La historia de Tropicana: La idea (II parte)

Una nueva y definitiva etapa surge en Tropicana cuando el empresario Víctor de Correa decide vender su participación en el negocio, para empezar a trabajar como maitre en el cabaré Sans Soucí, una discoteca situada en Arroyo Arenas en las afueras de la Habana.

El nuevo dueño, Martín Fox, funda Tropicals Night Club S.A., y designa como presidente y representante general de los negocios a su viejo socio Echemendía, quien duró muy poco debido a sus implicaciones con el juego ilícito. Ello no impidió que el guajiro Martín empezara a desarrollar sus habilidades e inquietudes, teniendo en cuenta las posibilidades del lugar y su envidiable vegetación. 

Rápidamente se puso en contacto con el arquitecto Max Borges Jr. para que ejecutara un proyecto de cabaret conservando, si fuera posible, la riqueza natural existente. La primera modificación fue la entrada a la vieja casona con el diseño de unos pequeños arcos modernos, en serie, y la instalación en la entrada de la estatua de la famosa balerina. Con esta imagen se comienzan a distribuir los primeros plegables de propaganda, como símbolo de lo que sería el futuro centro de esparcimiento. 


LA EDIFICACIÓN 


Esta solución tiene mucho éxito y sirve de pauta para el futuro salón "Arcos de Cristal", partiendo siempre de la conservación de la arboleda. El proyecto era tan atrevido, que arquitectos de algunos países vinieron a Cuba a presenciar el desencofre de los arcos, pues más de uno había vaticinado que se caerían. Su estructura era muy simple: cinco arcos de hormigón superpuestos de menor a mayor, y cerrados entre sí por cristales, tras los cuales se desplazaban las pasarelas que se utilizarían para el show. 

El salón contaba con un bar desde donde se podía apreciar perfectamente el escenario, y su piso era escalonado para poder disfrutarlo desde cualquier ángulo. El último y mayor arco estaba totalmente cerrado por un costado, lo que permitía disfrutar un agradable ambiente con aire acondicionado. Fueron pintados de un color oscuro que, unido a la exquisita iluminación, daba la impresión de un exótico oasis. Por su atrevido diseño y lograda arquitectura, el diseño recibió el gran premio nacional del colegio de arquitectos de 1953.

Muy pronto Arcos de Cristal, con sus cuatrocientos cincuenta sillas  — que en ocasiones llegaban a quinientos —, resultó pequeño para la inmensidad de público que lo frecuentaba, sobre todo turistas. Sus modernas instalaciones y sus fabulosos shows lo habían convertido en el preferido de los night clubs habaneros. Ante esta realidad, se comienza a construir un nuevo espacio donde existía el original Tropicana.

Martin Fox, dueño de Tropicana

Compuesto de amplias terrazas escalonadas, se destacaban las esbeltas palmas, mamoncillos y toda la vegetación existente, y coronadas por un escenario rematado por un enrejado de acero tejido en diferentes ángulos que empezaron a llamarlo «la araña». Como en esa época se popularizó la leyenda de los ovni, algunos la comparaban con un insecto extraterrestre. Al fondo, justamente al lado del otro salón, se instaló un amplio bar con doce mesas, al igual que el de Arcos de Cristal, desde donde se podía disfrutar cómodamente del espectáculo. 

Todas las paredes posteriores fueron cubiertas con espejos, cuyo reflejo daba la impresión de encontrarse en un interminable local. Este salón tenía dos características fundamentales: ser el cabaré más grande del mundo y el único de esa naturaleza a cielo abierto. Por eso fue que se le denominó, desde su proyecto, «Un paraíso bajo las estrellas», lo que a la larga se convertiría en su slogan internacional.

Su capacidad era de mil doscientas personas, con amplias pasarelas de dos niveles y una tupida floresta que ofrecía la impresión de encontrarse en un bosque paradisíaco. Tanto este, como Arcos de Cristal, elevaban sus pistas para una mejor visibilidad del espectáculo, y todas sus mesas estaban adornadas con una lamparita eléctrica con la imagen de la ya iconica ballerina. Las mesas, que estaban situadas alrededor de la plataforma de baile y en los diferentes balcones del piso unidas a la iluminación, daban una maravillosa imagen de vitalidad al todo el salón.

La existencia de los dos locales ofrecía la posibilidad de que cuando hacía mal tiempo se podía trasladar la mayor parte de los asistentes hacia el otro salón. Un detalle único en Cuba hasta ese momento fue que, previendo que alguien abandonara el local sin pagar, se estableció la entrega del comprobante de pago a la salida. 

Ana Gloria, famosa bailarina de la época

Este nuevo salón a veces resultaba pequeño para recibir la inmensa cantidad de clientes, lo que obligaba a abrir Arcos de Cristal, y con ello ascendían a mil setecientos los comensales. En ocasión de fechas significativas, se habilitaba también el salón de la cafetería con alrededor de doscientos asientos, y así se elevaba la capacidad a dos mil personas sentadas cómodamente. En estos casos, el espectáculo dividía en los dos salones, y se contrataba un show especial para la cafetería. 

Mientras duró la construcción de Arcos de Cristal se mantuvo el salón original abierto, y una vez inaugurado este, se demolió el viejo local y se construyó en su lugar el salón "Bajo las Estrellas". Se creó un departamento de mantenimiento con pintores, albañiles, carpinteros y sobre todo jardineros, que mantuvieran las áreas verdes en perfecto estado. 

Entre ellos se encontraba un desmochador de palmas para evitar que alguna penca (rama) cayera encima de los comensales. Además los árboles de mamoncillo eran podados para evitar que el fruto manchara la ropa de algún cliente. En la atención y cuidado de las áreas verdes el Guajiro era muy exigente, y no admitía bajo ningún concepto que se maltratara o eliminara alguna planta. Como guajiro al fin, sentía un gran cariño por ellas.

Fin de la segunda parte 
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