El cubano Pablo Lafargue y Laura Marx, hija del pensador comunista, Karl Marx, se casaron en 1868, convirtiéndose en el cubano, y primer hispano, en seguir de cerca y difundir el pensamiento del creador del comunismo científico, llegando incluso a ser parte de su familia política.
No obstante hay publicaciones que aseguran que fueron tres, y todos fallecidos a muy corta edad también. Fue esta una familia trágica realmente, tanto que su cuñada Eleonor se había quitado la vida el 31 de marzo de 1898, bebiéndose una dosis de ácido prúsico. La había dejado su esposo, el científico y biólogo darwiniano, Edward Aveling.
Por otro lado Jenny, su otra cuñada y hermana menor de Laura, nacida en 1842 y casada en 1872 con el activista francés Charles Longuet, moría de cáncer de vejiga con apenas 38 años de edad. Dos meses después moría también su padre Karl Marx. No solo eso, es que a su vez esta señora ya había perdido a dos de sus seis hijos.
Corría el año 1911 cuando el matrimonio residía en Draveil, París. Una noche regresaron de un paseo y se dispusieron a resolver sus últimos asuntos pendientes, como despedirse de unos amigos, ir al cine, dar una caminata por el Sena y visitar una dulcería cercana, para darse un ultimo capricho.
Los cuerpos fueron encontrados al día siguiente por el jardinero, luego de los preocupantes ladridos del perro y el olor amargo como de almendras muy característico de este veneno. Tenía ella 66 años y Pablo 69. Fueron enterrados el 3 de diciembre en la división 76, muy cerca del muro de los comuneros del cementerio de Pére Lachaise, en París; y hasta el mismo Vladimir Ilich Lenin dicen que pronunció unas palabras de despedida. Con los años su sobrino Jean Longuet, su esposa y sus dos hijos, fueron enterrados en la misma tumba.
Entre sus obras más conocidas están, "El derecho a la pereza", "El Matriarcado" o "El Peatón de París. En Cuba, en el municipio de la Lisa, (aunque no sabemos si todavía existe), había una escuela superior de lenguas extranjeras que llevaba su nombre, mientras que en Madrid hay una calle tambien; y bastante céntrica por cierto.
EL SUICIDIO
La trágica decisión ya había sido acordada mucho tiempo antes con minuciosa frialdad; y a esas alturas, luego de 43 años de matrimonio, su hijo muerto, una pobreza extrema más la vejez que ya empezaba a atormentarlos, no daba margen a la duda ni la marcha atrás. Ese día, 25 de noviembre, antes de entrar en su habitación, Paul y Laura dejaron comida y agua suficiente para varios días para su perro Nino, y trataron de disimular el amargor del cianuro con un té bien dulce.
En su carta de despedida Lafargue escribió:
"Sano de cuerpo y espíritu, me doy muerte antes de que la implacable vejez, que me ha quitado uno tras de otro los placeres y goces de la existencia, y me ha despojado de mis fuerzas físicas e intelectuales, paralice mi energía y acabe con mi voluntad, convirtiéndome en una carga para mí mismo y para los demás.
Desde hace años me he prometido no sobrepasar los setenta años; he fijado la época del año para mi marcha de esta vida, preparado el modo de ejecutar mi decisión: una inyección hipodérmica de ácido cianhídrico. Muero con la suprema alegría de tener la certeza de que muy pronto triunfará la causa a la que me he entregado desde hace cuarenta y cinco años.
Maldita Hemeroteca
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