HOTEL GRIFFOU: Historia de una causa

Entrada al restaurante Griffou en New York

Ese hotel que ve usted ahí en la foto se encuentra en la ciudad de New York, y aunque ha sido remozado en varias ocasiones fue escenario de una reunión entre los tres grandes organizadores y ejecutores del ultimo levantamiento armado contra España en 1895, los generales Antonio Maceo y Máximo Gómez y un José Martí "que regresaba a casa". Estamos hablando del 12 de septiembre de 1890.

En un reporte del periódico "The Evening World" de ese año, se puede leer la siguiente nota: "En el pequeño y ordenado hotel español "Griffou" de la calle Novena Oeste se alberga un huésped muy distinguido, el general cubano Antonio Maceo, que aunque es un hombre de color, de cuarenta y dos años, ha desempeñado un papel importante en las luchas contra España en la colonia Cubana.

Al reportero que lo entrevistó, Maceo le narró los motivos por los cuales se encontraba allí: "Recibí una carta del gobernador el 28 de agosto, diciéndome que debía salir de Cuba en un plazo no mayor de veinticuatro horas, y que una compañía de soldados me escoltaría a bordo del vapor Cienfuegos que debía zarpar al día siguiente hacia Nueva York".

Con él - agrega el reporte - se encontraba su esposa, descrita por el periodista como "una mujer de baja estatura y de piel oscura pero de rasgos agradables, ataviada con un vestido de seda marrón chocolate. Los pasillos del pequeño hotel español se encontraban literalmente repletos con doce baúles y cajas del distinguido matrimonio, que a partir de hoy recibirán muchos visitantes de su propia raza seguramente".

¿Y que fue de aquella reunión?

Partimos de que José Martí vivió en aquella ciudad 15 años de su vida, fíjese que en la avenida de las Américas, en el central Park, hay una estatua suya de Anna Hyatt Huntington, que fue erigida en 1965.

Allí, en el Marie Griffou, Máximo Gómez, Antonio Maceo y José Martí se encontraron por primera vez, pero al maestro no le quedó muy claro la manera de pensar de aquellos dos caudillos. Es por eso que deciden verse un segundo encuentro, donde sucedió lo inevitable. La discusión entre Martí y Gómez, la eterna disputa entre la democracia y el militarismo.

Gómez, con ese carácter áspero y malhumorado se dirigió al maestro de una manera muy ruda e incluso, en una muestra quizás de irrespeto se va al baño para asearse en medio de la conversación. Desde la ducha, y en medio de un intercambio con Maceo, le advierte a Martí que su opinión no ha sido solicitada, a la vez que le convida a "acatar ordenes".

Cierto es que la situación no estaba como para escuchar teorías, ya que una fuerte donación de 100 mil pesos por parte del rico empresario matancero Don Félix Govin, un as del real state en la Hell´s Kitchen, y posiblemente el cubano más rico de todo New York, se había malogrado, con lo cual el ánimo de los dos jefes no era el mejor en ese momento.

Pudo haber sido simplemente una estratagema de Govín para presionar a los españoles con la amenaza de apoyar una insurrección, en el caso de que no pagaban la restitución por sus propiedades embargadas en Cuba, pero lo cierto fue que el general Máximo Gómez se encontraba muy indignado. Lo mismo pasó unos años después en la Mejorana, cuando fue Maceo quien los dejó a los dos - a él y a Martí - durmiendo a la intemperie en otro arranque de ira.

En los últimos días de 1894, Martí tenía tres barcos equipados con hombres y armas listos para zarpar hacia Cuba desde Fernandina Beach, cerca de Jacksonville. La expedición había sido coordinada con los desembarcos simultáneos en Cuba de los principales jefes militares, Gómez entre ellos.

Pero la traición de uno de los colaboradores y las incesantes actividades de la agencia de espías Pinkerton, que durante mucho tiempo fueron la pesadilla de Martí como agentes contratados por el gobierno español, alertaron al gobierno de Estados Unidos sobre la violación de su Ley de Neutralidad, y los barcos fueron confiscados antes de salir. 

Restaurante de New York donde Martí se reunió con la señora Govin

No sería fácil reunir el dinero necesario para equipar nuevamente una fuerza expedicionaria comparable. Lo que había quedado en el tesoro del Partido Revolucionario Cubano no era suficiente, pero en cambio Luciana Govín, hija del magnate, que había heredado 600 mil dólares a la muerte de su padre en 1891, (hoy serían unos 40 millones), se adelantó y aportó el resto del dinero.

Le entregó a Martí un cheque en blanco y le dijo que podría disponer hasta 100.000 dólares, curiosamente la misma cantidad que su padre le había prometido e incumplido a Gómez unos años antes. Al día siguiente de la cena, el 29 de enero, Martí redactó y firmó la orden para iniciar el levantamiento en la isla. 

Gonzalo de Quesada, uno de los comensales que estuvieron en el restaurante Delmonico's de la esquina "Williams" y "Beaver" Street, llevó el documento a Cayo Hueso donde, según la leyenda, lo tabaqueros lo enrollaron en un habano que le fue entregado en Cuba al independentista Juan Gualberto Gómez.

El 30 de enero fue el último día de Martí en Nueva York. Desde su regreso de Jacksonville, se había estado hospedando en el 116 W. 64th St., la casa del Dr. Ramón Luis Miranda y Luciana Govín, donde el apóstol mantuvo un perfil bajo para no alertar a los agentes de Pinkerton de que el levantamiento ya estaba en marcha.

En ese último día neoyorquino, Martí encontró tiempo para despedirse apresuradamente de la familia Baralt, que también vivía en la calle 64 West, número 135. Blanche Baralt escribió años después: "...ese día Martí llegó a la casa disculpándose por no haberme visitado con más tiempo, ya que apenas tenía un momento libre".

Después de la despedida, donde le advirtió que no sabía si se volverían a ver, “... salió corriendo como una flecha en aquella mañana helada”. Días después, Blanche y su cuñada descubrieron un abrigo de invierno marrón desconocido colgado en el guardarropa del vestíbulo. Al revisar los bolsillos descubrieron que era de Martí, dejado allí ese último día en su precipitada partida.

No hay duda que en algún momento, después de salir de la casa de Baralt, el aire frío de enero debió recordarle que se había olvidado del abrigo. Pudo haber regresado para recuperarlo, pero luego reparó en que nunca más lo necesitaría. Por fin regresaba a Cuba donde entontaría la muerte de cara al sol como siempre quiso.

La despedida más desgarradora debió ser aquel último día en casa de Carmen Mantilla. Dos días después, a bordo del vapor SS Athos del Atlas, se alejaba de Nueva York. Le escribió una carta con el membrete del barco a “mi querida niña”, María, de catorce años. Le pidió que recuperara su Larousse en casa de Gonzalo de Quesada, y que le prestara a Blanche Baralt su copia de La mitología de Bulfinch.

El 19 de mayo, Carmen Mantilla y sus hijos recibieron otra carta de Martí, escrita más de un mes después desde el campo cubano. En esa misiva les contó que llevaba en todo momento una imagen de María en su pecho, al lado de su corazón. El mismo día que Carmen recibió la carta en Nueva York, Martí caía abatido por las balas españolas.

El Griffou

El Sun recordó los buenos días del hotel y su restaurante durante los años que Madame Griffou lo tuvo en propiedad. Mencionó a invitados que no sólo incluían valientes como Antonio Maceo o el presidente Tomás Estrada Palma, sino todos los escritores, escultores y pintores que durante veintiocho años vivieron en el hotel o cenaron al aire libre en los veranos.

Su hijo, Eugene Griffou, trabajaba como inspector del Ferrocarril elevado de Brooklyn, mientras que el otro, Louis Griffou, la ayudaba a administrar el hotel. Marie Griffou murió en abril de 1906, y el Hotel fue vendido a Oreste Giolito quien lo rebautizó como "Hotel Europa" y mantuvo en nómina a un viejo dependiente negro cubano de nombre Xavier Hernández, que en realidad había sido un siervo de la Madame.

En un artículo publicado el 27 de enero de 1909, el periódico New York Times reveló un detalle impactante sobre este señor Hernández. "Era un negro cubano, nacido esclavo y propiedad de la familia Griffou, con la que vino a este país procedente de Cuba. Era un devoto de esa familia, y fue muy conocido por su trato amable y cortés con los clientes habituales del hotel".


Otra vista del hotel Griffou

Agrega la nota del The New York Times que el 25 de enero de 1909, el viejo Hernández se acercó sigilosamente a la habitación de un joven ingeniero ruso hospedado allí, y le dijo que sentía muy enfermo. El nuevo propietario, Oreste Giolito, se lo llevó al Hospital St. Vincent, donde murió quince minutos después.

Ante las sospechosa muerte, quizás porque pensaron que los nuevos dueños no estarían dispuesto en gastarse un dólar en mejorarle la salud a este esclavo, Giolito y dos personas más fueron detenidos por la policía bajo sospecha de asesinar al viejo, en cambio fueron liberados tras siete horas de cárcel por carecer de pruebas. 

El 30 de enero de 1958, The New York Times informó que Nat Simons, propietario del restaurante "Penguin" en 19 y 21 West 9th Street, había comprado las tres casas y sus veintiún pequeños apartamentos, y en 1985 dio paso al "Marylou's". 

En otro artículo de este rotativo, con fecha del 26 de diciembre de 1997, se decía que era uno de los favoritos del actor Jack Nicholson. Después de convertirse en "Home de la calle Nueve", y en el 2002 en las "Pierres Roulantes", cerró por un tiempo hasta convertirse, en el 2009, en lo que sería el restaurante "Hotel Griffou" con su nombre apropiado. 

Maldita Hemeroteca
Fuente: Cuban New Yorker
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