AMISTADES PELIGROSAS: Valdés Domínguez y Manuel Sanguily.


Existe un viejo proverbio que dice: "No le temo al enemigo que me ataca, si no al falso amigo que me abraza". Y es de falsas amistades va este tema tan común en los contextos sociales, donde el interés y el egoísmo se camuflan bajo la máscara de una supuesta amistad. Así ha sido siempre, nada ni nadie escapa, ni siquiera nuestros mambises del siglo XIX. 

El coronel Manuel Sanguily fue integrante de la legendaria caballería camagüeyana al mando del mayor Ignacio Agramonte. Con ella participó en el rescate de su hermano Julio. Fue él quien se entrevistó con el Mayor General Vicente García González el 25 de junio de 1875, en Loma de Sevilla, en Camagüey, ante el conato de sedición conocido como "Lagunas de Varona". 

Sin embargo, su actividad se destaca más en el ámbito intelectual y literario, ya que tanto en el 68, como en la guerra del 95, en la cual no participó, su actividad militar se vio interrumpida por distintas misiones encomendadas en los Estados Unidos, en otros menesteres. Tan es así, que el 90% de la historiografía castrista se centra más en su posición anti enmienda Platt que en otra cosa. Pero eso nos da igual.

En una ocasión leí en una entrevista suya hecha por la revista Bohemia, que había preferido graduarse de la carrera de leyes en Madrid y no en la Habana, porque allí no le obligaban a jurar fidelidad a la corona española. ¿Modo de justificarse?, podría ser. Lo cierto fue que el señor Manuel Sanguily fue delegado a la convención constituyente de 1901, y durante los primeros años de la República ejerció como senador por la provincia de Matanzas, presidente del Senado y hasta secretario de Estado en 1912. 

Precisamente en esa republica que se funda el 20 de mayo de 1902 con la toma de posesión en la presidencia de Don Tomás Estrada Palma, Sanguily mostró su anti americanismo y no solo por la enmienda Platt, si no por abordar el problema de la pérdida de bienes raíces que afrontaban los Cubanos en esos momentos. El 5 de abril abordó la cuestión de la especulación de tierras que se estaba viviendo, sobre todo con la llegada de extranjeros deseosos de poseer parte del suelo cubano. 

Sanguily se opuso a que los cubanos vendieran una parte de sus tierras para pagar las hipotecas. También criticó a los que la abandonaban y que, en vez de ponerlas a producir, se lanzaban en la búsqueda de puestos burocráticos en el gobierno. Como resultado, el presidente Estrada Palma lo "eliminó" de la presidencia del senado, aunque sí formó parte. Desde allí, Sanguily presentó el cuatro de marzo de 1903, un proyecto de ley con vistas a prohibir la venta de tierras a compradores extranjeros.  

Con los años fue nombrado director general de las escuelas militares durante el gobierno del general Mario García Menocal, en cambio renuncia a la política en febrero de 1917.  Se retira a su hogar, y el congreso le concede una pensión vitalicia. Fue nombrado miembro de la academia de historia, y su ultimo trabajo periodístico fue el 20 de Mayo de 1924 en la revista "El Figaro", donde expone sus preocupaciones por el camino, y sobre todo por el destino, que va tomando esa República que ayudó a crear. 

Manuel Sanguily muere durante la noche del 23 de enero de 1925, a la edad de 76 años. Así, a grandes rasgos, vemos como el "Manuel de los Manueles", como le llamaban sus más allegados, tuvo una vida digna en aquella etapa libertaria y política de Cuba, no así su hermano Julio, que aunque fue un experimentado jefe mambí, dejó mucho que desear en cuanto a lo personal. 

Y cuando todo parecía color de rosa en la vida de Don Manuel, aparece este fragmento del "Diario de un soldado" del doctor y jefe de sanidad del primer cuerpo del ejercito, el coronel Fermín Valdés Domínguez, donde carga contra su hipocresía con epítetos y acusaciones durísimas...

"En la batalla de Mal Tiempo, venían los soldados incómodos por lo largo de la jornada, por el hambre y por los malos vestidos, todos a una, trinaban contra Gómez y Maceo. De pronto anuncia la corneta que nos esperaba un combate, y todos gritaron llenos de alegría y pelearon como leones y olvidaron todos los motivos de disgusto. Alegres lucharon y vencieron, y después, en la larga marcha de toda la noche, no oí una queja.

Contentos andaban por caminos infames, por barrancos peligrosísimos, habían matado 182 españoles y llevaban como trofeo del combate, la bandera de] Batallón de Canarias. Pero aquí es distinto el cuadro. Por desgracia para nuestra tierra, ocupan puestos en el Gobierno, hombres sin talento y jóvenes, buenos en el fondo, patriotas, pero llenos de vanidad. Y aquí, lejos del combate, lejos de los campos en donde se acrisola el patriotismo, se nota esa vida de comadreo que tanto daño hace a las causas tan grandes y tan sagradas como la que a todos nos congrega...

Desde que estoy en la guerra, nunca he pasado días más tristes que éstos que paso aquí. No oigo más que crítica acerca del compañero y del amigo, no hay virtudes para estos jueces crueles y falsos, todo cae al peso de la diatriba infamante. Critican los defectos, y forjan faltas, para herir por la espalda, y ni el viejo soldado que merece' respeto, ni el buen patriota, que todo lo ha sacrificado por la honra, merece para estos torpes, una sola palabra de cariño...

Yo no sé hasta donde puede llegar esta infame tarea, pero me asusta, y espantado quisiera huir de esta cueva de víboras. Pero no me iré, sin tratar de hacer todo lo que pueda por curar estos males, no temo a los críticos, si me asusta y me incomoda esta vida., es sólo por lo que tiene dé ridícula y anti-patriótica. 

Leían hoy los críticos del campamento, el último discurso de Manuel Sanguily titulado "Céspedes y Martí". Y yo, que ya conocía ese hábil trabajo literario, en donde hace su profesión de fe revolucionaria, el que tanto se opuso, y tan duramente juzgó a Martí en otros tiempos, — oía con calma los juicios de los modernos sabios. 

Manuel Sanguily ha visto caído a su hermano y se ha visto humillado por los acontecimientos, y él, que es hombre de gran talento, ha emprendido la obra de levantar al caído, trayéndolo al Partido que el negó, y levantando — para ampararlo y cubrirlo con ella — la bandera de Martí y Céspedes. Yo entiendo bien este discurso. 

No hace mucho que al llegar a West Tampa, juzgando el movimiento revolucionario, decía: "no tiene importancia, es cosa de negros de allá por Santiago de Cuba". Y Benjamín Guerra, que vive, no debe haber olvidado que en la Habana, cuando en nombre de Martí, lo invitaba para que se uniera a los trabajos de Martí y fuera a Nueva York a hacerse cargo de la dirección de "Patria", dijo: — Iré si me dan 300 pesos mensuales:, antes que la Patria está mi familia a la que no sacrifico por nada".

Su patriotismo y su separatismo, no obedecía a principios: les ponía precio. Y luego fue él, quien —como consta en carta que obra en el archivo de Martí—, [dijo que] este vivía del dinero de los tabaqueros. Calumniaba el que pedía 300 pesos por ser insurrecto. Y éste es el que un pueblo le llama y le llamó, —cuando vivía aceptando la dominación española y codeándose con los Santos Guzmanes de la Colonia."

Solo agregar que Don Manuel fue de los que firmó el 14 de marzo de 1899, la destitución del mayor general Máximo Gomez con el cual no mantenía muy buena amistad que digamos. Aunque lo hizo de un manera curiosa, como miembro de la Asamblea del Cerro propuso "la eliminación del cargo de General en Jefe del Ejército Libertador", pues como ya no existía ese ejército no hacía falta semejante nombramiento. Firmó el documento donde se explicaban los motivos por los cuales se destituía al caudillo dominicano, titulado "Al pueblo y al Ejército Cubano". 

Maldita Hemeroteca 
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