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miércoles, 9 de octubre de 2024

María de las Mercedes Beltrán Santa Cruz. La más feminista de todas las condesas

Para la época en que se narra esta historia, nos podría resultar un poco difícil entender el tipo de vida que llevó la condesa de Merlin en Europa, doña María de las Mercedes Beltrán Santa Cruz de Cárdenas Montalvo y O'Farrill, y no tanto por la manera como la vivió, si no porque no imaginamos siquiera que una Cubana del siglo XVIII fuera capaz de ....

En fin, pudiera ser que esta  decimonónica dama fuera en realidad una facilona, dicho así para no faltar al respeto, o una trepa, egoísta y egocéntrica, codiciosa y ambiciosa mujer, que incluso hoy podría ser vista como una feminista adelantada a su época porque jamás se sintió inferior a nadie entre toda aquella gente poderosa con la que se codeaba, Rossini, Meyerbeer, Musset, Listz, Chopin, Balzac, Orfila, María Malibrán y George Sand, la corte española y hasta los Napoleones franceses.

Se sabe que los amoríos en aquellos años en Europa no era un tema baladí, por el contrario, lo vivían con muchísima intensidad. Cuando la vida amorosa era un tema social y económico generalmente, las verdaderas pasiones se tenían que desahogar por otros medios. Por ejemplo, se conoce que Paulina Bonaparte, la hermana de Napoleón I, se hizo célebre por tener una vida sexual tan activa que organizaba orgías en secreto.

El caso de Isabel II de España, que fue casada por obligación con su primo Francisco de Asís de Borbón, el duque de Cádiz, un reconocido homosexual, hizo que Isabel, en venganza, "se bailara" a media corte, o al menos eso era lo que se decía. O la reina rusa Catalina, otra que se cansó de ponerle cuernos a su impotente marido, el zar Pedro III, pero cuando un asunto de este calibre se relaciona con una Cubana, la curiosidad es doble.

María Mercedes de Santa Cruz y Montalvo nació el 5 de febrero de 1789 en Cuba, en el seno de una de las familias más ricas y poderosas de entonces. Su padre fue el conde de Santa Cruz de Mopox y San Juan de Jaruco, don Joaquín Beltrán de Santa Cruz y Cárdenas, primer conde de la casa Montalvo, y su madre doña María Teresa Montalvo y ÓFarrill. Mercedes era además nieta del primer conde de Macuriges y cuarto marqués de Villalta. 

Su abuelo, don Gabriel Antonio Beltrán de Santacruz y Aranda, había recibido el título de conde de Jaruco de manos del rey de España Carlos III, por el real decreto del 23 de agosto de 1777. Abolengo puro. Mercedes, que era muy bella y además tenía un gran talento musical y literario, se casó en Cuba con el conde de Merlin, de apenas 18 años, Don Joaquín de Santa Cruz y Cárdenas, y tuvieron una hija de nombre María Teresa.

Aun así, "La bella criolla", como le llamaban, era de la opinión que en la isla no había futuro para una joven como ella con lo cual decidió marcharse a Europa dejando atrás al marido, e incluso a la hija con apenas 4 años de nacida. En el viejo continente, donde residió la mayor parte de su vida, llegó a destacar entre lo más rancio de la aristocracia y la intelectualidad de esa época.

Pero vamos al lío.
LOS AMORES

Llegó a Madrid en 1792 con 20 años y rebosando belleza. La criolla causó sensación entre los hombres de la Corte Española, y ya para 1795 era amante de Manuel Godoy, el príncipe de la Paz y primer ministro de la corte, con el que finalmente tuvo dos hijos. 

Este Godoy, que ya estaba casado entonces con la condesa de Chinchón, María Teresa de Borbón, era a su vez amante de la reina María Luisa, la que fue pintada por Francisco de Goya, que al enterarse de que iba a tener un hijo con la Cubana - que finalmente le pusieron Gabriel - se puso como una fiera. Al segundo hijo le pusieron Manuel. 

A Godoy lo dejó cuando cayó en desgracia y, en 1801, comenzó un intenso romance con Luciano Bonaparte, hermano de Napoleón y embajador de Francia en España. Este señor estaba casado y con hijos. Lo conoció en casa del rico Francisco de Cabarrús, a quien le pidió ayuda económica para su arruinado marido que se había regresado a Cuba sin este peso en el bolsillo.

Al año siguiente comenzó otro amorío con el célebre pintor Francisco de Goya, con el que también tendría un hijo. En 1808, nada más llegar a Madrid, comenzó una relación con José I Bonaparte y, como si fuera poco, hasta su mismo hermano, el emperador Napoleón, la tuvo en su cama de vez en cuando. Como podrá apreciar, la Jaruqueña no perdió tiempo en Europa, de hecho "volvió a conocer" a la hija que había dejado en Cuba, cuando esta ya tenía 15 años.

Ante el peligro que significaba esta mujer para las casadas, recibió una "orden de alejamiento" de palacio por parte de la reina, firmada curiosamente por su ex amante Godoy. Mercedes se marchó para un castillo en Córdoba, propiedad de don Vicente Joaquín Osorio, el marqués de Altamira. Allí vivió por espacio de tres años con la prohibición de salir de la ciudad.

En 1807 recibe la noticia del fallecimiento de su marido en Cuba, don Joaquín de Santa Cruz y Cárdenas, cuando aun se encontraba a la espera del permiso para poder abandonar España y viajar a Cuba y con todo listo para partir, le sorprende la caída del reinado y la coronación, el 25 de julio de 1808, de José Ignacio de Bonaparte, conocido como "Pepe Botella", con lo cual el viaje a Cuba, y el correspondiente sepelio, dejaron de ser sus prioridades.

¿El Luto?, bien gracias.

Este monarca no fue su ultimo amante, ya que como dijimos su hermano, el emperador, también se antojó mientras estuvo de paso en Madrid, ciudad que finalmente le fue entregada de la mano del general Tomás de Morla Pacheco, actitud tachada de cobarde y que le costó su destitución y posterior ostracismo. 

Esta relación fue verificada después en su propio "diario intimo", el cual fue encontrado enterrado en los jardines del desaparecido castillo, y antigua morada de su familia Cubana, los condes de Jaruco, durante la estancia de estos en España. (En ese lugar se encuentra hoy la esquina de la calle Clavel, en la Gran Vía madrileña.)

María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo

El capitulo referido se titulaba: "Mis noches con Napoleón Bonaparte", donde relata las tres jornadas que pasó invitada por el "Ogro", como ella lo llamaba. Fue en la tercera cita, que apuntó como la del 9 de diciembre de 1808, que Napoleón supo al fin comportarse como un caballero, tanto en la alcoba como fuera de ella. 

La primera no pudo hacer nada, porque Mercedes se apareció a la cita con su hijo Ignacio y sobrino del emperador. De hecho, este le puso el apellido y además le concedió la orden de Legión de Honor. Hasta le cambio el nombre a su yegua Desiré por el de María de las Mercedes, y de esto ultimo mejor ni hablar. La condesa siguió siendo amante de su hermano, José Ignacio Bonaparte, estando casado con Marie Julie Clary, y de amante a la condesa de Echauz, María del Pilar de Acedo y Sarriá, la que al final fue desplazada "en esas funciones" por la Cubana. 

Y para rematar, con los años el primer hijo que había tenido en 1798 con el ministro Godoy, se casó con la primera de las hijas que tuvo con José I Bonaparte, y no solo eso, el hijo que había tenido con el maestro Goya, al que llamaban "Paquito", se casó con la otra de sus hijas en 1835. La condesa de Merlín, que como hemos visto dejó a Cuba muy alto en las cortes europeas, murió en París el 30 de marzo de 1852 mientras vivía con su hija cubana María Teresa, entonces con 20 años. 

Sus restos reposan en el cementerio parisino "Pere Lachaise", en el panteón de la familia O’Farrill. Con los años "la canalla" compuso una popular copla que decía: "La condesa tiene un tintero donde moja la pluma José Primero". Agregar que finalmente pudo hacer su viaje a Cuba, hospedándose en la casa de "Mateo Pedroso", foto de arriba, donde vivían sus tíos Juan Montalvo y O’Farrill y María Antonia Calvo de la Puerta y Peñalver con sus hijos. 

De esta casa, así como de las impresiones de ese viaje, Mercedes hizo una detallada descripción en su obra "L’Havane", editada en 1842. Las cartas se editaron en tres tomos, que traducidos al español se imprimieron en Madrid en 1844 con el titulo de "Viage a la Habana", y con prólogo de su ilustre compatriota, la poetisa, dramaturga y gran novelista camagüeyana, Gertrudis Gómez de Avellaneda. 

Dirigidas a parientes y amigos influyente de entonces, las cartas narran a los europeos los hábitos y las costumbres del Nuevo Mundo, en cambio la versión en español fue censurada ante las críticas que hizo al régimen colonial, sobre todo al tipo de vida social y cultural que se vivía en la isla en ese tiempo. 

De hecho, de las 36 cartas francesas solo se publicaron 10 en idioma español. Las revistas cubanas "Faro Industrial de la Habana" y "Diario de La Habana", publicaron algunos fragmentos de esta obra tituladas (sic) "Las mugeres de La Habana". Sin embargo, en Cuba nunca la reconocieron como una escritora nacional. 

Y no solo por el rechazo que le hicieron al idioma francés, si no porque le señalaron no haber denunciado debidamente los métodos despóticos del capitán general Leopoldo O'Donnell, cuando en realidad sí lo había hecho aunque quizás no le entendieron. Tanto fue así, que en la dedicatoria que hizo de su libro a O'Donnell se lo deja claro:

"Permitidme, General, que ponga bajo vuestra égida protectora esta obra concebida por el sentimiento patriótico de una mujer, a la que sólo ha inspirado el deseo ardiente de ver feliz a su país. Al descubrir sus males a la metrópolis e indicar los remedios para combatirlos, apelo a vuestra alma generosa.

El poder que reside en vuestras manos puede convertirse en áncora de salvación. Gobernador general de la Habana, sed habanero, General; reformad las leyes, obtened una representación nacional para la Isla, mitigad vos mismo legalmente la dictadura de jefe supremo y añadiréis nuevos laureles a aquellos tan bien merecidos que vuestra valentía ha conquistado".

En una de sus cartas censuradas en "Viaje a La Habana", la condesa hace una comparativa entre la sensibilidad criolla y la experiencia europea, donde señala todas las lacras del gobierno español con respecto a la colonia. 

"Ha llegado el momento de pensar en estas colonias fieles y tan fecundas. La absorción británica amenaza con invadirlas; pueden si se les abandona volverse inútiles y peligrosas, mientras las más sencillas reformas las convertirían en ganaderos de abundancia para la Madre Patria, en centros luminosos para la civilización de las Antillas, en gloria para España. [...]

Es preciso que ante los ojos de Europa la gestión colonial de España y su administración lejana no aparezca más en esta forma atrasada y bárbara. [...] Que la Metrópoli nos haga el gran beneficio de darnos unas buenas leyes administradas regularmente por hombres honorables (aquí mismo encontrará algunos que hacen excepción y que son la gloria del país) y este gran beneficio digno de ella, seguido de un gran agradecimiento traería después todos los adelantos materiales, todas las mejoras de detalles y el desarrollo de la industria y de la civilización".

Palabras impensables en una mujer de esos siglos que era un mundo de hombres. Pero ni así fue suficiente. Desplazada por la élite literaria en la isla, así estuvo Mercedes de Santa Cruz y Montalvo hasta el siglo XX, cuando la escritora cubana Adriana Méndez Rodena, destacada profesora de la universidad de Iowa, en EEUU, rescató su trabajo en 1974.

Maldita Hemeroteca 

Nota: En esos años la letra J no existía en el idioma castellano

Fuentes: La Habana, traducción: Amalia Bacardi. Madrid: Cronocolor, 1981. FIGAROLA-CANEDA, Domingo. La Condesa de Merlín- María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo. Estudio bibliográfico e iconográfico, escrito en presencia de documentos inéditos y de todas las ediciones de sus obras. Su correspondencia íntima [1789-1852]. París: Excélsior, 1928. //Adaptado de la biografía de Julio Merino, publicada por "El Cierre".

El caso de la Cubana Evangelina Cosío Cisneros


El padre de Evangelina, Agustín Cossío, un colaborador en el levantamiento cubano de 1896, fue detenido y acusado de sedición, por lo que fue condenado a diez años en el presidio de “Isla de Pinos”, rebautizada por el castrismo como “Isla de la Juventud”. 

Se le permitió que dos de sus cuatro hijas, Evangelina y Carmen, le siguieran al destierro. Evangelina, que llamaban "la Juana de Arco cubana", era una chica guapa, de dieciocho años, huérfana de madre, que también cayó prisionera por haber intentado liberar a su padre. El relato de esta historia cuenta que Evangelina intentó solicitar la libertad de su padre ante el coronel José Berriz, gobernador de la isla, quien fue acusado de hacerle proposiciones indecorosas a cambio del pedido. 

Según se recogió, este coronel se personó en su casa una noche, (lo que nunca estuvo muy claro) y resultó apresado por los seguidores de Evangelina que le exigieron la liberación del condenado. Berriz fue rescatado por sus hombres y, en cambio, Evangelina terminó condenada por intento de asesinato y rebelión.

Al menos fue así como llegó la historia a oídos del habil periodista norteamericano William Randolph Hearst, que ordenó a Bryson la liberación (con sobornos), de  la que fue conocida entonces como “la Juana de Arco del Caribe”. 

Encarcelada en la prisión de recogidas en La Habana, es descubierta en agosto de 1897 por un corresponsal del Journal, George Eugene Bryson, que redacta una crónica melodramática con las desventuras de Evangelina, en ese tiempo recluida con las más viciosas prostitutas de La Habana y objeto, según Bryson, del acoso del oficial español. 

Como podrá imaginar, la crónica de Bryson fue acogida por Hearst con gran satisfacción; y la Juana de Arco cubana se convierte en centro de atención. Todos los corresponsales del Journal se movilizan para explotar al máximo la historia. La maquinaria propagandística montada por Hearst funciona a toda máquina y comienzan con enviar una súplica a la reina regente de España, que ostenta el reinado por la minoría de edad de Alfonso XIII. 

Por otro lado, su texto se cursa a numerosos corresponsales y delegados de la prensa de Hearst en Estados Unidos, los que se encargan de recoger firmas entre las mujeres influyentes de sus respectivos estados. Incluso llega a enviarse un telegrama al general Valeriano Weyler, capitán general de la isla. 

Esta operación informativa sobre los avatares de Evangelina, fue un completo éxito y constituyó, sin duda, un ejemplo de la prensa amarillista. El poder de la prensa funcionó a escala de todo un país, cuya opinión pública se había movilizado. Millares de mujeres norteamericanas respondieron a la llamada de Hearst; y el rotativo Journal puedo llenar doce columnas de firmas.  


Se organizaron en el país centenares de mítines para reclamar la libertad de la joven Evangelina. Y lo que le faltaba a España, Inglaterra, emocionada por esta segunda Juana de Arco, responde igualmente de forma masiva al llamado. La presidenta de la Liga de la Temperancia de Londres y Lady Rothschild, recogen unas doscientas mil firmas en favor de la joven cubana.

También el Papa envía un mensaje a la reina regente María Cristina, que sugiere al general Weyler enviar a Evangelina a un convento, cosa que Weyler no hace. Evangelina siguió en la prisión de recogidas, que al parece no era tan inhumana como la describían las crónicas del Journal, según declaraciones del propio cónsul general de Estados Unidos en La Habana.

Este cónsul reveló que la señorita Cisneros disponía, en la prisión de Recogidas, de una habitación de dos piezas muy limpias, que estaba bien vestida y alimentada, y que no se le infligía castigo alguno ni padecía ningún tipo de las persecuciones sádicas que la prensa de Hearst recreaba.

LA EVASIÓN DE EVANGELINA 

La evasión de Evangelina tenía que ser el golpe maestro que coronara la operación publicitaria de Hearst. Encarga a un hombre, Karl Decker, para que la lleve a cabo. No es necesario señalar que el propio Hearst le proporcionó los medios de manera que la evasión, el 6 de octubre de 1897, resultó todo un éxito. 

Los guardianes fueron bien sobornados, y quizá Weyler no estuviera descontento tampoco de poder desembarazarse de tan molesta prisionera. Tras un primer intento de serrar los barrotes de la celda la noche anterior consiguen sacar a duras penas a la esbelta Evangelina, que se las ingenia para deslizarse a través del pequeño hueco que deja el único barrote que consiguieron doblegar. 

Una vez fuera de su celda, atraviesó el abismo del estrecho callejón, sobre la inestable escalera que separa la cárcel de su guarida y, puestos a salvo, bajaron a la calle donde les aguardaba un carruaje que los trasladó hasta la casa del banquero Carlos Carbonell donde permaneció escondida. Cuando llegan, ya la Habana estaba amaneciendo. 

Carbonell, un economista cubano graduado en los Estados Unidos, la condujo al muelle de la Habana vestida como un hombre. Su cabellera fue cubierta por un sombrero, y le pusieron un purito a medio fumar en los labios. Le habían preparado unos papeles falsos a nombre de Juan Sola, embarcando en el “Séneca” y sin levantar la más mínima sospecha de los aduaneros, rumbo a Manhattan, New York.

Su llegada es el 13 de octubre, y el Journal le preparó una espectacular recepción. Tras una permanencia en el hotel Waldorf Astoria a todo lujo, Evangelina, mimada por el Journal, es paseada por los Estados Unidos. Pronunció varios discursos contando sus desventuras y las atrocidades de las fuerzas españolas en Cuba, lo que provocó un aumento de las tensiones entre Estados Unidos y España. 

A pesar de la prudencia de las autoridades americanas, el camino de la guerra parece abierto. En su último mensaje sobre el estado de la Unión, el presidente norteamericano Glover Cleveland condena las maniobras de los partidarios de la causa cubana y los acusa de fomentar la agitación por medio de la prensa, comprar armas, recoger fondos y abusar de la tolerancia de la legislación americana. 

Evangelina al centro y su esposo, el banquero Carbonel detrás. 

Años después, el periodista Willis J. Abbot, que trabajó para Hearst en aquella época, desmentiría esta versión en su libro de memorias “Watching the world go by” de 1933. Afirmó que él estaba junto al “Jefe” cuando se desarrolló el enredo, y que Karl Decker había sobornado a todo el mundo. “El dramático rescate” no solo estaba destinado a ganar lectores, también pretendía “exonerar a los funcionarios de la cárcel de Recogidas” de cooperar en la trama.

Hearst continuaría su ascenso meteórico y marcó, durante medio siglo, la agenda periodística de los Estados Unidos. En 1898, antes de cumplir los treinta y cinco años, forja uno de sus eslóganes favoritos: “El Journal: el periodismo que actúa”. Sin embargo, lo mejor está aún por llegar: “El Maine”... pero como diría Kipling: ”Esa es otra historia”.

La camagüeyana Evangelina Cosío se casó con el banquero Carbonell y, al morir este en 1916, se casó de nuevo dos años después con el abogado habanero Miguel Romero. Evangelina alcanzó la llegada del Castrismo, incluso puede que se haya enterado del fracaso de la zafra de los diez millones. Murió el 22 de mayo el año 1970. No sabríamos decir si fue por coincidencia o porque Castro lo eligió a propósito, pero aquel alzamiento de Evangelina en la Isla de Pinos fue un 26 de julio de 1896.

Maldita Hemeroteca
Fuentes:
Internet 
La Razon.es

sábado, 5 de octubre de 2024

LEOPOLDINA GRAU: el batido que pudo haber cambiado la historia

Polita ayudó en la salida de más de 14 mil niños de Cuba cuando la operación Peter Pan. //

Según la escritora anti castrista ya fallecida, Tania Díaz Castro, agentes de Fidel Castro se personaron en casa de un ya senil Ramón Grau San Martin, y le exigieron un millón de dólares por la libertad de sus dos sobrinos Polita y Ramón.

Entonces se barajaban cifras, se decía que el tirano había sobrevivido a 467 planes para asesinarle y 167 de ellos fueron atentados fallidos, esta ultima cifra podría ser verídica quizás, haciendo un esfuerzo, pero y las pruebas de las otras donde están. En nuestra opinión, la mayoría fueron paparruchadas fruto de la mente enferma de alguien subido a su propio pedestal. 

Eso sí, comprobado está que algunos sí estuvieron bien cerca de concretarse. Dos de ellos por envenenamiento, y un tercero con un fusil de mira telescópica. E incluso, la misma CIA confesó una vez que le había pagado 150 mil dólares a los mafiosos italoamericanos, Salvatore Giancana y Santos Traficante, a los que Castro le había expropiado varios casinos en la Habana. Sin embargo, no se conoce a ningún mafioso que haya sido un suicida.

Leopoldina Grau Alsina, aka "Polita". 

Nadie de la nueva generación en Cuba conoce a esta señora fallecida en el año 2000. De hecho, el otro día vimos un vídeo de youtube donde una pareja Cubana mostraba áreas del cementerio de Colón en la Habana, y al encontrase con la tumba del mayor general Carlos Roloff dijeron:  "Este me suena de los libros de historia". En fin, reparar esa cabeza del Cubano será otra tarea muy ardua también.

Como tampoco se conocen probablemente, que en sus manos estuvo la posibilidad de cambiar el destino de Cuba radicalmente por medio de un batido envenenado. Fueron los cientos de Cubanos que murieron pasados por las armas en la fortaleza de la Cabaña, entre otras barbaridades, lo que motivó a esta señora a buscar la posibilidad de eliminar a Fidel Castro.

En una entrevista publicada por la Web "código abierto 360", el Dr. José R. Alfonso, máster en contra-inteligencia y experto en anti-terrorismo, dijo que no todos los Planes de eliminación física contra Fidel Castro fueron detectados por la inteligencia Cubana, e incluso aseguró que algunos tuvieron un elevado nivel de riesgo pero que calculo en probabilidades de éxito pudieron ser de más del 90%.

Como ejemplo, cita el atentado llevado a cabo en marzo de 1963, cuando Polita Grau le informó a la CIA que Fidel acostumbraba a visitar cada noche el hotel Hilton, y tomarse un batido de chocolate en la cafetería. Le informó además, que el gastronómico que lo atendía personalmente, Santos de la Caridad Pérez, era una fuente de información de absoluta confianza. También estuvo enrolado en esta "misión" otro camarero de nombre, Manuel de Jesús Companioni Souza.

La CIA decidió entonces emplear unas cápsulas líquidas sin sabor que contenía un veneno mortal. Estas pastillas llegaron a Cuba supuestamente a través de Alejandro Vergara, un diplomático español acreditado en La Habana, que se las entregó al barman Santos de la Caridad. (Fuente: Libro de Luis Báez, "El mérito de estar vivo".) 

La historiografía de este atentado plantea que cuando Fidel pidió su acostumbrado batido, el barman fue a la nevera en busca de las cápsulas pero estas se "habían pegado al hielo del congelador", que al intentar despegarlas se desintegraron. Como bien dice en la entrevista, "Fidel se tomó su batido sin saber lo cerca que estuvo de la muerte ese día". 

--Algunos rumores decían que como Fulgencio Batista tenía un brujo mayombero de la zona de Jovellanos disponible 24 x 24, Castro fue "rayado" en la religión del Palo Mayombe en su etapa más juvenil. --

Cuando Fulgencio Batista sufrió aquel atentado por el directorio revolucionario en 1957, la letra del año en Cuba fue "Obbara Meyi", de ahí que su brujo mayombero Chano Betongo, le encargara "encarecidamente" agregar una salida adicional que, a la postre, dicen que fue la que le salvó la vida. (Revista Bohemia 1963 "Batista" pág 50 y 51). 

Aunque en otra entrevista su hijo Bobby, ya fallecido, lo desmiente tajantemente, afirmando que lo que no sabían los intrusos era que su papa subía al piso más arriba a leer después del almuerzo. Es más, su ayudante personal, el capitán Alfredo Saludé, negó también la presencia de este sacerdote, toda vez que la esposa de Batista, Martha Fernández, era una católica muy devota al igual que lo era Batista.

En el caso de Castro, - según se dijo también - cuando de chico estuvo muy enfermo una bruja le sugirió a la madre, Doña Alina Ruz, que visitara a un palero para que los "rayara". El propio Castro lo admitió de cierta forma en una entrevista con el clérigo comunista Frei Beto, donde le afirmó lo extendida que estaba la práctica de la santería en aquella zona donde vivían.

Santos de la Caridad cumplió más tarde prisión por estos hechos y si no se ha muerto, lo cual es muy probable, radica en la ciudad de Miami. Por otro lado Polita, que como muchos conocen fuera sobrina del ex presidente Ramón Grau San Martín, la condenaron en 1965 a treinta años de prisión junto a su hermano Ramón, alias Mongo.

Al final Polita, que se tuvo que exiliar de Cuba en 4 ocasiones, 1931, 1932, 1935 y 1952, y esta ultima porque el malísimo de Fulgencio Batista se lo pidió encarecidamente a su madre para evitar males mayores, pues ya la policía estaba muy nerviosa. Este fue el diálogo:

“Paulina, me da mucha pena decirle esto, pero aquí tengo a Ventura diciéndome que ya le es imposible controlar a Polita, que cada día se vuelve más arriesgada. Como usted comprenderá, no puedo meterla presa, así que le sugiero que hoy mismo, a más tardar a las seis de la tarde, la mande para Miami en un avión".

Su madre le contestó: 

“Así lo haré y le agradezco su aviso”. 

En cambio, de Fidel Castro no recibió ningún aviso. Fue liberada en 1978 a los 63 años de edad, luego de haber cumplido 14 años de la citada sentencia, mientras que su hermano Ramón, preso plantado del "Combinado del Este", tuvo que esperar hasta 1983 para lograr la suya luego de cumplir 20. 

Como hicieron Hubert Matos, Clodomiro Miranda, Mario Chanes de Armas, Plinio Prieto y Porfirio R. Ramírez, entre muchos otros, plantaron cara al que un día defendieron con su vida. Sin embargo, que va pedirle usted a un pueblo que no sabe ni donde nació Máximo Gómez. No todos claro, me refiero a esa juventud que ya viene "dañada de fábrica".

Por esas fechas habían en las cárceles castristas miles de presos políticos, de ellos mas de un centenar de mujeres a las que el cineasta Lilo Vilaplana homenajeó en un film de reciente factura. Polita falleció en la Villa María Nursing Center, perteneciente al Mercy Hospital de Coconut Grove, en Miami, Florida, en el año 2000. Ocho años después la ciudad de Miami nombró una calle "Ramon and Polita Grau-Alsina Avenue" en sus recuerdos.

Fuentes: Arocha, Zita. "Polita Grau no puede olvidar a los todavía presos." Miami, Florida: The Miami Herald, 1978 // Associated Press. "Cuba’s Polita Grau; Jailed for her anti-Castro Efforts.” Chicago, IL: Chicago Tribune, 1963. // Bolender, Keith, and Noam Chomsky. // Voices from the Other Side an Oral History of Terrorism against Cuba. London: Pluto Press, 2010 // Blog de Tania Díaz Castro.// El Pais.es

martes, 1 de octubre de 2024

Las primeras damas de Cuba

Serafina Diago de Cárdenas, una de las más bellas, fue esposa del presidente Miguel Mariano Gómez.

Excepto el doctor Ramón Grau San Martín que no se le conoció esposa, y que como primera dama hacía papel su sobrina Paula Alsina Grau, la valiente Polita, presa política por varios años y que luego en el exilio fue cerebro de la operación "Peter Pan", los demás presidentes tuvieron del brazo, camino a la poltrona, a sus esposas como primeras damas de Cuba.

Empezando con la Hondureña María Genoveva de Jesús Albizu, conyugue de Tomás Estrada Palma, hasta María de la Caridad Molina Suarez del Villar, profesora de inglés y esposa de Osvaldo Dorticós Torrado, fueron 18 las mujeres que acompañaron a sus maridos en la más alta magistratura de la nación Cubana. 

Tomás Estrada Palma y familia

María Genoveva de Jesús Guardiola Arbizú, nació el 30 de junio de 1858, en la ciudad de Comayagua, capital del Estado de Honduras, siendo hija del Presidente y General Brigadier José Santos Guardiola Bustillo y su señora Ana Mateo Arbizú Flores. No sabríamos decir con exactitud, pero puede que haya sido ella la única extranjera. "Tomasito", como le llamaban José Martí y Máximo Gómez, falleció el 4 de noviembre de 1908, mientras que "Veva" el 20 de diciembre de 1926.

El segundo presidente, José Miguel Gómez, tuvo por esposa a doña América Arias, una rica pero importante colaboradora de la causa independentista Cubana que era natural de Sancti Spíritus, en la zona central de Cuba. Se casó con el cuando apenas era un comandante mambí, pero por sus esfuerzos brindados a la causa cubana llegó a ser ascendida a capitana. Actualmente en Cuba existe un hospital que lleva su nombre. 

La señora Mariana Seva de García Menocal fue la conyugue del tercer presidente, ingeniero y mayor general de la guerra de independencia, Mario García Menocal, fue elegido por dos mandatos, del 1913 hasta 1921. La señora Sava fue presidenta de las damas de la cruz roja Cubana. Menocal, que fue jefe de la policía de la Habana y mayoral del central Chaparra, tenía como vice presidente al destacado pedagogo Enrique José Varona. 

La señora Mariana Seva de García Menocal, esposa del mayor general Mario García Menocal

Alfredo Zayas y Alfonso, el cuarto presidente cubano, estuvo casado dos veces, primero en 1884 con Margarita Teresa Claudia del Carmen Arrieta y Diago y luego, en 1914 y ya como presidente, con María de la Asunción Jaen y Planas. Zayas murió en Abril del 1934, y su viuda donó al Archivo Nacional de Cuba una valiosa documentación, entre ella el único diccionario de vocablos indígenas de Cuba. Ambos están sepultados en el cementerio de Colón, en el panteón de la familia Zayas-Jaén. 

Elvira Francisca Machado Nodal nació el 28 de octubre de 1868 en Santa Clara y fue la primera dama de cuba durante el mandato de su marido el general de la guerra de independencia, Gerardo Machado y Morales en 1925. 

Se casaron en el 1894 y, a la caída de su marido, emigró a Bahamas y de ahí a Vermont en Estados Unidos. Luego vivió en Manhattan, Nueva York, hasta el 1940. Murió el 5 de enero de 1968, en Miami, Florida, a la edad de 99 años y fue enterrada en la misma lápida de su esposo muerto en 1939, en el cementerio de Miami Dade. 

 INTERINOS E INTERINAS 

Hay que aclarar que hubo casos, y no pocos, de presidentes que no fueron electos en las urnas, con lo cual sus esposas ocuparon el papel pero en presidencias interinas. Como fue de Ofelia Rodriguez Arango, esposa de Carlos Herrera Franchi, presidente en 1933 por solamente un día, y que falleciera en La Habana el 18 de marzo de 1954, a la edad de 79 años. 

Laura Bertini y Alessandri, esposa de Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, en la imagen con bastón en el brazo

Así mismo la señora Laura Bertini y Alessandri, esposa de Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, lo fue durante un mes en agosto de 1933 o la de Carlos Hevia, doña Elisa Edelmann Ponce, por apenas 72 horas. Elisa murió en el 1934, mientras que Hevia en abril de 1964 a la edad de 64 años en Miami. 

Casos parecidos los de las señoras Mercedes Márquez Sterling, esposa del interino Manuel Márquez Sterling y Carmela Ledón, de Carlos Mendieta Montefur, coronel de la guerra de independencia, que llegó a la presidencia interina en 1935. Así mismo Marcela Cleard fue esposa del interino Jose Agripino Barnet hasta el 1936, por cinco meses, el único presidente español que hubo durante la democracia cubana. 

Es entonces que llegamos a la más hermosa de todas, doña Serafina Luisa Diago de Cárdenas, la esposa del presidente Miguel Mariano Gómez, que aunque fue electo en Mayo del 1936, resultó destituido por el senado en diciembre de ese mismo año. 

¿Su delito? vetar la Ley Cent, un ingreso por cada saco de azúcar de 250 libras producido en el país, que sería destinado a financiar las escuelas Cívico-Rurales impulsadas por Fulgencio Batista. En 1940 Gómez se postuló nuevamente para la alcaldía de La Habana, pero perdió ante Raúl Menocal. Falleció el 26 de Octubre de 1950, a la edad de 61 años en Habana. Un dato: era hijo de la benefactora, doña América Arias. Su esposa Serafina, IV marquesa de Almendares, murió en 1986. 

Federico Laredu Brú, coronel del ejercito libertador, estuvo casado con la señora Leonor Gómez Montes cuando fue electo presidente desde 1936 al 1940. Brú falleció de causas naturales en La Habana el 7 de julio de 1946, a los 71 años de edad. A Fulgencio Batista le acompañó en 1940 su primera esposa Elisa Godínez, con la que se casó en 1933. 

Mary Terrero, esposa de Prío Socarrás.
Elisa, natural de la localidad Habanera de Vereda Nueva, murió el 19 de junio de 1993 a los 88 años de edad y estando casada en segundas nupcias con Máximo Rodríguez , un ex congresista cubano. 

Ambos emigraron a Estados Unidos en 1959, instalándose en Miami. Por su parte Rodríguez murió en 1962. De su matrimonio con Batista nacieron Rubén, Mirta y Elisa Aleida. Se divorciaron en 1945. 

Aunque dijimos que Ramón Grau San Martín nunca tuvo esposa, nos gustaría señalar aquí una anécdota que contó una vez la escritora y disidente cubana, Tania Díaz Castro. Según afirmó, Grau estuvo perdidamente enamorado de Renee Méndez Capote, hija del mambí Domingo Méndez Capote. 

E incluso aseguró también que en 1944, durante un discurso en palacio pronunciado por el empresario norteamericano Spruille Braden, Grau estuvo todo el tiempo manoseándole las nalgas. Que fue tal su obsesión por esta señora, que hasta estuvo a punto de meter preso en La Cabaña a su marido, el periodista Antonio Cabrera Escanelle. Tanía aseguró que fue la misma Renee quien le contó esta increíble historia. 

A Prío, como ya dijimos, le siguió como presidente en 1948 y le acompañó en la magistratura su señora María Dolores Tarrero-Serrano, nacida en 1924 en el ingenio azucarero Morón en Pina, Ciego de Ávila. Su padre, Gerardo Tarrero Sanz, era el contador de ese ingenio. En el momento en que Prío fue electo, María tenía apenas 24 años de edad. 

En el centro Martha Fernández en un acto solidario con campesinos

Dicen que fue la primera dama más bella, personalmente no creo que no llegara a la belleza de Serafina Diago pero en fin, cuestión de gustos. Tras el golpe militar del 10 de marzo de 1952 liderado por Fulgencio Batista, y que puso fin al sistema democrático que regía en la Isla, Prío y María Terrero se exiliaron en México y después en Estados Unidos, donde se volcó por restituir la democracia en Cuba. 

En 1956 regresó a la isla, siendo expulsada a la fuerza y luego, al triunfo Castrista, intento lo mismo, hasta que esa vez se dio cuenta que todo lo que su marido había hecho , y dado, a Fidel Castro, había sido en vano. Mary, como la llamaban, se fue a vivir con su hermana a la muerte de Prío, hasta que fallece el 23 de septiembre del 2010. En tanto Prío, como sabemos, se había pegado un tiro el 5 de abril de 1977 en su residencia de Miami. Fue conocido como el presidente cordial. 

Por otro lado Marta Fernández de Batista, hija de emigrantes gallegos, fue la segunda esposa de Fulgencio Batista desde que se casaron en 1945, y en este caso la última "Primera Dama de la republica", aunque en ese momento su esposo era un presidente de facto antes de la llegada al poder del Castrismo en 1959.  Martha falleció de un paro cardíaco en la localidad Floridana de West Palm Beach a los 82 años, en el mes de septiembre del 2006.

Ana Durán de Alliegro

La ultima esposa de un presidente en Cuba, antes de que Castro tomara el control de todo, fue la conyugue del magistrado de Santiago de Cuba, Dr Manuel Urrutia Lleó.

Llegó a la presidencia interina de Cuba con mucha ilusión de reconstruir una Cuba nueva, cargo que ocupó entre el 2 de enero y el 17 de julio de 1959, aunque sin saber los verdaderos planes de Fidel Castro que lo utilizó para blanquear lo que sería su futura dictadura comunista.


El presidente Urrutia falleció el cinco de julio de 1981 en New York, Estados Unidos, sin embargo no encontramos dato de su esposa . Sería justo señalar aquí que antes, tanto Ana Durán de Aliegro como María Luisa Martínez, la ocuparon muy efímeramente en aquel fallido intento que hizo Fulgencio Batista por darle un carácter democrático a su dictadura. La primera, otro bellezón, fue esposa de Anselmo Aliegro y Milá, mientras que la segunda estuvo casada con el magistrado Carlos Manuel Piedra y Piedra.

A Urrutia les sustituye por decisión a dedo de Fidel Castro el abogado cienfueguero Osvaldo Dorticós Torrado, y se cree que la muerte de su esposa, la señora María Caridad Molina y Suarez del Villar, fue lo que le provocó que cayera en una fuerte depresión, que terminó por quitarse la vida de un disparo el 23 de junio de 1983.

Solo resta decir que, que el 16 de abril de 1961, horas antes de la invasión por Bahía de Cochinos, en el mismo momento en que Castro declaró que Cuba era un país socialista, desapareció por completo la imagen de la primera dama dentro de un sistema machista como el suyo. No fue con los años que la internet "sacó a flote" a una señora rubia, desconocida por el pueblo, de nombre Dalia Soto del Valle, porque hasta entonces era su cuñada Vilma Espín quien venía desempeñando esa imagen dentro de la familiar tiranía.

Por Jorge García. 
Maldita Hemeroteca

domingo, 29 de septiembre de 2024

Lydia Cabrera

Lydia y Baró, su ñáñigo informante.

Lydia Cabrera (La Habana, Cuba, 1989 – Miami, Estados Unidos, 1991), destacada discípula de Fernando Ortiz, es una figura imprescindible dentro de la etnología y la antropología de la Isla.

Con estudios en Francia, sus investigaciones sobre la presencia de la cultura africana en Cuba, en sus fuentes lingüísticas y antropológicas, conforman un inventario de ineludible consulta para conocer todos los índices del folclor afrocubano. Reconocida por María Zambrano, Octavio Paz y Roger Bastide, entre otros, Federico García Lorca le dedica La casada infiel: «A Lydia Cabrera y su negrita».

Sobre su fecha y lugar de nacimiento hay controversia, a falta de partida de nacimiento, oficialmente nació en La Habana el 20 de mayo de 1899, en cambio a ella le gustaba mentir con el 20 de mayo del 1900 y la fundación de la República. Hija del historiador Raimundo Cabrera al que estaba muy unida, creció a la manera criolla entre cuentos y leyendas que le contaban sus tatas negras, a través de ellas se adentró en sus dichos, sus relatos de magia, sus miedos...

Su obra cumbre "El Monte", sobre las religiones, la magia, las supersticiones y el folklore de los negros criollos y del pueblo de Cuba, constituye un suceso muy significativo para la cultura de la mayor isla del Caribe.

Desde muy pequeña demostraba afición por la escritura pues era ella quien inventaba los juegos que luego practicaría con sus hermanos. Su personaje preferido era D’Artagnan, y en su corte imaginaria confeccionaba objetos de arte, sobre todo escudos de armas. Estas dos aficiones la acompañarían toda la vida.

Debido a problemas de salud, recibió educación en casa, pero eso no impidió que a los catorce años ya escribiera en la revista de su padre Cuba y América. Amparada en el anonimato, escribía la columna Nena en sociedad, de ahí el sobrenombre con el que también era conocida. Lydia utilizó la columna para fustigar la indiferencia de las instituciones por la cultura, por ejemplo para quejarse la ausencia de representación en el homenaje a Gertrudis Gómez de Avellaneda celebrado en 1914.

En la adolescencia realizó varios viajes a París y cursó estudios en L’École du Louvre. En este nuevo ambiente intelectual y literario del periodo de entreguerras se interesó por las religiones orientales y, en su estudio, encontró semejanzas con la cultura negra que había conocido en Cuba. Volvió a Cuba en 1930, allí las mujeres negras de su infancia le descubrieron abiertamente la tradición africana de sus ancestros, que resistía bajo una cultura impuesta por los blancos.

Muy amiga del general Gerardo Machado.

Se inicia entonces una labor investigadora infatigable de localización de viejos negros de la isla, quienes a través de largas entrevistas, ganándose su amistad y respeto, le permitieron recopilar sus relatos, dichos y refranes, su vocabulario, y describir sus ceremonias religiosas y toda su riqueza folklórica, aunque trascendiéndola, gracias a su cercanía y amistad. Reflejo del conocimiento y asimilación de este sincretismo vital es la publicación de Los cuentos negros de Cuba.

Su obra principal la publicó en La Habana en 1954, El monte: notas sobre las religiones, la magia, las supersticiones y el folklore de los negros criollos y del pueblo de Cuba. Las obras de investigación que publicó desde entonces crearon “un género nuevo y necesario, la etnología activa, el estudio copartícipe del estudiado y el estudioso”.

El diez de diciembre de 1926, el Diario de Marina publicó una extensa entrevista de Lydia Cabrera con el presidente Cubano y general de brigada, Don Gerardo Machado y Morales.

Presintiendo la situación política en la se encontraría Cuba en poco tiempo, se exilió en 1960, primero en Nueva York y finalmente en Miami, la pequeña Cuba, donde siguió publicando obras, entre ellos, su colección de cuentos en la editorial CR, ahora llamada Colección Chicherekú en el exilio.

En los años 70 redactó artículos, pronunció conferencias, empezó a recibir homenajes y doctorados. En los años 80 empezó a fallarle la vista y tuvo que dejar de leer, escribir, y pintar. Finalmente falleció en Miami, en 1991, añorando La Habana que la vio nacer, pero donde se la sigue recordando 

Las siete obras que hemos localizado en la Colección Vega del Pozo, no son casuales. Fernando Fernández-Cavada y París, conde de Vega del Pozo, fue embajador de la S.M. Orden de Malta en varios países de Latinoamérica. Entre los fondos de su biblioteca privada, dedicada de forma muy exclusiva a Genealogía y Heráldica, también encontramos obras literarias o de estudios sobre la cultura de los países donde residió. 

Además, en el caso de Lydia Cabrera los unió una amistad que demuestran, tanto la dedicatoria de uno de sus libros, como los recortes de prensa sobre la autora que Fernández-Cavada conservaba dentro de ellos y que han dejado la correspondiente huella. Quizá, la afición infantil de Lydia por D’Artagnan y los escudos de armas ayudara a estrechar su amistad.

viernes, 20 de septiembre de 2024

CHELO ALONSO: Sofia Loren en versión Cubana.


Este 20 de septiembre la celebre actriz italiana Sofia Loren cumplió 90 años, Sofia Constanza Brigida Villani Scicolone, su nombre de pila, que además de belleza fue ganadora de diversos premios internacionales, entre ellos dos premios Óscar de la academia del cine en los Estados Unidos.

Por otro lado, y con un nombre italiano también, hubo una actriz Cubana que se le relacionó con la Loren, sobre todo por su parecido físico, Isabel Apolonia García Hernández, más conocida como Chelo, que fuera actriz de cine y televisión en la Isla. Chelo nació en el poblado de Lugareño, en la provincia de Camagüey, el 10 de abril de 1933, un año antes que la belleza italiana.

Incluso, se convirtió en una estrella del mismo cine italiano y, en última instancia, del cine de culto de los años 60 en los Estados Unidos. Isabel, que contaba además con nacionalidad mexicana, pues aunque su padre era cubano su madre mexicana, era conocida por interpretar a mujeres fatales con estados de ánimo ardientes.

Llegó a actuar como bailarina en el Teatro Nacional de la Habana, aunque dicen que su calidad distaba bastante de otras bailarinas de aquella época. Aún así, sus escenas sensuales y su exótica belleza, le favorecieron para encontrar un espacio en el cine Europeo de aquellos años.

Su belleza era una mezcla de lo hermoso y lo salvaje a la vez

Incluso llegó a ser reconocida como un nuevo talento para el baile exótico en la Folies Bergère de París. Ahora eso de que fue conocida como la “nueva Josephine Baker”, nos resulta un tanto exagerado, con perdón. Hay una reseña que dice: "Alonso fue como una bomba H cubana que supo mezclar los ritmos de moda con los afrocubanos de su tierra natal". En eso sí estamos de acuerdo, porque guapa sí era.

En el cine se le vio por primera vez en la película "Nel segno di Roma" (Sheba and the Gladiator) de 1959, protagonizada por la bellisima Anita Ekberg y Georges Marchal. Debido a un número de baile particularmente erótico que interpretó en esa peli, su foto y nombre se hicieron tan populares como el de la misma protagonista, para gran disgusto de la Ekberg. (Ver minuto 0:55)

El baile exótico fue su mejor arma. 

La mayoría de las películas de Alonso eran musicales y de aventuras, al estilo de "Le fatiche di Ercole" (Hércules). Estas películas requerían un talento exótico, y la belleza morena de Alonso encajaba perfectamente en esos papeles. Podría citarse por ejemplo "Goliath and the Barbarians", de 1959, o "Morgan il Pirata", un año después, filmes donde actuó junto al popular culturista norteamericano Steve Reeves, ex Mr Universo 1950.

Se retiró definitivamente de la pantalla en 1968, según sus declaraciones, para criar a su hijo junto a su esposo, el productor cinematográfico Aldo Pomilia, con quien se casó en 1961 y enviudó en 1986.

Estas dos películas marcaron un antes y un después en la carrera de Alonso, ya que en "Goliath and the barbarians" (En italia "Il terrore dei barbari") le concedieron el premio al “Descubrimiento femenino” del cine italiano, mientras que un año después, en "Morgan il Pirata", conoció y se casó con el productor cinematográfico italiano, Aldo Pomilia.

Con Steve Reeves en el filme "Terror de los Bárbaros"

Después de actuar en "Quattro notti con Alba (Guerra del desierto) en 1962, tuvieron un hijo, Aldino Pomilia, y entonces Chelo se retiró por un tiempo. Durante una visita de Aldo en España en 1966, donde estuvo en la producción de "The Good, the Bad, and the Ugly", hizo un breve cameo sin texto que no fue muy cementado.

Pomilia la produjo como una prometedora chica Cubana y jugó contra su compatriota Tomas Milian, nombre artístico de Tomás Quintín Rodríguez, actor de western espaguetis nacido en La Habana. Puede que su trabajo en la peli de culto "Corri uomo corri como Dolores", haya sido el mejor papel cinematográfico de toda su carrera. 

Aunque breve, Chelo volvió a impresionar haciendo una variación de ese papel de Dolores en otra peli del género Spaghetti Western, llamada "La notte dei serpenti" (Nido de víboras), de 1969, dirigida por Giulio Petroni. A partir de aquí, Chelo deja el cine y se concentra en la televisión italiana. Tres años después intentó volver pero ya no era la misma. 

Puede que no fuera Sofia Loren, pero Chelo era también muy bella.

Trabajó en tres películas más, incluyendo The Good, The Bad and the Ugly (El Bueno, el Malo y el Feo), junto a Clint Eastwood, haciendo la esposa de (Stevens), en la que su personaje, sin texto, era de una esposa sin apenas detalles a destacar. Ni siquiera fue considerado como secundario. 

Trabajó en películas producidas entre 1959 y 1962, pero a partir de "Hércules", con Steve Reves, la figura sensual de Chelo abrió las puertas a un nuevo género de filmes que demandaban figuras exóticas.


Sin embargo todavía podía apreciarse en ella esa rara belleza, mezcla de lo hermoso y lo salvaje a la vez. Se retiró definitivamente de la pantalla en 1968, según sus propias declaraciones, para dedicarse a criar a su hijo y estar junto a su esposo Aldo Pomilia.

Luego de la muerte de Aldo, en 1986, se muda a la ciudad de Siena, en la Toscana, donde puso en funcionamiento un hotel de cuatro estrellas. Chelo Alonso murió el 20 de febrero de 2019 a la edad de 85 años y, a pesar de que su paso por el cine no fue como ella hubiera querido, tuvo bastante historia para contar.

Tan es así, que llegó a actuar junto a importantes nombres de esta cinematografía europea, como Vittorio De Sica y Alberto Sordi, e incluyendo una breve aparición junto a una joven estrella del cine norteamericano en ese momento, Clint Eastwood, y dirigida por el gran Sergio Leone.

Sophia Lóren.

Eso sí, la belleza y la sensualidad de la Loren fue incomparable. De hecho, el actor Tom Hanks se arrodilló una vez frente a ella, justo después de conocerla, y totalmente abrumado le dijo: "Señorita Loren, es usted la mujer más bella que he visto en mi vida". En fin, como dijera aquel cardenal del Vaticano que condenaba la idea de la clonación humana: "Sophia Loren sería la excepción".

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Fuente: Famosos en el cielo.

jueves, 1 de agosto de 2024

Ofelia Schuder y García Menocal: “Creo que mi madre fue la última mambisa cubana”

La casa de Fausto Menocal, en N y 25, donde nació la entrevistada (Foto: Cortesía)

MADRID, España. – Casi todos los habaneros conocen la hermosa casona en lo alto de un promontorio rocoso que se encuentra en la esquina de las calles N y 25. Ya no tanto por sus antiguos propietarios, Fausto García-Menocal Deop ―hermano del que fuera presidente de la República cubana― y su descendencia, sino porque a partir de 1973, fecha en que sus dueños legítimos fueron expulsados de Cuba, el Gobierno la convirtió en el Palacio de los Matrimonios del Vedado.

La casa siempre me gustó por su aire de mansión victoriana, con una columnata semicircular en su portal, sus hermosos jagüeyes y el misterioso túnel para que los autos pudieran subir hasta su entrada principal. De hecho, en Fugas, una de mis novelas, esta casa marca una de las etapas del itinerario del personaje, un joven universitario cubano que, en la década de 1980, atraviesa esa parte del barrio.

En esa casa vivió, hasta su salida de Cuba, Ofelia García-Menocal Brito. Esto fue antes de que, tras un ultimátum de Fidel Castro, ella y Ofelia Schuder y García-Menocal, su hija de 13 años, salieran rumbo a Madrid, después de que Ofelia madre fuera encarcelada. En el exilio, esta última se convirtió durante tres décadas en epicentro de la vida de los que llegaban huyendo del castrismo.

Considerada como una “pasionaria” de la lucha contra la dictadura cubana, trabajó arduamente desde el Centro Cubano de Madrid y la Federación Mundial de Expresos Políticos de la que fue su secretaria permanente hasta su fallecimiento. Con el tiempo, y tal vez porque su labor y dedicación datan de una época en que el internet no existía, es difícil encontrar información e imágenes sobre su vida y obra, e incluso, sobre otros que como ella mantenían viva la causa cubana desde la capital de España.

Para subsanar, en la medida de lo posible, estos olvidos, entrevisto en Madrid a su hija Ofelia Schuder García-Menocal, marquesa de Arcicóllar, quien conserva inédita la autobiografía de su madre, y muchísimos documentos, fotografías y, sobre todo, una vívida memoria de su infancia en la Isla, así como de la entrega, sin concesiones ni beneficios a cambio, de su madre. “Una vida de sacrificios”, resume, “que me marcó de joven y contribuyó al poco entusiasmo y al mucho escepticismo que me inspiran los tiempos que corren”.

―Naciste en el seno de una familia que marcó la historia cubana, no solo política, sino también artística y cultural. ¿Tenías conciencia de esto siendo niña?

―Nací en 1960 con la Revolución andando. Mi madre era hija de Fausto García-Menocal Deop, hermano de quien había sido presidente de la República cubana. Con el triunfo del castrismo, la mayor parte de la familia se exilió, o sea, que mi llegada al mundo ocurrió en medio de un cataclismo que había removido los cimientos de lo que había sido hasta ese año mi institución familiar y la de casi todas las familias cubanas en general. 

Mi madre, no era una simple descendiente de ricos, como suele decir la propaganda del régimen. Era doctora en Derecho Civil por la Universidad de La Habana y licenciada en Derecho Diplomático y Consular (1937-1943). Fue nombrada cónsul por oposiciones en 1957, hablaba varios idiomas, tenía una gran cultura y se esmeraba en transmitirla a quienes la rodeaban.

Su padre era el menor de todos los hermanos de Mario García-Menocal, al punto que cuando estalló la Guerra de Independencia no había alcanzado aún la mayoría de edad. Por eso intentó dos veces incorporarse al Ejército Libertador, fugándose de casa para llegar a la manigua; y dos veces el propio general Calixto García lo envió de vuelta a sus padres. Mi abuelo fue luego representante de la Cámara y senador de la República.

La familia había estado muy implicada en la Guerra de los Diez Años, así como en la de Independencia. Mi tío abuelo Serafín tuvo que emigrar por esa razón a Nicaragua, en donde fomentó la industria azucarera de ese país, y gracias a esto pudo mantener al resto de la familia que se había quedado en Cuba, arruinada por la guerra de 1868. Gustavo, otro tío abuelo, también fue coronel del Ejército Independentista.

La familia de mi madre estuvo siempre muy implicada en la historia del país, incluso después del castrismo. Dos primos de mi madre, Eugenio y Jorge Sardiña Menocal (nietos del que fue presidente) fueron miembros de la Brigada 2506 y de los dos, el último participó en el desembarco en bahía de Cochinos como capellán. También Raúl García-Menocal Fowler y mi tío Fausto iban en esa misma brigada.

Pero la familia contaba también con varios artistas, como Pedro García-Menocal Almagro, que fue un gran retratista de grandes personalidades norteamericanas. El retrato mío que ves allí lo pintó él cuando tenía 31 años, regalo de bodas cuando me casé en 1991. 

Y más lejanamente, el pintor Mario García-Menocal y García-Menocal, uno de los pilares de la Academia de San Alejandro. Sin contar la influencia en la vida religiosa del país, pues también era primo nuestro el vicario y arzobispo Carlos Manuel de Céspedes García-Menocal.

Por supuesto, todo ese mundo de nombres, cargos, anécdotas, alianzas, guerras y exilios fue poblando la imaginación de una niña como yo que había nacido rodeada de objetos e historias sobre la familia.
Fiesta en casa de Fausto Menocal, en el Vedado, 1938 (Foto: Cortesía)

―Ofelia, tu mamá, decide quedarse en Cuba y defender a capa y espada su legado familiar. ¿Por qué renuncia al exilio, contrariamente a casi todos los miembros de su familia y qué consecuencias tuvo esta decisión?

―Mi madre no le tenía miedo a nada. Había visto mundo y conocido a mucha gente. Había vivido permanentemente en el Hotel Ritz de Madrid entre 1946 y 1954, o sea, durante nueve años, porque su madre, Ofelia Brito Mederos, que era propietaria de varias casas en La Habana, tenía alquilada la suya a la Embajada de Bélgica, en el mismo sitio en que se encuentra hoy en día, en la Quinta Avenida de Miramar y la calle 24, frente al gran parque de la iglesia Santa Rita. 

Esa casa había sido construida por el arquitecto César Mederos Menocal, pariente nuestro, y mi abuela quiso destinarla a embajada, cosa que logró alquilándosela al Reino de Bélgica por $ 900 mensuales. El Sr. Rosier, embajador de ese país, quedó muy complacido con la casa y la manera en que mi abuela la había amueblado recurriendo a los anticuarios que existían en las calles Consulado y Salud. Y solo pidió como condición que el comedor fuera de Jansen y mi abuela lo complació.

Durante esos años de vida en Madrid, en que era una veinteañera ―pues había nacido el 18 de marzo de 1920, en la clínica del Dr. Gustavo de los Reyes, en la calle 21 y G del Vedado― frecuentaba a gentes tan diversas como Orestes Ferrara, los condes de París, el rey Pedro II de Yugoslavia, Salvador Dalí y todo el beau monde que residía o pasaba temporadas en este célebre hotel del Paseo del Prado madrileño.

Tal vez el haber nacido en ese medio le daba una fuerza particular, algo así como la idea de que nada podría afectarle. El caso es que decide quedarse contra vientos y mareas. Como era diplomática de carrera, nombrada cónsul en la Gaceta Oficial de la República entre 1957 y 1960, Raúl Roa le propuso un puesto de diplomática en París, pues hablaba perfectamente el inglés y el francés y había vivido también en Francia anteriormente. Su negativa fue categórica: “Yo no colaboro con un gobierno dictatorial”, le respondió.

Al verse privada de su trabajo, comenzó a sobrevivir vendiendo enciclopedias y objetos, para mantener nuestra casa. Pero en 1961, cuando yo tenía un año de nacida, conoció en una recepción de la embajada belga ―que como ya conté estaba todavía alquilada por mi abuela al cuerpo diplomático de ese país― al embajador de Francia en La Habana, quien la contrata para ocuparse de las traducciones y como secretaria en la sesión de asuntos culturales. 

También crea su propia agencia de traducciones y hace lo mismo para la embajada suiza. En la francesa trabajó entre 1961 y 1971, pero nunca estuvo exenta de sobresaltos, pues en septiembre de 1963, siendo yo pequeña, recuerdo cuando de madrugada tres milicianos tocaron la puerta para arrestarla en medio de la noche. Mi madre no quiso abrir, pero un miliciano trepó por fuera y penetró en la casa. En pocos minutos la casa estaba repleta de policías y ella fue conducida a Villa Marista.

La acusaban de gestionar asilo a “contrarrevolucionarios” cubanos ante embajadas occidentales en La Habana. En realidad, María Antonia Mier, antigua maestra del Colegio Lafayette, había influido para que mi madre evitara que algunas personas fueran encarceladas, e incluso, fusiladas. Ella pertenecía al Movimiento de Recuperación de la Revolución y su jefe era Rogelio González Corzo, conectado con Manuel Artime, de la Brigada 2506. 

Mi madre aceptó colaborar y le pusieron “Silvia” como nombre de guerra. Así logró conseguir el asilo de Raúl Arango, Gabriel Valcárcel (financiero), Pedro López Peñaranda y su mujer, Ricardo González (a través de México), Sergio Fuentes Frías, Bernardo Hernández Álvarez (ambos por Francia) y a través las embajadas de Italia y Uruguay, el de Felipe Quintero y muchos más. Con Gilberto Bosques, embajador de México entonces, cuyas hijas eran amigas de ella, consiguió el asilo de tres personas. Para ello contaba con el apoyo del vizconde Roger Robert du Gardier, embajador de Francia y del conde Karl von Spretti, embajador de Alemania Federal, en La Habana.

Ofelia García Menocal Brito
Ofelia García Menocal Brito, Embajada de Francia en La Habana, julio de 1959 (Foto: Cortesía)

La soltaron gracias a las gestiones de la embajada francesa. El caso fue que, como contrapartida de su liberación, el gobierno cubano pidió que Francia dejara aterrizar en la isla de Guadalupe un avión que venía con deportistas cubanos desde Brasil y que los ingleses se negaban a que hiciera escala en una de sus islas del Caribe por los sucesos que habían ocurrido en Cayo Anguila (Bahamas), en donde fugitivos cubanos habían sido secuestrados por La Habana, violando derechos territoriales.

Mi madre sabía también algo de la desaparición de un francés llamado Jean-Baptiste Mauriras, ocurrida el 9 de octubre de 1966. Se decía que este había salido a pescar, junto a un cubano, en el yate que tenía fondeado en Tarará, y de ninguno de los dos se supo nada más, aunque el yate apareció anclado luego en el puerto de La Habana. 

Por los vínculos de Ofelia con el cuerpo diplomático francés y por pertenecer su esposo a este hubo todo un operativo en el que detuvieron a muchas personas. El caso es que Mauriaras nunca apareció y se dice que donde se le vio por última vez fue en Villa Marista.

―En Cuba la enseñanza fue completamente nacionalizada en junio de 1961 (350 colegios católicos y 100 protestantes). ¿Tuviste entonces que asistir a la escuela pública del castrismo?

―Mi vida de alumna cubana en la década de 1960, desde que comencé el preescolar en una guardería de una alemana hasta la primaria, transcurrió en una burbuja completamente atípica. Lo que sucedió fue que mi padre (el primer esposo de mi madre) era Raymond Duane Schuder, un ingeniero norteamericano originario de Virginia del que se divorció poco tiempo después de mi nacimiento. 

Entonces, ella tuvo que criarme sola junto a María Isabel de Aróstegui Adán, marquesa de Santa Ana y Santa María, su mejor amiga, que tampoco se había ido de Cuba. Fue esta última quien tuvo la idea fabulosa de sugerirle a mi madre que me inscribiera, como hija de un norteamericano, en los servicios consulares de Estados Unidos que representaba ya el gobierno de Suiza.

Esa ciudadanía norteamericana permitió que me matricularan en el colegio Hillside, una escuela privada para hijos de extranjeros y diplomáticos en Cuba que todavía existe bajo el nombre de ISHavana, y que fundó en 1965 una inglesa llamada “Penny” (Phyllis) Powers, que había sido niñera de Goar Mestre y también profesora del Ruston College. 

De ella me enteré hace apenas unos años que se cree que trabajó para los servicios secretos británicos y que estaba envuelta con la famosa Operación Peter Pan ―los niños cubanos enviados solos por sus padres a Estados Unidos por temor a que les quitaran la patria potestad― ya que ella había sacado a muchos niños judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial.

Colegio Hillside, fundado en La Habana en 1965 por Penny Powers (Foto: Cortesía)

De modo que yo siempre asistí a ese colegio de diplomáticos en la calle 39, entre 44 y 46, en Playa, y vivía un poco desconectada de la realidad, como en la película Los sobrevivientes, pues incluso me llevaba y traía el chofer de la casa. Mi único contacto con el mundo cubano de entonces era con mis primos Alicia, Leonardo, Juan Luis y Cecilia Morales Menocal, que vivían frente al parque Gonzalo de Quesada del Vedado y cuyos padres tampoco se habían ido del país. Frecuentarlos era mi única “ducha” de realidad porque ellos sí tenían que ir a la escuela pública y vivían en una realidad que era la de todos los cubanos. Dicho sea de paso, aquellos momentos en que correteaba y montaba bicicleta en la calle con mis primos me encantaban.

―¿En qué condiciones salen de Cuba?

―En 1973 acusan a Ofelia, mi madre, de fraguar un atentado contra Fidel Castro, además de facilitar la entrada clandestina de armas a Cuba por Pinar del Río (Causa 83/73). Por supuesto, todo eso era falso, pero la condenan a 15 años de cárcel y luego le rebajan la pena a nueve.

Mi madre estaba casada, en segundas nupcias, como dije antes, con Louis Mongrelet, un capitán del Ejército Francés, caballero de la Legión de Honor, Cruz de Guerra, consejero de la Legación de la Orden de Malta en La Habana y chiffreur (descodificador) de la Embajada de Francia en Cuba. Como militar, él había estado en Argelia y Marruecos, pues había nacido en el seno de una familia de franceses de los que llaman pieds-noirs ya que habían nacido y vivido desde varias generaciones en las colonias galas en el norte de África. 

Mongrelet había nacido en Nemours, en la Argelia francesa, en 1903, y hablaba perfectamente el árabe y el barbaresco. A los 22 años era subteniente del regimiento de tiradores de Marruecos y tres años después trabajaba para la Corte de Asuntos Indígenas de Rabat. En 1946, después de haber estado como jefe del Servicio de Controles Técnicos, también en Rabat, quedó retirado como militar por enfermedad, pero siguió trabajando para el gobierno francés como comisario del gobierno cherifiano en Safi, subjefe del territorio de Marrakech, hasta ser mutado al Ministerio de Asuntos Exteriores en París. 

Louis Mongrelet, esposo de Ofelia García Menocal Brito (Foto: Cortesía)

Es entonces que llega, el 30 de marzo de 1968 como attaché de la embajada francesa en La Habana, puesto en el que se mantiene hasta 1968, con una breve estancia de un año (1963) en Paraguay. 

Cuando arrestan a mi madre en 1973, Pierre Anthonioz, el embajador francés en La Habana, tuvo la desvergüenza de proponerle sacarnos a él y a mí de Cuba y dejar a mi madre presa. Todo en nombre de las “buenas relaciones entre los dos países”, o sea, para no afectarlas. Por supuesto que mi padrastro se negó y, al día siguiente, envió una carta al embajador renunciando a su pensión como militar francés. 

Ya estaba jubilado. Así que, por temor al escándalo que se les venía encima, el embajador intercedió para que liberaran a mi madre, algo a lo que Fidel Castro accedió porque vio, al fin, la posibilidad de librarse de nosotros, confiscarnos lo poco que nos había dejado y enviarnos al exilio.

―¿Es entonces que llegan a Madrid?

―Ofelia estuvo presa en Villa Marista dos meses y luego en una granja llamada América Libre, entre el 8 de enero de 1973 y el 7 de junio de ese mismo año. Estando en la granja vio un día al hijo de la directora, un muchachito de 10 años, comiendo lichis. Cuando le preguntó de dónde venían esas frutas, poco conocidas en Cuba, el muchacho le respondió que eran de la finca colindante, llamada El Chico. 

Así fue como se enteró de que la granja de mujeres en donde la habían encarcelado estaba al lado de la finca de su tío Mario García-Menocal Deop. Fue su propio padre quien le regaló a su tío las plantitas chiquitas de ese árbol. Décadas después habían crecido y daban frutos. De vez en cuando, el hijo de la directora le regalaba a escondidas algunos lichis. Mi madre anotó en sus memorias que cuando se las comía creía que eran mensajes que le estaba enviando su padre.

Fue juzgada en la fortaleza de La Cabaña en junio de 1973. En ese mismo lugar había estado preso su padre durante la dictadura de Machado, junto al coronel Carlos Mendieta, cuando el levantamiento de Río Verde contra Gerardo Machado. 

Mi madre contaba que en su juicio se violaron todas las leyes, empezando por el habeas corpus y que su abogado defensor fue interrumpido varias veces por “complicidad con la acusada”. No dejaban de repetir que la Revolución no necesitaba pruebas. Una farsa de cinco horas al final de la cual el fiscal terminó pidiendo 15 años de reclusión y la confiscación de todos sus bienes. Al final la condenaron a nueve.

Gracias a las gestiones del vizconde Robert du Gardier, exembajador de Francia y del conde Robert de Billy, presidente de la Casa de América Latina en París, pudo salir de la cárcel. La llevaron directamente al hotel Habana Hilton (convertido en “Libre”) y a su esposo Louis Mongrelet y a mí nos dieron tres días para prepararlo todo y unirnos con ella para salir del país. 

Inmediatamente vinieron los funcionarios de Confiscación de Bienes para inventariar todas nuestras pertenencias. Recuerdo que la hoja del inventario, con todo lo que teníamos, parecía una sábana. Papeles y más papeles en los que anotaron hasta las más insignificantes cucharitas y tacitas. Además, sellaron todas las piezas de nuestra casa y solo nos dejaron vivir por esos días en dos de las habitaciones. Evidentemente se quedaron con todo.

Como nota anecdótica te puedo contar que, años después, cuando Ofelia trabajaba como galerista de antigüedades en Madrid, en donde había abierto un negocio de este tipo junto a Carmen Schwartz y Zenaida Zunzunegui, empezó a viajar a Londres, París y otras ciudades para comprar muebles y otras antigüedades en las subastas. 

¡Cuál no fue su sorpresa al encontrar en algunas subastas de esas ciudades el gran sofá de nuestra sala, así como otros objetos! El Gobierno cubano se los había vendido a los diplomáticos que estaban en misión en La Habana. Louis, mi padrastro, no quería vivir en París pues prefería un clima más clemente. Prefería Madrid y es por eso que aquí llegamos. 

Los primeros seis meses vivimos en el hotel Velázquez. Luego nos instalamos en un pequeño estudio hasta que mi padrastro empezó a recibir su pensión. Al principio todo el mundo elegante que la adulaba y frecuentaba en sus años de bonanza, desapareció. Excepto Elena González del Valle y Herrera, marquesa de Villalta, que nos ayudó mucho, no había nadie más para tendernos una mano.

A mí me inscribieron primero en el King’s College de Madrid y luego en el Santa Ana de la calle Serrano, y finalmente en Runnymede College, también en Madrid, en donde fui muy feliz e hice grandes amigos.

Ofelia Schuder
Ofelia Schuder delante de su propio retrato realizado por el pintor Pedro García-Menocal y Almagro (Foto: Cortesía)


―Inmediatamente Ofelia García-Menocal Brito se convierte en una de las figuras clave del exilio cubano en España. ¿Qué recuerdos tienes de esas actividades?

―Mi madre ofrendó todo su tiempo y energía a la causa de la libertad de Cuba. “De casta le viene al galgo el ser rabilargo”, como dice el refrán castizo español. Y sus tíos, padre y abuelos lo habían dado todo por Cuba. Así que, entre venta y venta de objetos antiguos para sobrevivir, se convirtió en una de las activistas incansables del Centro Cubano de Madrid, una auténtica institución humanitaria para ayudar a los exiliados que llegaban a dar sus primeros pasos en Madrid. 

Allí trabajó, codo a codo, con María Comellas. La casa estaba siempre llena de presos que salían de la Isla. Mi madre era una intelectual y alguien que podía perfectamente vivir con lo mínimo. Nunca se quejó de haber perdido todo lo que perdió, ni iba por ahí, como tampoco voy yo, de “yo-tuve”, que es como se llama entre cubanos a los que enumeran, a veces exagerando un poco, lo que perdieron en Cuba.

Diario ABC, 28 de febrero de 2010. Protesta contra la permisividad de Castro con respecto a ETA (Foto: Cortesía)


Ofelia iba mucho a Tampa pues se convirtió en la delegada europea de la Federación Mundial de Expresos Políticos desde 1983. También era delegada coordinadora en Madrid del Gobierno Constitucional de la República de Cuba en el Exilio. Muchas veces, con pocos recursos, se largaba a Nueva York o a Ginebra para manifestarse con un par de cubanos delante de las sedes de las Naciones Unidas en estas ciudades. Yo siempre digo que para mí ella fue algo así como la última mambisa.

Mi juventud estuvo siempre rodeada de estas actividades y de los pocos alicientes que daba una causa en la que pocos la apoyaban. Tal vez mi escepticismo actual tiene sus orígenes en toda aquella lucha estéril, que no condujo nunca a nada, por mucha pena que me dé reconocerlo.

―Tú viajas a Cuba en 2003 y supongo que a tu madre no le gustó para nada la idea. ¿Por qué lo haces y qué impresiones tuviste?

―En 2003 ya llevaba 13 años de casada con mi esposo, Rafael Fernández-Villaverde y Silva, y tenía a un hijo de nueve. Durante todo este tiempo, en que había entrado en un mundo de profundas raíces españolas, me daba la impresión de que yo venía de un hueco negro, de que no tenía nada que mostrar de lo que había sido mi historia familiar, excepto palabras y dos o tres fotos que se salvaron de la hecatombe. Ya me habían quitado demasiado como para permitir que me quitaran también el derecho de decirle a mi hijo: “Tu madre nació aquí, caminó de niña por estas calles, tú también tienes sangre de este país”.
 
Ofelia madre, Ofelia hija y su esposo Rafael Rafael Fernández Villaverde y de Silva
Ofelia madre, Ofelia hija y su esposo Rafael Rafael Fernández Villaverde y de Silva, marqués de Arcicóllar, durante su boda (Foto: Cortesía)
Así que arreglé el pasaporte cubano que ni siquiera tenía y viajé con mi esposo e hijo a La Habana. Nos hospedamos en un hotel que fue el palacete de los condes de Santovenia, frente a la Plaza de Armas, en la antigua Habana intramural. Recorrí los sitios de mi infancia o lo que quedaba de ellos, pues había más ruinas que otra cosa. 

Mi escuela, la embajada francesa, la casa de mi abuela materna convertida en embajada belga, la casa de mis queridos primos Morales Menocal cerca del antiguo Auditorium del Vedado, el Hotel Nacional, que fue donde aprendí a nadar, Coppelia y sus pocos helados, etc.

Llegó entonces para mí el momento de visitar, una vez en Cuba, mi casa, construida por mi abuelo Fausto Menocal, en donde nací y viví los primeros 13 años de mi vida. Esa casa había sido construida en 1917 en unos terrenos que compró mi abuelo al Sr. Aulet, propietario de casi toda la extensión del barrio Vedado que estaba por levantarse. 

El arquitecto fue Emilio de Soto y demoró más de tres años en construirse. La casa no se ve casi desde la calle porque está sobre un alto promontorio escondida detrás de frondosos jagüeyes. Cuando intenté subir, con mi esposo y mi hijo, una mujer nos vociferó desde arriba que las visitas de aquella casa estaban reservadas a los arquitectos y a las personalidades extranjeras. 

Insistí tanto que logramos colarnos por una reja entreabierta y llegamos hasta la puerta de entrada. Cuando toqué salió una mujer mayor, que al verme exclamó: “Tú eres la niña de esta casa”. Me entraron temblores, me dio una crisis de pánico. Mientras tanto, la otra, la que había vociferado antes seguía gritando y diciendo que ya ella nos había dicho que no podíamos estar allí, que la casa no estaba abierta a visitantes foráneos. Entonces la señora que nos había abierto la puerta se volteó y le dijo: “Cállate de una vez que ella es la auténtica dueña de esta casa”.

Ofelia García Menocal (derecha) manifestándose frente a la Embajada de Cuba en Madrid, 2006 (Foto: Cortesía)
De más está decirte que de aquella escena no me recuperé en todo el viaje. Quien me había reconocido se llamaba Lázara. Yo la había olvidado por completo, pero al parecer había trabajado en la casa en tiempos de mi abuelo y hasta antes de 1959, pero como sucedía entonces, había seguido viniendo a vernos cuando yo era niña y, al parecer, yo la había borrado del todo de mi mente. Después de aquella escena, en que quedé destrozada, le dije a mi esposo que me llevara al Hotel Nacional y recuerdo que me tomé como cuatro daiquirís de una para poder recuperarme.

―En internet hay una foto de Ofelia en auto exhibiendo una pancarta en la que puede leerse “Basta ya. No Castro y por la libertad de Cuba”. Parece una foto bastante reciente y a tu madre se le ve ya mayor. ¿Cómo fueron los últimos años de su lucha en el exilio?

―En efecto, esa foto es del siglo XXI, y probablemente de un par de años antes de que falleciera en Madrid, en 2012. Como te dije antes, ella nunca perdió el entusiasmo, a pesar de los muchos embates y de los pocos alicientes de esa lucha. Cuando muchos de los presos de la Primavera Negra cubana pasaron por Madrid ella estaba siempre lista para recibirlos. Había ingresado en 2007 como Dama en el Real Cuerpo de la Nobleza de Madrid, amadrinada por la condesa de Monterrón, pero su prioridad siguió siendo hasta el último suspiro la libertad de Cuba. Fuente Cubanet.org.