FUSILADOS: El caso del teniente José Castaño Quevedo.

Ernesto Guevara
En referencia al fotorreportero que entrevistó a Fidel Castro en la Sierra Maestra en 1957, Andrew St. George, que tocamos en el anterior post y que había sido vinculado a la CIA, se nos pasó por alto algo que de alguna manera ratifica los nexos existentes entre sectores de Estados Unidos y el régimen Castrista. 

El teniente José Castaño Quevedo era un especialista en criminología cubano que servía de enlace entre la CIA y la embajada norteamericana en la Habana, y en 1959 fue arrestado, juzgado y condenado a muerte. La CIA, esperanzada con las buenas relaciones que tenía el periodista St George con Guevara y con Castro, lo envió a la Habana a ver si mediaba y conseguía la liberación de Castaño.

Según dijo el ex agente de la CIA Philip Agee, que con los años se radicó en Cuba y era web máster del sitio "Cubalinda", donde se organizaban viajes turísticos a la isla esquivando el embargo, Guevara le dijo a este reportero que Castaño no iba a morir por ser un agente de la CIA, si no por haber sido un esbirro del régimen de Batista, declinando así cualquier tipo de negociación al respecto. 

En efecto, Castaño Quevedo fue pasado por las armas, entre el seis y siete de marzo de 1959 en los fosos de la Cabaña. Esto motivo a que St. George denunciara el caso en la revista LIFE, cuyo dueño había pagado de su bolsillo 50 mil dólares que fueron empleados en unos supuestos entrenamiento de la C.I.A. a los barbudos de la misma Sierra Maestra. De hecho, después de esto, St George acompañó varias incursiones hechas por la organización para militar anti castrista "Alpha 66", como el hundimiento del barco Ruso "Baku". 

Quevedo
CORTA HISTORIA

Entre los años 1940 y 1952, José Castaño Quevedo había pertenecido al Servicio de Inteligencia Militar durante los gobiernos de Fulgencio Batista, Ramón Grau San Martín e incluso Carlos Prío Socarrás, llegando a ser jefe de operaciones del BRAC en 1955 cuando era dirigido primero por el general Martín Díaz Tamayo y después los coroneles Aquilino Guerra, Mariano Faget y Leopoldo Perez Coujil. 

Fue de los primeros oficiales arrestados por la policía rebelde de Fidel Castro, denunciado por políticos comunistas a los que Batista le había llenado la barriga con una botella de ministro sin cartera, como Carlos Rafael Rodriguez sin ir más lejos. Le presentaron incluso a una mujer llamada Alicia Agramonte que lo acusó de haberla violado, lo cual fue ya demasiado para un tribunal presidido por el comandante Víctor Bordón Machado, y que tenía como vocales a los capitanes Oscar Alvarado, Armando Choy, Eladio Machín, Orlando Borrego, y como fiscal a Pelayo Fernández Rubio.

Su abogado defensor, el doctor Aníbal Pacheco, se llegó a reunir con Fidel Castro cuando escuchó ratificar la sentencia a muerte de su representado, y este le respondió que daría la orden al abogado Humberto Sorí Marín para que el argentino Guevara, entonces jefe de la fortaleza de la Cabaña, detuviera la ejecución. Los supuestos delitos que se le achacaban eran maltrato, torturas, violación y robo. "Con esa letra encima", le resultaba muy difícil escapar de aquellos barbudos.

St George en la sierra
El comandante Bordón solo esperó 24 horas, y bien temprano en la mañana, a las cinco de la madrugada del seis de marzo de 1959, el capitan Quevedo era ya un cadáver. Ni a la viuda se lo entregaron de la pila de agujeros que le hicieron. (Lo declaró ella misma)

Fue tan sorpresiva, que de hecho el capellán vasco Javier Arzuaga, que por esos días encomendaba a dios las almas de los ejecutados, fue comunicado de la suspensión de la misma dos horas antes, en cambio como le pasó a todos, se llevó la sorpresa al salir publicada la noticia en los periódicos. 

¿Qué pasó entonces?. 

Varios periódicos norteamericanos y británicos, como el "London Telegraph", daban cuenta de aquellos juicios sin garantías procesales y que daban como resultado "largas sesiones de paredón", y entre aquellas noticias aparecía el argentino Ernesto Guevara como el ejecutor del teniente Castaño. Quizás su fama de connotado verdugo se había extendido tanto, que hasta cabía la posibilidad de que este periódico "se hubiera ido con la de trapo" (noticia falsa en coloquial cubano).

No obstante en la relación de fusilados por Guevara y que publicara en su día el sitio español libertad digital, el nombre del teniente Jose Castaño Quevedo aparece como el numero 22 entre los ejecutado el seis de marzo de 1959 en los fosos de la Cabaña, que ese año se encontraba comandada por Guevara. ¿Ordenes de Fidel?,... probablemente. Es que las ejecuciones comenzaron desde bien temprano en los días de la Sierra Maestra, y frecuentes. Eutimio Guerra fue uno de los primeros ejecutados, y esa "llevó la firma" personal del argentino. Las llamaba "penoso deber de pacificar y moralizar", y esa era su visión de porque había que quitarle la vida otro ser humano.

Bordón con sombrero negro y Guevara boina

Hubo de todo, también es cierto, desde ladones, informantes, traidores hasta supuestos violadores y usurpadores de imagen, como la anécdota contada por el biógrafo Carlo Franqui, un ex miembro del 26 de julio exiliado en Puerto Rico ya fallecido, que fuera escenificada por el propio Fidel Castro sobre un tal "Maestro" que, según Franqui, Castro dijo:

"... A este guajiro lo fusilan por aparentar haber sido asaltante del Moncada y tripulante del Granma y hacerse pasar por el Che en la zona rebelde, con el fin de seducir muchachas: “¿Quieren cosa más grande?. Fue directo, no se le hizo juicio. Lo fusilamos”. 

Sin embargo el caso de Ariel Lima Lago fue muy doloroso, entre otras cosas porque era un chico de apenas 17 años que, con la amenaza de violarle a su madre si se negaba, se vio forzado a delatar a sus compañeros del 26 de julio. ¿Acaso no era esta una atenuante de peso para haberle perdonado la vida, cuando sabido era que muchos de ellos utilizaron la chivatería y el doble juego para esquivar la ira de asesinos como Esteban Ventura y otros implacables oficiales. Lo que no sabía entonces Guevara era que tan solo siete años después, el nueve de octubre de 1967, en la Higuera, Bolivia, le darían de su propia medicina, e incluso más amarga todavía.

Maldita Hemeroteca 
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