La reflexión de un gusano

Familia emigrando a los Estados Unidos
En el año 1975 la mayoría de los jóvenes cubanos éramos relativamente felices, ni siquiera pensábamos en emigrar.

Es cierto que no había libertad y una ignorancia del carajo, pero lo que era la alimentación había de sobra, no era un problema para nada, incluso había carne de vaca que llegaba racionada cada 9 días a la carnicería, había jamón tipo york, aceite, manteca, compotas, nacionales y rusas, arroz, frijoles de varios tipos y huevos.

¿Pescado?. A las pescaderías llegaban el jurel, el pargo, la rabirrubia, y hasta alguna que otra cherna, incluso "le dimos en la costura" al tiburón, eso sí, todo racionado por la maldita cartilla. En las pizzerías las pizzas y el espaguetis estaban repletas de queso y a 1,20 la ración. Había queso crema, leche condensada, evaporada, de litro "por un tubo", yogurt de varios sabores, laterías de carne rusa, pastelería, tartas, café mezclado con arvejos y cigarros de varias marcas, nos dábamos el lujo incluso de que se echara a perder alguna que otra vianda en el puestecito, y en ocasiones en navidad chocamos con manzanas y algún que otro turrón español, que el caudillo Franco nos mandaba desde España.

¿El cerdo?, casi nunca se comía, la gente lo dejaba para el 24 de diciembre, en noche buena, y lo que quedaba se liquidaba el fin de año. ¿Restaurantes?, sin problema ninguno, habían muchísimos operando en toda la Habana, digamos que el Floridita, el Conejito, Rancho Luna, el Carmelo, el Moscú, el 1830, el Mandarín, La Roca, el Polinesio, Coopelia, con helados de una pila de sabores, La Torre, el Castillo de Jagua o el Cochinito, y hasta La Ruina en el parque Lenin y algún que otro los domingo en el Zoológico de 26.

Pero entonces comenzó a llegar toda aquella gente muy rara de un programa llamado "La comunidad", eran los "gusanos", que era como les llamaba al régimen a los desafectos a la revolución, pero que se habían convertidos en "libélulas" e incluso algún que otro de raza negra pero sin las marcas de los perros, (mentirosos), los que se habían ido con una mano delante y otra detrá y en cambio regresaban ahora a reunirse con sus familiares, repletos de regalos y sin odio en sus corazones.

Comprobamos la fuerza que tenía su dinero, dólares que habían ganado con su esfuerzo, e incluso las lisonjas y el favoritismo que aquel régimen les dispensaba. Algo raro se venía. Entonces fue que muchísimos en la isla abrimos por fin los ojos, y caímos en cuenta la clase de comemierdas que habíamos sido todos esos años. Que para Castro no significábamos nada, que la barriga llena no lo era todo en la vida y que no había nada como la libertad. Entonces decidimos ser también gusanos, y a mucha honra además.

Maldita Hemeroteca
Articulo Anterior Articulo Siguiente