En el segundo tercio del siglo pasado, Antonio Villamil Santalla era uno de los hombres más ricos de Cuba. Presidía el grupo Villamil Santalla y Cía SL que tenía una fábrica de tabacos en Artemisa, por entonces perteneciente a Pinar del Río hasta 1969, y otra de cigarros de la marca Royal en la calle Campanario, en La Habana.
En el ranking de propietarios de Cuba _elaborado por Guillermo Jiménez Soler_ ocupaba el octavo lugar en producción de cigarrillos con un capital emitido próximo al millón de dólares. Su emporio fue el resultado de la unión de dos familias _los Villamil y los Santalla_ que como hacían los Reyes Católicos, llevaron a cabo una política de alianzas matrimoniales que les reportó grandes éxitos y notables beneficios.
La saga hizo bueno el dicho de Alberto Moravia de que el amor es un juego y el casamiento un negocio. Así estuvieron hasta que llegó el 1959 y se acabó todo. Villamil Santalla era hijo de los emigrantes Antonio Villamil Colmenares, de Vilameá, A Pontenova, y de Concepción Santalla Fraguela, de Ortigueira, A Coruña, igual Galicia. (En galego A quien decir En)
Su padre era dueño de las fábricas La Flor del Puro Habano y La Moda. En 1905 fundó Villamil, Santalla y Cía con sus cuñados, José y Benito Santalla Fraguela, que estaban
desde 1889 en el negocio del tabaco en rama. Los Santalla gozaban de sólida posición económica y de un gran reconocimiento social.
Y las relaciones entre los nuevos socios no se limitaron al campo empresarial, si no que se extendieron al ámbito familiar. Matrimonios y negocios fueron de la mano. El matrimonio de Antonio y Concepción tuvo cuatro hijos: Dulce María, Elena, Josefina y el citado Antonio. Un primo carnal suyo, José María Díaz Villamil _que tenía dos hermanos en Cuba, Juan y Tomás_, se casó con Amparo, otra hermana de los Santalla.
Y la hija de ambos, Alicia Díaz Santalla, se casó o la casaron con su primo Antonio Villamil Santalla. El entrecruce de matrimonios y parentescos provocó que, en 1959, Antonio fuese la cúpula de un conglomerado empresarial que distribuía de la siguiente manera: Un 66%, controlado por él, perteneciente a las familias Villamil y Santalla; un 6% de la familia del gallego José Justo Domínguez, que tenía hijos casados con hijas de José Fraguela y Antonio Villamil; y un 28% de los hermanos Juan y Alicia Santalla Paredes, primos maternos suyos.
La compañía Villamil y Santalla tenía un gran prestigio por su avanzada tecnología, su permanente innovación empresarial y comercial y su alto nivel de empleo. Fidel Castro la incautó, pero tuvo el cuidado de que tras la nacionalización, su nombre persistiera así como las marcas que aparecían en las vitolas que ceñían sus famosos puros habanos. Un robo redondo.
El presidente que estrenó el teatro del Centro Gallego, Antonio Villamil y José Santalla Fraguela, compartieron muchas cosas. Fueron cuñados y socios y fallecieron el mismo año de 1930. Los dos presidieron el poderoso Centro Gallego de La Habana. José entre 1897 y 1901 y Antonio entre 1915 y 1917.
Antonio Villamil contó en su junta directiva con varios emigrantes de A Mariña. Entre otros, el ortigueirés Francisco Pancho Pego Pita, uno de los más importantes tabaqueros de Cuba, gerente de Partagás, responsable de la sección de Orden; Pascual Aenlle y Aguiar, prestigioso abogado oriundo de Trabada, en Lugo, y presidente de honor de Hijos de Lorenzana, vicepresidente; y Juan Rodríguez Álvarez.
Este ultimo nació en 1880 en Santo Tomé, O Valadouro, en Lugo, y tras fundar y dirigir el periódico anticaciquil "El Valle de Oro", emigró en 1906 y regentó una famosa joyería en La Habana, en la esquina de las calles "Muralla y Egido", en sociedad con su primo Ramón Blanco Álvarez. Otros relevantes miembros de su directiva fueron el interventor Ángel Naya, Secundino Baños, responsable de la asamblea de apoderados; y el editor de Curros Enríquez, Constantino Añel, responsable de la sección de propaganda.
La presidencia del emigrante de Vilameá (A Pontenova) fue, tal vez, una de las mejores etapas del Centro Gallego. En 1907 se puso la primera piedra del edificio con el estreno del Himno Gallego. En 1913 se inauguró el Palacio Social y, dos años después, siendo él presidente, se estrenó, con una temporada de ópera, el Gran Teatro del Centro Gallego hoy llamado tras haber sido confiscado por el castrismo, Gran Teatro de La Habana.
Además de sus cargos societarios, los Villamil y los Santalla desempeñaron otros muy importantes en la sociedad civil cubana. Antonio Villamil fue vicepresidente de la empresa editora de El Diario Español, presidente del orfeón Ecos de Galicia, fundador de Hijos de Vilaodrid y Vilameá y presidente de la Sociedad Anónima de Vendedores de Tabaco y Cigarros de Cuba. José Santalla también presidió esta última entidad, y su hermano Benito la poderosa Asociación Nacional de Fabricantes de Cigarros.
Innovación empresarial, apoyo a sus paisanos emigrantes y regalo de Alfonso XIII.
En sus empresas, los Villamil Santalla fueron innovadores e incorporaron a la publicidad de sus productos imágenes de personajes de moda, como fue el caso del aviador republicano Ramón Franco. A finales de 1925, obtuvieron un contrato con los americanos que les permitía operar en sus fábricas con unas máquinas de última generación, que mecanizaban la producción de cigarros. Para ello crearon una sociedad denominada Compañía Tabacalera Nacional.
La implantación de los aparatos provocó protestas y huelgas de los obreros que temían la pérdida de sus puestos de trabajo, por lo que tuvo que mediar con el gobierno cubano para reconducir la situación. Antonio Villamil tenía su principal mercado en España. En 1909, participó en la Exposición Regional de Santiago de Compostela, presentando un stand y más de 60 vitolas de tabaco.
El puesto obtuvo el Diploma de Honor y la Medalla de Oro del certamen y complació tanto a Alfonso XIII cuando lo visitó, que quiso comprar la colección expuesta. Halagado por su interés, Villamil se la regaló en un gesto que la prensa valoró en más de 1.000 pesetas de las de entonces.
El emigrante de A Pontenova siempre apoyó a sus paisanos. Empleó a muchos en sus fábricas y, en A Mariña, él mismo compró acciones de sociedades y ligas agrarias, como las de Riotorto o de Vilameá-Vilaodrid, para construir sus sedes y desarrollar sus fines.
En sus visitas a Galicia, la prensa lo presentaba como «miembro preminente y prestigioso de la colonia gallega en La Habana», que «viene prestando servicios y protección a los paisanos gallegos en Cuba». Por entonces se anunció que construía «un pazo extraordinario» (casas solariegas y señoriales gallegas) en Vilameá. El emigrante empleó a muchos de sus paisanos en sus fábricas y en A Mariña compró acciones.
Fuente: La Voz de Galicia.