1964 Fidel Castro, que dicen mató allí su hambre vieja en varias ocasiones durante su época de estudiante, conspirador y vago profesional, le expropió el negocio a la pobre Guillermina y hoy, a un costado de la carretera central, languidece como todo allí en ese "fuckin país". Y fíjese usted en esto, cuando en 1963 el comunismo daba sus últimas estocadas al empoderamiento y la iniciativa empresarial en la isla, el boricua Charlie Palmieri sacó sus discos "Salsa y Charanga" y "Salsa na má", que luego dieron origen a ese movimiento musical inspirado en la misma salsa del Congo, la que siempre fue Cubana.
Por Jorge García
Maldita Hemeroteca
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