PASAJES DE LA REALEZA CUBANA (I)

El presidente electo Miguel Mariano Gómez y su esposa durante una visita a los EEUU. //

Hubo una época en que en Cuba habían duques, marqueses, condes que como integrantes de una nobleza española eran premiados con esos títulos por sus méritos contraídos dentro del territorio cubano, algunas incluso con Grandeza de España y señoríos, pero siempre reconociendo sus aportes a la sociedad.

¿Pero qué tal la nobleza criolla?.

La historia de Cuba fue testigo de una gran cantidad de nobles, varios de aquellos títulos nobiliarios concedidos por monarcas españoles por un lado, mientras que por otro las circunstancias de la colonia hacían que fueran - en ocasiones - heredados por ciudadanos cubanos. El proceso de formación de la nobleza titulada en la isla se inicia a comienzos del siglo XVIII, prolongándose hasta finales del XIX.

Ostentar un título nobiliario significaba la diferencia literalmente, aunque los requisitos no eran pocos. Por lo general había que ser un hacendado, dueño de casas solariegas, hacer contribuciones o empréstitos a la corona y, según tenemos entendido, en Santiago de Cuba por ejemplo, había que poseer un capital que superara los 492.725 pesos cash.

Haciendo un poco de historia, previo a la visita de la soberana Isabel II a Cuba en 1867, le fue concedida categoría de ciudad a la actual provincia de Santi espíritus gobernada civilmente por Don Ramón Portal y, exactamente un año después, se hizo lo mismo con el poblado habanero de Campo Florido.

En el caso de este título nobiliario, "Marqués de Campo Florido", creado el 28 de noviembre de 1826 por el rey Fernando VII, el habanero Miguel de Cárdenas y Peñalver Santa Cruz y Barreto fue el primero que ostentó, y luego de diez concesiones, en 2020 seguía estando en poder de un cubano. Pero ya llegaremos allí más adelante.

Entre algunos de los nacidos en Cuba que ostentaron estos nombramientos estuvo Doña María de las Mercedes Beltrán Santa Cruz, condesa de Merlín, nacida en el seno de una de las familias más ricas y poderosas de la isla. Su hermano, Francisco Xavier de Santa Cruz, poseía el de IV condesado de Jaruco.

También fue el caso de Doña Teresa Montalvo y O’Farrill, condesa de Jaruco, casada con el conde de San Juan de Jaruco, militar y posiblemente el hombre más rico de Cuba en esos años. Era hija del primer Conde de Casa Montalvo, nieta del primer Conde de Macuriges y del cuarto Marqués de Villalta.

Más cercano en el tiempo, la sagüera Edelmira Ignacia Adriana Sampedro, un joven cubana que hipnotizó al pobre aspirante y renunciante a la corona de España en 1933, don Alfonso de Borbón y Battenberg, ostentó el título de condesa de Covadonga. Este título evocaba al santuario de la virgen en Asturias, donde se cree que Don Pelayo inició la reconquista de una España en poder de los musulmanes.

Don Alfonso padecía de hemofilia que al final le produjo la muerte. Sufrió un accidente de trafico en la ciudad de Miami, un impacto contra una farola que en realidad no hubiera sido nada grave para un hombre sano, en cambio le provocó una hemorragia interna que no le pudieron controlar. Murió sin descendencia.

La condesa Edelmira, a la que en España llamaban despectivamente "La Puchunga", era prima además del también catedrático, filósofo y escritor sagüero, Jorge Manach y Robato, biógrafo de José Martí, quien fue ministro de estado del gobierno del doctor Ramón Grau San Martín en la etapa republicana. Hay más...

Cuando Alfonso y Edelmira se divorciaron, en mayo del 1937, el infante se casó con otra cubana aún más bella todavía, de hecho era modelo en los EEUU, doña Marta Esther Rocafort y Altuzarra. Se unieron en matrimonio en La Habana, el 3 de julio de 1937, y un detalle que quizás no se haya divulgado mucho, el padrino de esa boda fue el general Fulgencio Batista y Zaldívar, mientras que el entonces presidente, Federico Laredo Brú, estuvo entre los asistentes.

Se habían conocido en una fiesta en Manhattan donde ella trabajaba como modelo de la alta costura, pero su matrimonio, al igual que el primero, duró muy poco tiempo. Estuvieron juntos apenas dos meses, y tras separarse, firmaron el divorcio en Nueva York el 8 de enero de 1938. Ocho meses después ocurría el lamentable accidente.

Martha Esther, nacida en 1913, era hija del famoso dentista habanero Blas Rocafort González y de Rogelia Altuzarra Carbonell. En su caso, al ser esposa del conde de Covadonga, también le correspondió este título aunque con reticencias. Tampoco escapó a los epítetos, pues la canalla en los pasillos españoles la bautizaron de "La Lagarta", que aquí en España significa "una roba maridos".

Martha falleció en Miami el 4 de febrero de 1993, y un año después, en Coral Gables, también en Miami, moría Edelmira Sampedro. A Marta no, pero a Edelmira si le reconocieron como esposa de Alfonso y condesa de Covadonga, con lo cual recibió su pensión de viudez real. 

Fin de la primera parte
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