LAS ESTATUAS DE ESTRADA PALMA: Una deuda que hay que cumplir

Estatuas derribadas. De pie en la Habana y sentado en Santiago de Cuba. // 

Creo que es más importante conocer un personaje y lo que significó para nuestra historia, para bien o para mal, que destruirlo. Se trata de una obra, en este caso un monumento de mármol que ni siente ni padece, pero que fue construido en un momento del pasado en que quizás se cometieron errores que hoy analizamos, pero que aquellos que las erigieron no lo veían así. Es sencillo de entender.

Tan sencillo como entender también que borrando el pasado no se hace el presente. Pero cuando el rencor es más fuerte que la lógica y el sentido común, pasa lo que pasa. A eso se atrevió Fidel Castro en vida mientras era mandamás en Cuba. Desató su furia contra la imagen del primer presidente de nuestra historia, Don Tomás Estrada Palma, y no solo eso, si no de la forma humillante en que lo hizo. 

En este caso no se trataba de un abyecto personaje como pudieron ser Sadan Hussein, negreros como Robert Milligan o Edward Colston, o tiranos como Leopoldo II, Stalin o Ceausescu. Palma jamás mató, perjudicó, ni siquiera ofendió a nadie. Y lo mismo pasó con la que le habían erigido en posición sentado en Santiago de Cuba en 1918, de la que existen por ahí en internet tristes imágenes tirado en un patio, como castigado frente a una pared o desechado como un trasto viejo. 

Y eso lo hizo Castro a la vez que escondía al pueblo el hecho histórico de que fue el generalísimo Máximo Gómez quien convenció a Estrada Palma para que aceptara ser presidente de Cuba. Sí, el mismo que en uno de sus ataques de patriotismo, puso su cara en los billetes de diez pesos. Estrada Palma se encontraba en New York, cuando el 29 de junio de 1901 Gómez llegó en compañía de su hijo Urbano. 

Se entrevistaron en el hotel Waldorf Astoria el día 2 de julio y allí le explicó que los cubanos estaban convencidos de que era el hombre más adecuado para asumir las riendas de la nueva republica, entre otras cosas por su innegable y reconocida integridad y anti caudillismo. En un principio Palma no estuvo de acuerdo, pero ante la insistencia prometió pensarlo.

A su regreso fue Gómez quien se encargó de divulgar la noticia entre el resto de los caudillos, pero como las relaciones no eran las mejores le encargaron al general Juan Rius Rivera para que se pusiera en contacto con el en Central Valley. La respuesta llegó y fue afirmativa.

Estrada Palma formó parte de los 9 miembros del consistorio que Carlos Manuel de Céspedes nombró, una vez cayó Bayamo.

El 28 de septiembre de 1901 se publicó un manifiesto al pueblo de Cuba en apoyo a su candidatura. Nueve generales y dos coroneles lo firmaron, entre ellos Gómez por supuesto, así como dieciocho civiles. Después de tan importante demostración de apoyo y estímulo, Palma decidió aceptar la nominación.

El 31 de diciembre de 1901, los cubanos (mujeres no podían todavía) concurrieron multitudinariamente a las urnas. La decisión era entre Estrada Palma, con Luis Estévez Romero como vice-Presidente y Bartolomé Masó, con el Dr. Eusebio Hernández como delfín, el hombre que le había entregado los destinos de la patria al nuevo gobernador de Cuba, el general norteamericano John Ruther Brooke. No fue Estrada Palma

Como se conoce, Masó se retiró de las elecciones alegando fraude en la composición de las juntas, sin embargo no hay un solo historiador que ponga en duda la victoria de Estrada Palma y Estévez. Es que ni siquiera le hizo falta la típica campaña presidencial de apretones de manos, niños cargados con promesas y sonrisas para todo el mundo. Ganó rotundo, y el destino quiso que llegara a Cuba por el mismo puerto de Gibara, por donde había salido deportado hacia España. 

Así lo publicaba el periódico "La Lucha" con el título de: "La llegada de Estrada Palma," el 21 de abril de 1902

"Rodeado del alcalde, el representante de Estados Unidos, el cónsul de España, oficiales del Ejército Libertador, damas con elegantes atavíos, y público exaltado, subió a un carro de un solo caballo para ir a la casa de Narciso Teuler, donde se iba a preparar para las celebraciones en la noche".

En Oriente pudo al fin enterrar a su madre Candelaria, que había sido sepultada a escondidas en una finca en Guacamayal, luego de morir exhausta en la Manigua. Fue trasladada - según el periódico "La Lucha"- hacia el panteón de la familia de Fernando Figueredo, patriota que desempeñaba en esos momentos como sub delegado del Partido en Tampa.

Allí dijo, según "la Lucha": "Candelaria Palma, aquí caíste cansada y enferma, siguiendo a tu hijo que luchaba por la libertad de la patria". De ahí se reunió en Yara con su rival político Masó y pasó la noche en su casa, para partir al día siguiente para Santiago de Cuba a cumplir con su gran amigo José Martí. 

En el Cementerio de Santa Ifigenia dejó una corona de flores con la inscripción: “Ya tienes patria”. También puso flores en el Mausoleo de las Víctimas del Virginius, y en la tumba del general español y venerable maestro masón, Federico Capdevila, defensor de los estudiantes de medicinas fusilados en 1871. (Sus restos fueron trasladado después a la misma tumba de los estudiantes en el cementerio habanero Colón).

Tambien pernoctó en casa de la filántropa Marta Abreu durante su viaje a la Habana, esposa del que formó parte en su fórmula presidencial como vice. Lo de Marta fue mucho. Su biógrafo Pánfilo Camacho afirmó en su libro: "Marta Abreu: Una mujer comprendida" de 1947, que sus contribuciones monetarias a la causa cubana sobrepasaron los ¡¡240,000 dólares!!.

Al llegar por fin a la Habana el gobernador americano, general Leonard Wood, y el generalísimo Máximo Gómez le aguardaban en el palacio de los capitanes generales, acompañados de lo más importante de la nueva sociedad cubana. Un detalle a destacar, todos los miembros de su gabinete eran civiles, que como bautizo de la democracia integraban los dos partidos en pugna, liberales y conservadores. Ojo al dato. 

FUE PEOR EL REMEDIO QUE LA ENFERMEDAD

El 19 de agosto de 1906, en el Hato de las Vegas, en Pinar del Río, se iniciaba la sublevación del otrora "compañero de armas", el general José Miguel Gómez, que pondría fin a su historia política en Cuba y la llegada, por primera vez, de un gobierno corrupto como el del "Tiburón". La advertencia de su rival Bartolomé Masó se hacia realidad: "Vas a encontrar inquietudes, dolor, emboscadas, decepción, intrigas de los ambiciosos, los pérfidos y los desleales!”.

¿Toda esa humillación entonces porque?, ¿Porqué solicitó la ayuda de los norteamericanos para reelegirse?. ¿Fue un error?, quizás. Es cierto que rompió su promesa de no reelegirse, ¿se dejó convencer por su gabinete?, son preguntas sin respuestas que tuvieron un precio indiscutiblemente. 

El martes 2 de octubre, a las nueve y quince de la mañana, dejaba la silla donde lo había sentado el pueblo aquel 20 de mayo de 1902. Sin embargo demostrado estuvo que no fue para enriquecerse. Por el contrario, heredó un país en ruina y lo dejó con 20 millones de dólares en sus arcas de los que no se llevó ni un céntimo.

Si Palma supiera que cinco de los nietos de Fidel Castro se fueron a estudiar a España, se moría de nuevo. Fidel Antonio Castro y su hermana Mirta María, Lydia Amalia Castro Odio, en este caso una hija del matrimonio formado entre Jorge Ángel Castro y Edna Lydia Odio y su hermano Jorge Guido, fueron muy bien arropados por el poderoso banquero Emilio Botín, con un suelo de 1200 euros mensuales más 1600 que les dio para amortizarles el viaje. No a uno, a cinco. 

¿Acaso no recuerda usted como Castro le entregó el país a la Unión Soviética 60 años después?. Por esa regla de tres, habría que hacerle lo mismo a la piedra donde dicen que están depositadas sus cenizas. ¿De ambición?, mejor no hablemos. En definitiva sabemos que ese siempre ha sido parte de su estilo represivo, borrar del mapa toda la historia que precedió su "Revolución", y que el mismo convirtió en ruinas después.  

Esa, la de vindicar a Palma, es otra de las deudas que tiene cumplir el pueblo Cubano cuando sea libre.

Jorge García

Maldita Hemeroteca 

Fuente: Las citadas en el texto y la excelente biografía de Margarita García. Editora Betania 2015.
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