El hombre que nunca dormía

Junto al presidente Lincoln y a su izquierda, el general John A. McClernand y a la derecha Allan Pinkerton, entonces jefe del Servicio Secreto

En esa fotografía se ve al escocés Allan Pinkerton junto al presidente Lincoln. La foto fue tomada el 3 de octubre de 1862 en el cuartel general del Ejército del Potomac, en Maryland, durante la guerra civil. 

En 1850 este señor organizó “La Agencia Nacional de Detectives Pinkerton” (la primera en su clase en Estados Unidos y en todo el mundo) La recuperación de una gran suma de dinero robada a la Compañía Adams Express, así como el descubrimiento de una conspiración para asesinar a Abraham Lincoln en 1861, le convirtieron en el famoso personaje que fue Mr Pinkerton.

Prestó sus servicios a España para que vigilara a José Martí, entonces organizador del tercer levantamiento de 1895. Eran tiempos en que el patriota cubano se encontraba en su exilio de la ciudad de New York, en 1880. Las Cuentas de gastos de vigilancia de la legación española en Washington ofrecen un pormenorizado resumen de las sumas, que las autoridades diplomáticas pagaron a la mítica agencia privada Pinkerton.

El historiador francés Paul Estrade, gran especialista en temas  Americanos, (uno de los más importantes estudiosos del pensamiento y obra de José Martí) fue uno de los primeros académicos que llamó la atención sobre este capítulo semi olvidado. Lo hizo en el artículo "La Pinkerton contra Martí", publicado en el anuario de 1978 del Centro de Estudios Martianos. Antes de que la isla consiguiera la independencia, España y Cuba libraron tres guerras y en dos de ellas el imperio español obtuvo la victoria. 

Fue por eso que numerosos patriotas cubanos fueron desterrados o se exiliaron, entre ellos José Martí, que se estableció junto a su esposa y su hijo de 15 meses en la ciudad de Nueva York. Era el año 1880 y la familia Martí vivía en una humilde pensión. Poco después otro huésped se alojó en el establecimiento. Sólo se conocieron sus iniciales, E.S. El recién llegado trabó amistad enseguida con los Martí y con el resto de los exiliados. 

Regalaba golosinas a sus hijos, y muchas veces se presentaba a la cena con una botella de vino para agasajar a Martí y al resto de comensales. Lo hacía en realidad buscando información, como consta en el Archivo Histórico Nacional de España, que atesora en Madrid numerosa documentación al respecto. Martí era el principal responsable del Comité Revolucionario Cubano, un organismo que repartía propaganda, recaudaba fondos y compraba armas para la causa independentista en la isla.

El tal E.S. era un investigador privado. 

El misterioso E.S estaba en la plantilla de la "Pinkerton’s National Detective Agency", y su misión consistía en convertirse en la sombra del líder cubano. La embajada española en Washington y el consulado español en Nueva York, que ya habían recurrido a los detectives en otras ocasiones, no sólo contrataron esta empresa, también pidieron ayuda a otra firma de espionaje neoyorquina más modesta, la "Davie’s Detective Agency". 

Sin embargo, la mayor parte de los encargos –y de los beneficios– fueron para la agencia Pinkerton, que utilizó a más de 25 personas en los seguimientos a ciudadanos cubanos. Se asegura que sólo dedicados a José Martí habían 7 espías. De todos el que llegó a tener un trato más cercano fue E.S. con mucha diferencia, pero a este le relevaron J.P., C.B.D., F.J.P., D.B., C.K.E. y N.A.P, según la publicación "Soldados españoles en Cuba" de la Biblioteca Nacional de España (BNE). 

Pero E.S. fue quien dejó un pormenorizado recuento de sus gastos, como era obligatorio en su empresa, que luego incluía el documento en la factura que entregaba al cliente. La agencia Pinkerton enviaba cada mes sus notas de gastos al consulado español en Nueva York. Así sabemos, por ejemplo, el precio de las 23 botellas de vino que su hombre compró en la pensión a 75 centavos cada una. 

También existen documentos donde se refleja que gastó otros 20 centavos en dulces para el hijo de los Martí y los de otros matrimonios. Las facturas eran reenviadas posteriormente por el consulado a la embajada, que las hacía llegar al ministerio de Ultramar y al de Estado (Asuntos Exteriores). Por eso es que se encuentran a buen recaudo en el Archivo Histórico Nacional. 

Cualquier estratagema valía para ganarse la confianza de los espiados. E.S. llegó al punto de contratar a una colaboradora para que esta recibiera clases particulares de castellano por parte de José Martí y su esposa. El depauperado Gobierno español destinó en 1880 más de 67.000 dólares, un capital respetable para la época, en el uso dedetectives y otros “gastos de vigilancia” a los exiliados cubanos en EE.UU. 

Uno de sus primeros biógrafos, el militar e historiador Enrique Collazo, aseguró en "Cuba independiente", articulo fechado en 1900, lo siguiente: "Tiempo después, Martí cayó “en delirios de persecución que lo hacían ver espías y detectives por todas partes”. Recordemos en la carta que escribió a su amigo Manuel Mercado la frase: “En silencio ha tenido que ser porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas”.

Tras doce años de guerra, la llama de la rebelión parecía extinguirse y España decidió prescindir de la agencia Pinkerton el 21 de agosto de 1880, aunque siguió vigilando otros rebeldes cubanos asentados en Filadelfia. La muerte de Pinkerton fue lo más grotesco e inconcebible que pueda uno imaginarse. El hombre se cayó en plena calle golpeándose barbilla con el pavimento de la acera. 

Con el impacto se mordió y se cercenó un pedazo de su lengua, derivando posteriormente en una gangrena que le causó la muerte. Dejó escrito varios libros, pero uno de ellos, en 1884 y que sigue teniendo mucha actualidad se tituló: “Huelguistas, comunistas y vagabundos”. De hecho fue, además de un azote para los malhechores, un consumado "rompe huelgas" que solía infiltrar sus agentes entre los agitadores de izquierdas. Su slogan publicitario era: "We never sleep". (Nunca dormimos).

Maldita Hemeroteca 
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