LOS NEGROS CURROS: De Sevilla a Jesús María.

Barrio de Jesús María en la Habana.

El aporte africano al proceso y formación de nuestra nacionalidad cubana fue brutal. La esclavitud dejó una tremenda huella en lo que fuimos después y hoy somos, social y culturalmente, en nuestra forma de vestir, nuestra alimentación, en los hábitos e incluso, en nuestra sexualidad.

Sí, sexualidad, porque tenga en cuenta una cosa, que una vez que los esclavos llegaban a Cuba y eran sometidos a la humillación del calimbaje, osea marcarlos a fuego como se hace con el ganado como identificativo del amo al que pertenecían, el posterior aislamiento en barracones les obligó a un celibato forzoso tal, que creó en ellos un trauma que luego reflejaron hasta en su manera de bailar.

Cuenta el escritor e historiador Manuel Moreno Fraginals, que dios lo tenga en la gloria, que entre las obligaciones de los esclavos estaba la de recoger palos que encontraran por el monte, y amontonarlos en los llamados tumbaderos o lomas de leña para usos de la producción azucarera. Eran tiempos en que los trapiches se movían por calor y también para calentar el guarapo.

Como la sexualidad entre los esclavos se subordinaba a reglas muy estrictas impuestas por sus amos, se veían obligados a quitarse la calentura a escondidas, en lugares apartados, y en estos tumbaderos "se mataba la jugada de maravilla". Esto dio lugar a que cuando el esclavo le decía: "vamos a echar un palo", la morena ya sabía lo que vendría detrás de aquellos montones de leña.

"Echar un palo no es solo el más conocido, con el tiempo se le fueron sumando otros como "Quimbar", "Templar", "Mojar", "Clavar", el gracioso "Cuchicuchi" e incluso más actuales y tecnológicos quizás como "Matar la jugada" o "Meter el pendrive" por ejemplo. En cambio, gracias a Fraginals, hoy sabemos de donde viene "El dichoso palo".

También nos brinda luz sobre otra frase muy conocida: "Fulano es quien corta el bacalao", que en este caso su origen viene igualmente de la esclavitud. Cuenta Fraginals que en épocas de crisis, en la que el hambre asolaba los ingenios, la persona encargada de cortar el tasajo o el bacalao crudo que luego sería distribuido entre la dotación, era para ellos alguien tan importante como el mismísimo amo.

Por otro lado, el gran antropólogo y periodista Fernando Ortíz afirmó que la palabra "guapo", que en España significa bonito y que en la isla cambió su significado por el valiente o bravucón, se debió a que en los primeros años del siglo XIX llegaron a la Habana unos negros provenientes de Sevilla, llamados Curros, que conformaron una parte significativa del hampa capitalina de aquellos años.

Imagen que recrea a un negro curro de aquella época, usada como portada en el libro de Fernando Ortiz.

Llegaban en condición de negros horros o libres, pues en la sociedad Andaluza del medioevo era común premiar a los negros esclavos con la libertad. Esta concesión de libertad era conocida como "Ahorramiento", y usualmente era un premio por buen comportamiento, fidelidad hacia el amo, haber sido cariñoso, obediente y respetuoso.

Habían dos únicas maneras en esta época para conceder la liberación: o bien por una carta de ahorría firmada por el escribano público, o por una cláusula testamentaria que era lo más frecuente. Con la posesión de uno u otro documento, el esclavo se convertía en una persona jurídicamente libre, dotada de todos los derechos y obligaciones de las demás personas libres.

Podían contraer matrimonio libremente, hacer testamento, dejar sus bienes a sus hijos, ir a cualquier parte que desease, etc. El dueño que en su testamento liberase a un esclavo podía, si ese era su deseo, arrepentirse e invalidar el ahorramiento, de manera que es muy probable que muchos de aquellos negros, una vez fueron libres, se marcharon a Cuba no fuera ser que el amo se arrepintiera.

A la isla llegaron a finales del siglo XVIII y principios del XIX, procedentes de ciudades como Sevilla, Huelva, Málaga y de Cádiz principalmente. Una vez en la Habana, solían asentarse en barrios como "El Manglar", en "Jesús María" o "El Horcón", que más tarde se llamó "Carraguao". Que por su vestimenta, sus actitudes y su manera de hablar, llegaron a convertirse en personajes muy atractivos para algunos creadores, que luego los incluyeron como personajes de sus obras teatrales.

Fernando Ortíz los sitúa en los alrededores de una bodega en Jesús María llamada "El Cangrejo", que hacía como de cuartel general. Se encontraba ubicada en la calle San Nicolás, esquina a Esperanza. Es más, Ortiz asegura que la palabra "Hampa" la trajeron ellos desde España, y que en su sentido más amplio significaba valentonería, gente siempre armada de cuchillos, "jierros", como le llamaban, retadores, propensos al matonismo y provocadores de reyertas.

La descripción que hace el escritor Cirilo Valverde en su obra Cecilia Valdés, no deja dudas. Los describe como "matones perdularios, sin oficio ni beneficios, camorristas por hábitos que viven de la rapiña". Vea esta otra de la época: "Sus andares, cadenciosos, contoneándose, arrastrando mucho las chancletas y moviendo los brazos de delante hacia atrás", ¿a quienes se les parece?. "Un negro curro, - decía Ortiz - lejos de disimular su condición, alardeaba de ella".

Llegó el tiempo en que el capitán general de la Isla, Miguel Tacón y Rosique, se cansó de ellos y los sacó de la calle por completo. Los Curros dejaron de ser lo que fueron y se diluyeron en ese clandestino mundo de los ñáñigos y de sus juegos Abakuá. De José Caliente, del negro Candela, del Cheche del Manglar, del Jácara, del Tiznado, del mulato Andújar, de José Gatica o de José Rosario, solo quedó el recuerdo en los carnavales y el costumbrismo literario, pero nada más. 

Sin embargo, fue por aquellos Curros, por decirlo de alguna manera, que perduraron en Cuba algunos vocablos muy comunes todavía como el Baro, si de dinero se trataba, Pirar como irse, Fo si había peste, llamar Chivato al delator, Gao por casa, un Vaina como alguien inútil, Cheche al creído, Buti a lo bueno, Andoba al desconocido, Menda a una persona, Surnar como dormir e incluso Meyao, cuando faltan algunos dientes o están en mal estado.

Por cierto, la manera más común de llamar en España al fornicio es Follar, que viene del latín Follis, el fuelle utilizado para bombear aire y avivar el fuego de las estufas y en los hornos. Y es que no hay nada más parecido que ese instrumento para avivar la pasión durante el apareamiento, el coito, la cópula o como quiera usted llamarle, en caso de que tenga que hacerse el fino si la situación lo requiere.

Nada señores, que como se suele decir, "en Cuba está todo inventao". El amplio proceso de transculturación que experimentamos como resultado de esa tremenda mezcla de razas, ya sean indias, chinas, hispanas o de otros pueblos; pero sobre todo de los Africanos, nos dejaron un legado en nuestra identidad como cubanos que aun perdura.


Maldita Hemeroteca

Fuentes: 
--Manuel Moremo Fraginals. "El Ingenio". 1964.
--Fernando Ortíz: "Nuevo catauro de cubanismos". 1974
José Victoriano Betancourt: "Los curros del Manglar. La Habana 1848
--Alfonso Franco Silva: "Los Esclavos de Sevilla". 1980.
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