MARQUESA DE ALMENDARES: Primer embalsamamiento realizado en Cuba


El primer cadáver que se embalsamó en Cuba fue el de la señora Isabel de Herrera y de la Barrera, (1794-1841) esposa del habanero Don Miguel Antonio de Herrera y O'Farrill, primer Marqués de Almendares y teniente coronel del tercer escuadrón rural de caballería de Fernando VII.

El embalsamamiento lo realizó en la Habana el sabio médico Nicolás José Gutiérrez Hernández, uno de los fundadores de la Academia de Ciencias. Hizo especialidades en Francia con el celebre Armand Valpeau, y al parecer fue allí donde había comprado el secreto al francés M. Grannal e incluso, se trajo de allí el primer estetoscopio que se usó en Cuba. Fue, además, rector de la Universidad de La Habana entre los años 1879 y 1880.

El proceso del doctor consistía en inyectar al cadáver por la carótida, una sustancia que tendía a su conservación. Este proceso era conocido internacionalmente como "Método Gramal". Cuando esta señora falleció, el 3 de junio del año 1841, su esposo hizo figurar en la lápida de mármol que cubría su fosa, en el Cementerio de Espada, esta frase: Embalsamada a perpetuidad.

Desde entonces se puso de moda embalsamar los cadáveres y convirtiéndose en una demostración de opulencia entre las familias dolientes adineradas. En el año 2018 se encontró en el cementerio San Carlos de Matanzas el cadáver de una mujer embalsamada. La prensa Cubana se vino arriba enseguida y comenzó a decir que era el primero en Cuba, cuando esta mujer ni siquiera había muerto en la Isla.

El médico forense Ercilio Vento Canosa aseguró, que se trataba de la matancera Luisa María García Selló de Prieto, de 27 años de edad, que había fallecido en Madrid el 25 de septiembre de 1889 y que fue enterrada cuatro meses después, el 20 de enero de 1890, en este camposanto.

Como ve, habían pasado 49 años después de que lo fuera la marquesa de Almendares. No solo eso, es que este mismo doctor fue quien embalsamó al obispo de la Habana, Juan José Díaz de Espada, fallecido en 1828, y además le confeccionó la mascarilla mortuoria.

Según explica un articulo del periodista Luis Bay Sevilla, en el Diario de la Marina de noviembre de 1942, y fuente de este trabajo, la conducción del cadáver al cementerio de Espada, (no estaba edificado el de Colón todavía) se hacía en coches mortuorios, tirados por seis y hasta ocho parejas de caballos, enmantados y con vistosos penachos amarillos y negros.

"Acompañaban al carro de seis a veinticuatro sirvientes blancos, vestidos con libreas de color negro, los que cargaban el féretro para colocarlo y bajarlo a la fosa. Estos acompañantes, reemplazaron a los antiguos zacatecas, que eran unos negros vestidos con descomunales casacas de librea de color rojo, calzón corto, zapatos bajos con hebillas y sombreros al fres, es decir, de tres picos", aseguró Sevilla en su artículo citado.

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