SUICIDIOS: PAUL LAFARGUE: La maldita profecía (II)

El matrimonio Lafargue en su casa de Draveil

Pablo Lafargue había conocido a Laura, la hija de Karl Marx en Londres, Inglaterra, donde había viajado para proseguir con sus estudios universitarios y, de paso, conocer a su ídolo y padre del comunismo científico. Increíblemente amaba esta vertiente política siendo un santiaguero nacido en mitad del siglo XIX. Se cree que su padre, un revolucionario Haitiano, pudo haberlo ilustrado en ese sentido.

De manera que Lafargue podría ser considerado como uno de los primeros comunistas cubanos, o al menos santiaguero, que se haya conocido. Ni siquiera los grandes pensadores cubanos solían disertar sobre un sistema socio económico propio de la lejana Europa, por ende bastante desconocido en la isla por aquellos años. Comprenda que estamos hablando de 15 años antes de que Carlos Manuel de Céspedes se alzara en armas.

No imaginamos la reacción que experimentó el filósofo y economista alemán, cuando vio aquel mestizo cubano romanceando con su hija. No debió ser muy buena, desde el momento que la propia abuela de Lafargue, aseguró que los regaños de Marx, debido a sus "costumbres caribeñas", eran constantes. De hecho, en una carta conminatoria de 1866, Marx le escribe que si quiere continuar la relación con su hija, "tendrá que reconsiderar su modo de hacerle la corte".

Un fragmento:

La intimidad excesiva está, por tanto, fuera de lugar, si se tiene en cuenta que los novios tendrán que habitar la misma ciudad durante un período necesariamente prolongado de duras pruebas. (...) A mi juicio, el amor verdadero se manifiesta en la reserva, la modestia, e incluso la timidez del amante ante su idolatrada, y no en la libertad de la pasión y las manifestaciones de una familiaridad precoz. 

Si usted defiende su temperamento criollo, es mi deber interponer mi razón entre ese temperamento y mi hija. Si en su presencia es usted incapaz de amarla de un modo conforme a las costumbres de Londres, tendrá que resignarse a quererla a distancia. Estoy seguro de que entiende lo que le quiero decir. Antes de establecer definitivamente sus relaciones con Laura, necesito serias explicaciones sobre su posición económica".

Esto ultimo muy importante. En otra misiva a su hija, Marx se muestra bastante descompuesto: 

"No tolero al maldito Pablo, ni tampoco sus ideas y modales". 

Es perfectamente conocido que Karl Marx jamás fue participe de la relación entre negros y blancos. Era un racista per sé, y no solo por el color de la piel, si no por el nivel académico y de clase social, algo que experimentó él mismo cuando contrajo matrimonio con Jenny, hija del aristócrata Johann Ludwig von Westphalen. Ni siquiera consideraba al Cubano capaz de abrazar su causa. 

Aun así, Lafargue y Laura se volvieron dos efectivos difusores de sus ideas comunistas y proletarias en varios países de Europa, y en especial dentro de los sindicatos de trabajadores, lo mismo en Francia que en España, en este ultimo durante el sexenio revolucionario. Igual traduciendo al español y al francés la obra cumbre de su holgazán suegro, "El Capital", motivo también de las cóleras y regaños.

Resulta difícil pretender que en aquella Europa se pensara como se piensa hoy, sin embargo sus opiniones sobre las razas alejan cualquier posibilidad de romper una lanza a su favor. Si no, lean esto que fue escrito en una carta dirigida a Federico Engels desde Londres, el 30 de julio de 1862, quejándose del abogado y filósofo social demócrata Ferdinand Lassalle, que para más detalles era judío y alemán igual que él:

“El judío negro de Lassalle, que, me alegra decirlo, se va al final de esta semana, ha perdido felizmente Schadenfreude vocablo alemán que significa alegrarse del mal ajeno - otros 5.000 táleros en una mala especulación. El tipo prefirió tirar dinero por el desagüe que prestárselo a un “amigo”, a pesar de que su interés y capital estaban garantizados.

Ahora me resulta evidente –dadas la forma de su cabeza y la manera como le crece el cabello– que Lassalle desciende de los negros que acompañaban a Moisés huyendo de Egipto (a menos que su madre o su abuela paterna se cruzaran con un negro). Ahora bien, esta mezcla de judaísmo y germanidad, por una parte, y la base negroide, por otra, debe inevitablemente dar lugar a un producto peculiar”.

Por supuesto, ese amigo al que se refería era él precisamente, que siempre fue un vago y un mantenido de sus amigos y familiares, entre otras cosas por haber sido siempre un pésimo administrador. Un dato curioso, la familia Marx tenían el hábito de usar apodos, por ejemplo las tres hijas eran respectivamente, Jennychen, Kakadou y Tussy; a él le decían "El Moro" y a Frederich Engels, "El General".

Karl Marx y Jenny Westphalen, o más bien baronesa Johanna Bertha Julie von Westphalen, se casaron el 19 de junio de 1843 en la iglesia de San Pablo en Kreuznach. Durante su matrimonio fue su redactora y transcriptora, pues la caligrafía de Marx esa ilegible, y además la primera mujer miembro de la Internacional Comunista fundada por su marido y su amigo Frederick Engels, en 1847. 

De este matrimonio nacieron siete hijos, cuatro hembras y tres varones. Cuatro de ellos murieron a muy corta edad, Edgar vivió apenas 7 años, mientras que sus hermanos Henry, Jenny Eveline y otro niño al que no llegaron a ponerle nombre, no alcanzaron el año de vida por culpa de la mala situación económica que atravesaron.

En su testamento, si se le puede llamar así, le dejó sus únicas 95 libras su hijo "ilegitimo" Frederick Lewis Demuth, concebido con la abnegada criada Helene Demuth y dado en adopción a una familia de apellido Lewis, con lo cual el suyo terminó por desaparecer. Fue Engels, un rico y famoso libertino y mujeriego quien accedió a cargar con la paternidad de este chico para salvar las apariencias, aunque al final la verdad salió a flote.

LA MALDITA PROFESÍA 

Así pensaba este Santiaguero:(El derecho a la pereza)

Los proletarios, prestando atención a las falaces palabras de los economistas, se han entregado en cuerpo y alma al vicio del trabajo, contribuyendo con esto a precipitar la sociedad entera en esas crisis industriales de sobreproducción que trastornan el organismo social. Dado que hay abundancia de mercancías y escasez de compradores, se cierran las fábricas, y el hambre azota a las poblaciones obreras con su látigo de mil correas 

(…)  Para que llegue a la conciencia de su fuerza es necesario que el proletariado pisotee los prejuicios de la moral “cristiana”, económica y librepensadora; es necesario que vuelva a sus instintos naturales, que proclame los derechos a la pereza, mil y mil veces más nobles y más sagrados que los ridículos derechos del hombre, concebidos por los abogados metafísicos de la revolución burguesa; que se obligue a no trabajar más de tres horas diarias, holgazaneando y gozando el resto del día y de la noche".

Y en eso se ha convertido su patria, ni más ni menos...

Como buen profeta que fue, en la carta despedida Lafargue predijo la desgracia que sufriría el mundo; pues además de asegurar que se quitaba la vida por miedo a la vejez y la pobreza, lo hacía con la alegría y la convicción de que en un futuro próximo, su doctrina, a la que había dedicado cuarenta y cinco años de su vida, terminaría triunfando. 

Tumba del matrimonio Lafargue, Laura y Paul.

Al final se cumplió. Su maldición se hizo realidad cuando Rusia terminó por acabar con la propiedad privada sobre medios de producción, la tierra, las fábricas, el comercio, la construcción, medios de transporte, comunicación e información, todo pasó a ser propiedad y al control del estado, y terminó por imponérsela por la fuerza a todo el este de Europa e incluso hasta en su propio país, que la ha convertido eso mismo que él pregonaba en su obra "El derecho a la Pereza", en una nación de holgazanes y gandules. 

De hecho, una buena parte del dinero con el que el matrimonio vivió en Francia, fue legado por su padre Haitiano desde Cuba. Y a pesar de que finalmente el propio sistema se desmoronó como un castillo de naipes al reconocer sus fracasos, y que sus víctimas consiguieron superar bastante rápido el coste de semejante sometimiento, en Cuba el totalitarismo político de Fidel Castro sigue sometiendo, persiguiendo, expulsando y encerrando toda señal de disenso, porque allí lo único que ha crecido desde que llegó el maldito comunismo en 1959, han sido las cárceles.

Maldita Hemeroteca
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