Un 28 de noviembre de 1868, 24 días después de que Puerto Príncipe se levantara en armas, la provincia protagonizaba su bautismo de fuego dentro del alzamiento iniciado por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de ese año en Bayamo.
Mal armados e inexpertos, unos 150 rebeldes de la zona se aventuraron a hacerle frente a una fuerza muy superior liderada y artillada por el gobernador militar Blas Villate y La Hera, conde de Balmaseda, en una zona conocida como "Potreros de Ceja de Bonilla".
Pudo haber sido de mayor contundencia si las fuerzas del general Augusto Arango no cometen la imprudencia de poner sobre aviso al enemigo, lo que echó por tierra los planes de una inesperada emboscada. La acción estaba encaminada a sorprender un tren que hacía recorrido desde Puerto Príncipe hacia Nuevitas, en el cual viajaban unos ochocientos soldados españoles.
Así lo describió su paisano y que luego fuera en dos ocasiones presidente de la república de Cuba en armas, don Salvador Cisneros Betancourt, marqués de Santa Lucía:
“En Bonilla se portó Ignacio muy valiente y, en un principio, rechazó a más de media docena de soldados que intentaron llegar hasta él, pero habiendo sido herido levemente, su primo y concuño Eduardo Agramonte Piña, muy al principio de la acción, dejó el campo para acompañarle y llevarle”.
Ese era el plan, precisamente, evitar que esas fuerzas españolas llegaran al principal escenario de rebeldía, Oriente. Un dato curioso: En Nuevitas se había establecido un sistema de pitazos como forma de advertirles a los residentes que tipo de entrega era la que llegaba y desde donde procedía el tren, por ejemplo, en caso de que la máquina diera 4 pitazos, eso significaba que procedía de la capital.
Maldita Hemeroteca.
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