CIRILO VILLAVERDE: Las dos Cecilias


Escrita por el narrador cubano Cirilo Villaverde de la Paz en 1839, la novela "Cecilia Valdés o la Loma del Ángel, vio la luz en New York en 1879, ciudad donde vivía el escritor con su esposa y patriota cardenense, Emilia Casanova, hija del canario Inocencio Casanova, natural de la isla de la Gomera y dueño del central Armonía. Sin embargo, no fue hasta 1882 que el escritor publica la segunda parte en esa ciudad, que es tal y como la conocemos hoy.

Como casi todos los cubanos sabemos, y los que no pero que la leyeron, trata de un amor no correspondido del mulato José Dolores Pimienta por la bella mestiza Cecilia Valdés, que tuvo como escenario aquella Habana de mediados del siglo XIX. A juzgar por la descripción que hizo el autor, Cecilia tenía la piel bastante blanca con rasgos etíopes y caucásicos. 

Tanto es así, que el desprecio al mulato Dolores Pimienta viene dado porque ella se consideraba "merecedora del amor de un hombre blanco". Cirilo la describe: "…a la sombra del blanco, por ilícita que fuese su unión, creía y esperaba Cecilia ascender siempre (…), casada con un mulato, descendería en su propia estimación y en la de sus iguales”. En este otro, durante un baile en que Dionisio, que es esclavo, se aprovecha para decirle a Cecilia: “Debo decirle a la niña, sin embargo, que la niña me desprecia porque se figura que como tiene el pellejo blanco es blanca. La niña no lo es. Si a otros puede engañar, a mí no”.

¿Racismo?, no, aquella era la Cuba decimonónica de entonces, donde ser negro - desgraciadamente - era como la "ultima carta de la baraja". Recordemos que la historia de los cubanos de esta época está narrada desde una perspectiva netamente española, y aunque la trama Cecilia Valdés este enmarcada dentro de un cuadro de costumbres cubanas, la acción está contextualizada en las relaciones que se dieron dentro de aquella Cuba, que no era otra cosa que una provincia Española donde el fin del esclavismo aun estaba lejos.

Tumba de la verdadera Cecilia Valdés
Pero más allá de todo esto, lo realmente asombroso es que los hay que aseguran que aquella mulata existió de verdad, y que incluso fue el propio Cirilo quien brindó las pistas. 

Al parecer la verdadera Cecilia fue una mulata habanera que anduvo en amoríos con un amigo suyo de nombre Cándido Rubio, lo que pudo haber dado rienda suelta a su imaginación para su personaje. Incluso, existe una tumba en el cementerio habanero de Colón, bastante antigua y humilde por cierto, que corresponde con ese nombre y época vivida. 

Al parecer la Cecilia de carne y hueso fue sepultada aquí el 21 de mayo de 1893 a los 86 años, según consta en el libro de exhumaciones que hasta el año 1924 se dividía en Blancos y Pardos. Es más, en su inscripción aparece como "Doña", una gracia especial que estaba vetada para los esclavas o negras libertas. Otro dato que bien pudo haber sido camuflado por el autor fue que la protagonista de su novela tuvo una hija, en cambio en este panteón se encuentra sepultado un hijo de esta Cecilia. 

La novela termina cuando Cecilia, enloquecida por la muerte del señorito Leonardo y de la que fue culpable por instigadora, es internada en un asilo para dementes. La trama cuenta que cuando Cecilia es abandonada por Leonardo ante la inminencia de su boda con la señorita Isabel, desesperada, le pide a José Dolores Pimienta que impida de alguna manera el enlace. 

Los celos empujan a José Dolores a matar a Leonardo a cuchilladas, mientras que se supone que la intención de Cecilia no era esa. Como si fuera poco, Leonardo muere sin saber que Cecilia llevaba en su vientre el fruto de un incesto. Total que cómplice de asesinato, Cecilia es internada en el hospital de Paula donde se encuentra con Josefa, su verdadera madre conocida como Charo, quien la engendró en concubinato con el dueño Cándido Gamboa, pero víctimas de aquella sociedad que no toleraba sus orígenes. Al final recupera la razón, y termina reconociendo a su hija antes de morir. 

En este caso, la difunta Cecilia procedía de la real casa de maternidad, que desde 1852 estuvo ubicada en el convento de Carmelitas Descalzas de Santa Teresa de Jesús en la manzana comprendida por las calles de Compostela, Teniente Rey, Muralla y Villegas, en pleno corazón de la Habana colonial. No existe nada que demuestre semejante coincidencia, pero la unión entre la ficción y la realidad provoca una especie de enredo encantador que refleja un contexto social y humano que trasciende su época, y convierte al señor Villaverde en uno de los autores más importantes del siglo XIX no solo en Cuba, en Hispanoamérica.

Maldita Hemeroteca 
Articulo Anterior Articulo Siguiente