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La mansión Lasa-Baró. // |
Catalina Lasa del Río y Nogueras nació en Matanzas en 1875, y fue conocida en la crónica social como la Maga halagadora, una hermosa, elegante y refinada dama de la sociedad habanera, que había contraído nupcias a los 23 años con el hijo de la benefactora, Doña Marta Abreu, conocida por haber sostenido con sus recursos ingentes gastos de la guerra de independencia.
Don Pedro Luis Estévez Abréu era hijo tambien del vice presidente de la republica, el también matancero Pedro Luis Etevez Romero, compañero de fórmula de Don Tomás Estrada Palma. Por otro lado Juan Pedro Baró, marqués de Santa Rita y vizconde de Canet de Mar, (Mayo 1861) contaba tres lustros más, su ancestros catalanes se había enriquecido con el comercio de esclavos y los ingenios azucareros.
Descendía del emigrante catalán José Baró Blanxard, que por su contribución a la corona le concedieron dos títulos nobiliarios, el de I marqués de Santa Rita y el primero vizconde de Canet de Mar, que heredaría su nieto Juan. Y aunque Baró estaba casado con la joven de 17 años Doña Rosa Varona y González del Valle, hija de una familia de hacendados de gran reputación y tenían dos hijos, Concepción y John, comenzó una relación sentimental adúltera con Catalina en medio de aquel clima sofocante de la estricta burguesía cubana.
La historia cuenta que en una fiesta en 1905, a la que asistieron Catalina y su esposo Pedro Luis, Juan Pedro Baró, que ya por aquel entonces le sacaba 14 años de edad, no pudo resistirse ante tanta belleza. Todo parece indicar que la atracción fue mutua, y las cosas comenzaron a complicarse.
La hermana de Doña Marta, Rosalía Abreu, tía de Pedro Luis, decidió contratar los servicios de un detective para que la siguiera. Y fue precisamente en una suite del Hotel Inglaterra donde descubrieron que los amantes daban rienda suelta a su amor prohibido.
Aunque comenzaron una relación clandestina, la verdad salió a flote. Se daban cita en varios lugares sociales, y se cuenta que en una ocasión, durante una función de ópera en el Gran Teatro, el público asistente llegó a retirarse en señal de protesta por su presencia. Catalina, en respuesta al desagravio, se despojó de sus joyas y las arrojó sobre el escenario, como pago para que la compañía continuara cantando solo para ellos.
Tras una acusación por bigamia contra Catalina impuesta por el joven Pedro Luis, obligó a los tórtolos a huir a París, Francia donde vivieron su romance libres. Fue así hasta que en 1917 regresaron a la Isla, y el entonces presidente, mayor general Mario García Menocal, (su esposa Seva era muy amiga de Catalina) aprobó la Ley de divorcio, y ese mismo año se registró la separación y posterior unión reconocida como un matrimonio legal y readmitido por la alta sociedad.
Fue entonces que Juan Pedro Baró mandó a construir un espléndido palacete de estilo ecléctico en el Vedado. La residencia, edificada en la calle Paseo y 17, fue concebida por los arquitectos Félix Cavarrocas y Evelio Govantes en un estilo de renacimiento florentino, aunque el interior se convirtió en moderno por la influencia causada en los propietarios por la Exposition Internationale des Arts Décoratifs et Industriels Modernes de París de 1925.
--La casa es un lugar de encantamiento donde se ha reportado el avistamiento de apariciones fantasmales, y fenómenos paranormales, así como el sonido de una bola de cristal que rueda por las escaleras y revienta contra el piso, o el aroma de un habano recién encendido en la biblioteca. --
En el Cementerio de Colón, su esposo había dispuesto la construcción de un mausoleo donde ambos pudieran descansar. La doble puerta de cristal negro trabajado al ácido por René Lalique sobre un bastidor de bronce grumoso cierra la cámara mortuoria en la que Catalina Lasa fue enterrada con todas sus joyas, al estilo de los faraones egipcios, y su sarcófago sofocado bajo toneladas de cemento para evitar el saqueo.
Este último homenaje a la mujer que tanto amó costó medio millón de pesos y quedó terminado en 1932. Baró la sobrevivió diez años y ordenó que, a su muerte, se le enterrara junto a su amada. La tumba se selló y lo que vino después, ni el mismo lo imaginó. Con lo que no contó el señor Baró es en lo que se convirtió Cuba después de 1959. Nadie lo hubiera imaginado.
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El matrimonio Lasa-Baró al centro |
Tras una acusación por bigamia contra Catalina impuesta por el joven Pedro Luis, obligó a los tórtolos a huir a París, Francia donde vivieron su romance libres. Fue así hasta que en 1917 regresaron a la Isla, y el entonces presidente, mayor general Mario García Menocal, (su esposa Seva era muy amiga de Catalina) aprobó la Ley de divorcio, y ese mismo año se registró la separación y posterior unión reconocida como un matrimonio legal y readmitido por la alta sociedad.
Fue entonces que Juan Pedro Baró mandó a construir un espléndido palacete de estilo ecléctico en el Vedado. La residencia, edificada en la calle Paseo y 17, fue concebida por los arquitectos Félix Cavarrocas y Evelio Govantes en un estilo de renacimiento florentino, aunque el interior se convirtió en moderno por la influencia causada en los propietarios por la Exposition Internationale des Arts Décoratifs et Industriels Modernes de París de 1925.
También contrataron a Baguès, Lalique, y el dúo Dominique para diseñar los detalles ornamentales: mármol rojo veteado del Languedoc para los suelos, lucernarios de alabastro con motivos florales en bronce dorado, puertas de caoba maciza, escaleras helicoidales con pasamanos de plata. Los jardines fueron plantados por Forestier. Costó su construcción un millón de pesos oro, y en su momento fue considerada la más bella residencia de la Habana.
--La casa es un lugar de encantamiento donde se ha reportado el avistamiento de apariciones fantasmales, y fenómenos paranormales, así como el sonido de una bola de cristal que rueda por las escaleras y revienta contra el piso, o el aroma de un habano recién encendido en la biblioteca. --
A los pocos años de vivir allí, la salud de Catalina comenzó a deteriorarse. La leyenda apunta que su esposo hizo cubrir los espejos para que ella no pudiese ver cómo su rostro y su cuerpo iban decayendo.Juan Pedro se la lleva a Francia para un mejor tratamiento.
Sin embargo Catalina fallece en París el 3 de noviembre de 1930, a la edad de 55 años. Se dice que durante el viaje de regreso, sobre del cadáver embalsamado de doña Lasa en capilla ardiente a través del Atlántico en el vapor francés "Mexique", un avión descargaba diariamente una lluvia de rosas sobre la cubierta. Esas mismas flores decoran la tumba proyectando su luz ambarina.
La crónica social en el Diario de la Marina llegó a decir incluso, que en la construcción se utilizaron "arenas del Nilo, mármol de Carrara, y la más fina y moderna cristalería, al estilo Art-Noveau, en los cuales fue aplicada la novedosa la técnica del claro de luna, con la cual se logra un cristal con una transparencia lechosa”.
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Estado del mausoleo después del saqueo. |
Este último homenaje a la mujer que tanto amó costó medio millón de pesos y quedó terminado en 1932. Baró la sobrevivió diez años y ordenó que, a su muerte, se le enterrara junto a su amada. La tumba se selló y lo que vino después, ni el mismo lo imaginó. Con lo que no contó el señor Baró es en lo que se convirtió Cuba después de 1959. Nadie lo hubiera imaginado.
De hecho en la actualidad los verdaderos saqueadores dieron buena cuenta del recinto hace muy pocos años. Se dice que además de haberlo profanado, tambien se llevaron la bellísima mampara art-decó de cuarzo transparente. Total que el mausoleo permaneció pendiente de una restauración por parte de historiador Eusebio Leal, que dicho sea de paso, ya ocupa una plaza en ese mismo camposanto, con lo cual dicha reparación no termina nunca.
Hasta que llegue ese día, que no sabemos si por fin llegó, los restos de Catalina como los de su esposo Baró, y también los de su madre, fueron trasladados al panteón de los Emigrados Cubanos, el mismo donde reposan los de la madre del apóstol, la canaria Leonor Antonia de la Concepción Micaela Pérez y Cabrera. Y gracias que no fueron a parar a un contenedor de basura.
Maldita Hemeroteca.