La muerte de Gonzalo de Castañón y Escaro

Hotel Russell House en Cayo Hueso 

Uno de los más violentos episodios de la ciudad de Cayo Hueso, en la Florida, ocurrió en 1870 durante la Guerra de los Diez Años. El asturiano Gonzalo Castañón Escaro, coronel de voluntarios de la Habana y editor del periódico "La Voz de Cuba", viajó a esa ciudad desde la Habana para retar a duelo a Juan María “Nito” Reyes, cubano exiliado y director a su vez del periódico "El Republicano".

La publicación de Reyes se redactaba en el hogar del tabaquero John H. Gregory, en la calle Duval, frente al hotel Russell House. El soberbio Castañón, de 35 años de edad, desde las páginas de La Voz de Cuba, ofendía a los patriotas cubanos tildándolos de “bandidos” y de “prostitutas” a la mambisas o colaboradoras. La respuesta de Nito Reyes, de 42 años de edad, en su rotativo El Republicano, motivó a Castañón a retarlo a duelo públicamente en su periódico, y que salió publicado en la edición del 21 de enero de 1870.

Tres meses antes, el intransigente Castañón ya había retado a duelo al catalán Gil Gelpi Ferro, editor de la Prensa en la Habana, pero este se negó a pelear. Esta vez, al no recibir respuestas de parte de Reyes, Castañón se fue hasta Cayo Hueso en su búsqueda una semana después acompañado de su médico Esteban Pinilla, sus segundos Felipe Alonso, Eugenio Arias y Alonso Menéndez. El grupo llegó a Cayo Hueso en el vapor Alliance, y en el muelle contrataron a un maletero llamado Pereira para que les llevara su equipaje al hotel Russell House.

Castañón le pidió a Pereira que identificara a Reyes, y fue a verlo a su oficina. El coronel de voluntarios sacó de su bolsillo la copia de El Republicano que lo nombraba, se lo enseñó a Reyes y le preguntó si él era el autor del editorial. Al recibir una respuesta afirmativa, Castañón lo maldijo, le estrujó el periódico en la cara, y encima le propinó una bofetada. El atónito Reyes corrió a la calle gritando, “Cubanos!... Cuba ha sido ofendida!”.

La policía detuvo a Castañón por agresión y lo presentó en corte, donde se le fijó fecha de juicio para el 1 de mayo. El asturiano fue puesto en libertad bajo palabra después de pagar una fianza de 200 dólares oro. Los cubanos exiliados quedaron tan agitados y amenazantes, que soldados del puesto militar fueron designados a patrullar las calles. En la tarde del 29 de enero el panadero cubano, Mateo Orozco, le envió un ultimátum escrito a Castañón con dos mensajeros, exigiéndole que se retractara en su periódico de sus ofensas contra las patriotas cubanas, o lo retaría en un duelo a muerte.

Castañón
Castañón aceptó el reto y sugirió un duelo al estilo córsica, donde los contrincantes armados se reúnen solos en un lugar aislado, cada cual con una carta en su bolsillo alegando que se había suicidado. Después que Castañón estuvo esquivando la confrontación por dos días sin salir del Russell House, esperando el vapor de regreso a la Habana, Orozco y sus segundos, los hermanos Francisco y José B. Botella, fueron al hotel a buscarlo a mediodía.

Se intercambiaron palabras ofensivas entre los cubanos y los españoles que salieron al portal del albergue. Se inició un tiroteo de armas cortas, en el cual Castañón disparó cinco veces, Felipe Alonso tres, y los cubanos descargaron una docena de balazos. Castañón recibió una herida en la pierna y otra mortal en el cuello. Su revólver vacío cayó al suelo donde luego fue ocupado por la policía. Orozco al huir gritó, “¡Viva Cuba libre! ¡Cubanas, ya estáis vengadas!”, en tanto que Castañón fue cargado inconsciente hasta su habitación, donde falleció quince minutos más tarde.

Fue entonces que se descubrió que el coronel de voluntarios llevaba una cota de malla protectora debajo de su camisa. El niño Juan Pérez Rolo, de diez años de edad, escribió en sus memorias de adulto como presenció una gran conmoción y regocijo por parte de los cubanos exiliados en las calles de Cayo Hueso. Un pequeño cañón fue llevado frente a la farmacia del doctor José Ramón, y desde allí se dispararon varias salvas celebratorias. La bodega de Andrés Alpízar y otros edificios, fueron decorados con el tricolor cubano y hubo muchos brindis con cerveza.

Una posta militar se colocó esa noche en la residencia del cónsul español, y diez cubanos fueron detenidos y acusados de complicidad en la muerte de Castañón, entre ellos Joaquín y José B. Botella, Francisco Aceituno, Patricio Gonzalo, Alexander Mendoza, Valentín Moreira, Pedro Orozco, Domingo Rodríguez, Pablo Velázquez y un tal Arteaga. Todos fueron dejados en libertad bajo fianza, mientras que Mateo Orozco, Carlos Rodríguez y A. Lozano fueron declarados fugitivos.

Al día siguiente, un coche fúnebre llevó el ataúd de Castañón al muelle durante una procesión encabezada por dos sacerdotes, los cónsules de España y Francia y unos pocos españoles, todos protegidos por una escolta militar. El cadáver del asturiano, empacado con hielo, fue enviado a la Habana en el vapor Lavaca, siendo recibido por una comitiva militar acompañada por una enorme multitud.

A principios de mayo de 1870, las autoridades de Cayo Hueso enviaron un telegrama al capitán general de Cuba, Antonio Caballero de Rodas, pidiendo la presencia de los testigos españoles que vieron los hechos sangrientos para que testificaran ante un gran jurado investigando el incidente. Caballero demandó del gobierno federal en Washington protección personal para los testigos españoles antes de dejarlos viajar a la Florida. 

Grabado de la época.

Tras la larga demora de resolver la exigencia, el caso se concluyó cuando el gran jurado se negó a prolongar la investigación, declarando nulas las acusaciones "por falta de evidencias", por lo que los voluntarios españoles en la Habana quedaron enfurecidos. La oportunidad de vengar a Castañón se suscitó al siguiente año, cuando se levantó aquella acusación contra un grupo de estudiantes de medicina de la Universidad de la Habana, señalados de haber rayado unas palabras en el cristal que cubría la tumba del periodista en el cementerio de Espada.

Según el periódico "Daily State Gazette", de Trenton, en New Jersey, en un artículo fechado el 5 de diciembre de 1871, lo supuestamente rayado decía: “Gonzalo Castañón muerto en tierra extraña por los pecados de la vil España.” Tras un rápido juicio sumario, ocho estudiantes fueron fusilados en la explanada de la Punta el 27 de noviembre de 1871. Los hermanos Botella, implicados en la muerte de Castañón, regresaron a la manigua cubana. Uno de ellos, José, pereció en un combate en Las Villas en junio de 1871.

Mateo Orozco huyó a Nassau y de allí a Jamaica, donde posteriormente falleció. En 1887, el hijo de Castañón llevó los restos de su padre a inhumarlos a su aldea natal de la Cortina, en Mieres, Asturias. Cinco años después, los cubanos exiliados en Cayo Hueso dedicaron un monumento en el cementerio de la ciudad “A los mártires de Cuba.”, y a la entrada del panteón hay un libro tallado en piedra que lleva la inscripción “Mateo Orozco” en honor a su memoria.

Maldita Hemeroteca

Fuente: Reproducción del articulo del Dr Antonio de la Cova.
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