POLICARPO PINEDA: Visto desde otra óptica

Salto del Indio. // 

El 90%, por no decir el cien, de la historiografía oficialista cubana nos ha dibujado al personaje de Policarpo Pineda como un héroe rebelde sin cortapisas, el más valiente de los coroneles mambises se ha llegado a asegurar incluso. Y eso pasa cuando se repite una misma historia sin contrarrestarla, sin indagar cuanto de cierto hay en ella.

Por el mes de julio del año 1871, aparece en la zona oriental de Cuba un personaje que respondía al nombre de Policarpo Pineda. Era conocido con los sobre nombres de Rustan o el Polillas, y se hizo célebre combatiendo a las huestes españolas en algunos puntos de esa zona. Hay datos contradictorios sobre el lugar donde nació este mestizo, que al parecer era hijo de una negra esclava y un indio taíno.

Algunos datos apuntan a que fue en 1839 en Mayarí, que puede que sea lo más probable, en cambio otros aseguran que nació en 1836 pero en Luisiana, Estados Unidos. De hecho hay biógrafos e investigadores que le sitúan en la guerra de secesión americana. Que se había fugado de una dotación de esclavos en Ohio y se había unido primero a las fuerzas abolicionistas Jhon Brown, y luego a las de la unión americana de Abraham Lincoln.

En lo que sí se concuerda es que sus rasgos eran aborígenes, de pelo ensortijado por su madre pero con la piel india cobriza, quizás por eso se pensó que era de origen taíno. Que en aquella guerra civil estuvo al frente de de 3.000 negros esclavos que le obedecían ciegamente y que una vez terminada se trasladó a Haití, desde donde entró furtivamente a Cuba. Un detalle curioso y que coincide, es la buena amistad que tuvo con los dominicanos Luis Marcano y Máximo Gómez.

También es un hecho constatado que de mozo trabajaba como carretero a las órdenes del empresario catalán don Benito Mariner, dueño de un tren de carretas en Guantánamo. Y es aquí donde pasamos a lo narrado por Manuel Sanguily, que para nosotros tiene mucho más valor que todas las ridículas historietas que de él se han contado:

«Un día, allá por 1859 ó 1860, Rustan, que era muy díscolo é insolente, tuvo cuestión con su capataz y le pegó una bofetada. Querellóse el agraviado, prendieron á Rustan y luego se le condenó (creo que por la Audiencia) á sufrir la pena de veinticinco azotes en la plaza pública. Ejecutóse la sentencia en la última columna del edificio Brooks C.° de Guantánamo, la que mira al paradero del ferrocarril»

Así lo describía la prensa Cubana de entonces, de línea editorial española por los cuatro costados por supuesto:

«Rustan no era de buenas condiciones; pero templarían el ardor de su cólera otras condiciones que le atribuyen los que le trataron: parecía hacer poco aprecio de la honra, y asegúrase que puesto en libertad;apenas se cumplió la sentencia terrible, (la de los azotes), iba por las tabernas bebiendo y cantando al son de tiple. Basta este detalle para comprender su actitud al iniciarse la revolución.

Mientras tanto adquirió fama de «guapo»; era pendenciero escandaloso, complacíase en meter á barullo y «desbaratar» los bailes que se celebraban en los campos. Esta conducta le hizo popular, temible y antipático; pero con mayor razón porque abandonaba el trabajo, teniendo que vivir en ocasiones como un cuatrero y como tal se le persiguió algunas veces

No abonaban mucho á Rustan sus antecedentes, y menos que, cuando se preparaba con algunos que le seguían á sorprender á Guantánamo, aceptó el indulto que le ofreció Bargés, y aun le sirvió de espía, «bien que si prestó servicios de esa manera á la causa española serían oscuros é insignificantes, y en cambio auxiliaba á los revolucionarios, facilitándoles noticias y previniéndoles de los movimientos de que oía hablar ó notaba en:el campo contrario.

Hemos oído contar que preso y atado codo con codo le conducía una pareja de guardias á Guantánamo y que en el camino, yendo los tres, y él delantero, por un vericueto, al borde de precipicio espantoso, se lanzó de improviso al abismo; los guardias asombrados y sorprendidos vieron cómo desaparecía en el aire, como caía; sintieron que el cuerpo de aquel desgraciadoiba muy abajo, como un alud, quebrando ramos, en estridente estrépito; le dieron naturalmente por muerto, y se volvieron á participar lo ocurrido.

En tanto, magullado, desgarrado, cubierto de rasguños y heridas, Rustan había dado pié en el fondo con vida. Desde entonces andaba alzado y perseguido. En esta situación le encontró el levantamiento de 1868.Ingresó en las filas de la insurrección, en las que fué degradado por insultar al general Gómez, muriendo poco después. Nada perdió la causa insurrecta y ganó mucho la humanidad»


Sierra de Imías en Guantánamo

Años después el mismo Rustán le relataría al general Enrique Collazo Tejada lo sucedido: 

“Pensé que era mejor morir que ser preso: el barranco me daba la muerte o la libertad. Me tiré de cabeza, no morí y fui libre, ahora me la están pagando los españoles”.

Y como sería, que se pasó todo el 1868 combatiendo a cuanto español se le atravesaba en su camino, lo mismo por las zonas de "El Ramón" "Tí Arriba", "Yateras", "Mayarí", "Imías", "Baitiquirí" o "Bayate", y lo realmente curioso es que sin ser miembro de ninguna fuerza del ejercito libertador. El tipo iba a por libre, hasta que en junio del 1869, en la zona de Jojo, próximo a la sierra de Imias, consigue incorporar a más de 80 campesinos a su banda.

Sin embargo para junio del 1869 el batallón de Alcántara le asedió tanto en la zona de "Cuchillas", que lo obligaron a esconderse de nuevo en el espeso monte. Después de realizar algunas acciones en Bayate, a mediados de agosto de 1869 se suma -oficialmente- a la división "Cuba Majagua San Luis", al mando del general Donato Mármol, que además le premió con los grados de capitán con carácter retroactivo.

En una ocasión Máximo Gómez le visitó en su campamento y lo que encontró lo dejó sin habla. Parecía un pirata, pantalones a la rodilla pañuelo en la cabeza un enorme crucifijo colgado al cuello y con la mesa puesta. Pero no cualquier mesa, nada de rústica o improvisada, ataviada con mantel blanco, vajilla de loza, jarra de cristal, cubiertos de plata y un vino añejo. Mientras Gómez se alimentaba de tripa de corojo hervida, este indio se daba una vida de rico en pleno monte. ¿Cómo lo conseguía?. Era más que evidente.

Policarpo Pineda fue quien le dio muerte al voluntario y cuadrillero Francisco Pérez y Céspedes, hermano del difunto Miguel, aquel que había caído en la emboscada de Guillermón Moncada. Francisco Pérez había asumido la jefatura de la misma escuadra de voluntarios, y fue fusilado en respuesta a que en 1869 había asesinado a Arturo Casimajan, un mambí prisionero en el combate del "Vínculo".

El 27 de agosto de ese año toma el campamento "El Ramón" y ataca el cafetal "La Sindonia", donde resultó herido. No tuvo más acciones hasta el mes de Octubre que ataca el ingenio "Flor de Bano"; y tres días después la finca fortificada "El Vínculo". Para el mes de diciembre ya lucía los entorchados de teniente coronel. El 29 de enero de 1870 ataca a una columna en "La Curia" y entre Febrero y Junio de 1870 realizó diversas acciones en la zona de "El Ramón", "Ti Arriba", "Sabana Abajo" y "Las Filipinas", siempre en apoyo a la invasión a Guantánamo de Máximo Gómez.

El destino quiso que en junio de 1872 se repitiera la misma historia de aquel barranco que, con los años, se bautizó como "El Salto del Indio" en su memoria. En esta ocasión Policarpo no se lanzó al vacío, si no que cayó accidentalmente junto a su caballo en un precipicio en la zona de "Mangos de Polilla", en Mayarí, provincia de Santiago de Cuba. Esta vez no sobrevivió a la caída. De hecho se encontraba tan paralítico, que para poder cabalgar se ataba a la montura de su caballo.

A pesar que la literatura castrista ha adornado su vida de mambí, llegando incluso hasta la exageración más ridícula, como esa patética historia de que junto a los tres hermanos Maceo "se fueron a cazar españoles" en una competencia, como si aquello fuera cazar perdices, hay otras que nos dicen que el tal Policarpo no tuvo tal reputación como soldado. Otra cosa es que haya sido un bravo guerrero. 

Pero con el generalísimo Máximo Gómez esas cualidades no bastaban. El 30 de octubre de 1871 fue degradado por la sentencia de un tribunal militar por él presidido. Al parecer el caudillo dominicano le había ordenado la toma de un fuerte, y Policarpo se negó respondiéndole insolentemente: "Con 3 tiros por hombre no se lleva a nadie al matadero".

Gómez, que odiaba profundamente a los respondones, y más si eran subordinados, le quitó un cartucho a cada uno de los soldados y se encargó personalmente de esa acción. No solo eso, en una visita que hiciera Carlos Manuel de Céspedes al campamento, y en presencia del propio Rustán, Gómez ponderó por encima de todos las cualidades combativas del entonces capitán Guillermo Moncada.

Por otro lado José Martí, quien estaba al loro de cualquier muestra de desánimo, salió enseguida en su rescate cuando dijo...

“¿Le tendremos miedo al negro, al negro generoso, al hermano negro, que en los cubanos que murieron por él, ha perdonado para siempre a los cubanos que todavía lo maltratan? (…) yo sé que el negro ha erguido el cuerpo noble y está poniéndose de columna firme de las libertades patrias. Otros le teman: Yo, lo amo: a quien diga mal de él, me lo desconozca, le digo a boca llena: mienten.”»

Un dato que denota su poca disciplina. A la prematura muerte del general bayamés Donato Mármol Tamayo, el 26 de junio de 1870 victima de la viruela, el entonces comandante José María "Mayía" Rodriguez pasa a ser subordinado de Policarpo Rustán, y al poco tiempo ya le igualaba con los entorchados de teniente coronel. Es que en su caso parece que las cualidades de valiente no estaban necesariamente unidas al deber y la disciplina.

Solo nos gustaría aclarar algo antes de terminar, y es que más allá de las pasiones, intereses y conveniencias que pudo albergar o no el historiador Antonio Pirala y Criado, los datos vertidos aquí fueron tomados del quinto tomo de su obra "Historia Contemporánea. Anales de la Guerra", de 1894, donde una buena parte de la información utilizada procedía de los archivos del Ministerio de la Guerra.

Actas de la Cámara cubana, diarios de la mayor parte de los jefes insurrectos, memorias, comunicaciones y cartas de gran interés que han estado reservadas en archivos españoles, han servido de invaluable fuente para aclarar distintos sucesos que parecían obscuros o misteriosos, y han dado la clave de muchas de aquellas enigmáticas historias. Esta breve opinión suya sobre la guerra en Cuba, en este caso en "Anales de la guerra de Cuba, 1895-1898", demuestra que su línea narrativa no era como para halarse los pelos tampoco...

«En aquellos espesísimos bosques, más que batirse los hombres se cazaban. Constantemente ocupados en construir trincheras los insurrectos y en destruirlas los españoles, mostrábanse además incansables ambos combatientes en matar hombres, pues unos y otros sacrificaban á los prisioneros, á los sospechosos y sospechosas.

Se cometieron muchos asesinatos, muchos horrores; con aquel insaciable deseo de derramar sangre, parecía se odiaba á la humanidad. No tiene igual, repetimos, aquella guerra, ni es comparable tampoco con las sostenidas con salvajes, porque no lo eran los insurrectos; si faltaba instrucción en la generalidad de los soldados negros, era grande la que poseían casi todos los jefes y oficiales.

El autor de Guerras Irregulares, señor Chacón, dice: «Pues bien; si tenemos que marchar algún día á la América, á la Oceanía ó al África, nuestras tropas encontrarán países desconocidos, climas ardientes, atmósferas envenenadas y enemigos fanáticos, que aunque no posean todos nuestros medios de guerra, no por eso dejarán de ser temibles contrarios; habremos de emprender campañas sólo conocidas de los combatientes de Cuba, bien diversas realmente de las que se leen en nuestros libros de estudio y de las que se han llevado á cabo en Europa á nuestra vista»

No por gusto su obra sigue siendo consulta obligada para quienes deseen conocer la historia de Cuba, en ese siglo XIX. Otra cosa será lo que digan otros, que también tiene su derecho a defender lo que crean conveniente, o lo que les han hecho creer en otros casos, que no es lo mismo.

Por cierto, y a propósito de Donato Mármol...

Los que le sepultaron nunca lo dijeron o se les olvidó donde, porque el sitio donde fueron depositados sus restos jamás ha sido encontrado. Se sabe que murió de viruela con apenas 27 años en las cercanías del Hato de San Felipe, en el feudo de Miranda, en Palma Soriano, pero ¿donde?.

En marzo de 1947 una expedición de investigadores intentó en vano encontrar su tumba, pero desde entonces no se sabe nada. Donato Mármol fue de los que se opuso fervientemente a los métodos dictatoriales de Carlos Manuel de Céspedes, e incluso algunos flipados continúan tachando a su primo hermano, Eduardo Mármol Ballagas, de traidor, así que ya podrá imaginarse las ganas que tienen ellos de encontrar sus restos.

Maldita Hemeroteca. 
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