viernes, 29 de diciembre de 2023

El garrote vil y otras historias de ejecutados


El ingeniero mambí Domingo de Goicuria, fue ejecutado un día 6 de mayo del 1870. Le aplicaron el garrote vil en la fortaleza del príncipe en la Habana. El general español Antonio Caballero Fernández de Rodas, entonces capitán general de la isla, lo capturó en Camagüey cuando por orden de Carlos Manuel de Céspedes se disponía a salir por mar hacia México en busca de apoyos. Tenía entonces 64 años. 

Con este caso, intentamos hacer un pequeño recordatorio de algunas de estas sentencias que tuvieron gran impacto mediático y político, lo mismo en aquella etapa en Cuba como en España ya que tanto allí, como en sus colonias de ultramar, la pena de muerte era aplicada con bastante asiduidad y por diversos motivos.

Los métodos de ejecución fueron dos básicamente, el garrote, en sus tres variantes, que para el caso era lo mismo, solo que cambiaba el método de conducir al reo al patíbulo y el fusilamiento, pues ya para entonces la ahorca había sido prohibida por ley desde el 1832 al considerarse un método "poco humanitario". De hecho el garrote, que formaba parte del ordenamiento jurídico español desde hacía varios siglos, cumplía el mismo objetivo que la ahorca, pero evitaba que el público tuviera que presenciar el traumático pataleo de la víctima cuando era colgada en el aire.

El entonces rey Fernando VII estableció tres tipos de garrotes: el noble, el ordinario y el vil. El primero estaba reservado a los de esa condición social, merecedores del castigo pero nobles, y que eran conducidos al patíbulo montados en un caballo ensillado. El segundo, que estaba destinado a los comerciantes y campesinos, eran trasladados con cabalgadura igual, pero sin silla y el tercero, asesinos o autores de delitos de gran rechazo social, para ellos estaba destinado el burro y, para más humillación, montando de espaldas de cara hacia la grupa del animal. En otros casos los llevaban caminando para que los asistentes se diera gusto gritándole improperios.

Algunos se derrumbaban de miedo a la hora de la verdad y, entonces, tenían que ser llevados a la fuerza y prácticamente arrastrados. En Cuba, en un principio, se agarrotaba en la plaza de las Ursulinas, donde estaba situado el convento de monjas de esta orden, pero en 1810 el cadalso se trasladó para la explanada de la Punta.

Isidro Mompart, agarrotado en 1890 
El engarrotado, en dependencia de la habilidad del verdugo, podría durar muy pocos minutos con vida, sobre todo cuando este lograba dislocar certeramente la apófisis de la segunda vértebra de la columna vertebral conocida como Axis. 

Esto producía una muerte instantánea, aunque otras veces los verdugos no resultaban tan hábiles para fatalidad del sentenciado. En la imagen se trata del agarrotamiento de Isidro Mompart en 1890 en Barcelona, acusado del asesinato de una mujer y una niña

Variante de garrote utilizada en la Habana en 1880:

El verdugo Gregorio Mayoral (1863-1928), famoso en la ciudad de Burgos, ideó un garrote cuyo tornillo atravesaba el poste y empujaba el cuello del reo hacia el corbatín, ósea de atrás hacia delante, al contrario de los garrotes convenciona­les. De esa forma lesionaba di­rectamente el bulbo raquídeo, seccionando incluso la médula espinal con resultando mortal al instante. 

Otro verdugo, el madrileño Áureo Fernández, era famoso por manejar el garrote con suma destreza, y casi siempre apiolaba por descoyunto porque tenía un brazo tirador muy fuerte y un pulso muy firme. De no ser así, el reo acababa muriendo por asfixia y la ejecución se convertía en una chapuza. También los distintos tipos de cuellos les jugaban a veces una mala pasada.

EN CUBA 

La historia recoge que fueron varios los Cubanos, o incluso extranjeros, que fueron ejecutados de esta manera. Los más famosos eran casi siempre los partidarios de la anexión, autonomismo, abolición o cualquier otro tipo de independencia que significara la separación de España. 

Uno de los primeros fue el venezolano Narciso López, quien sufrió muchísimo el suplicio de su ejecución. El verdugo, aunque diestro en el manejo, tuvo que hacer varios intentos por romper la citada vértebra, por lo que el proceso resultó sumamente doloroso para Narciso al durar varios minutos. Por cierto, dicen que por voluntad suya, su reloj fue detenido a la hora de la muerte. También murió agarrotado el acaudalado periodista catalán Ramón Pintó, ex director del Diario de la Marina, acusado de conspiración y de traición. Le señalaron de ser el cabecilla del "Club de la Habana", dónde casi todos eran partidarios de la anexión a los Estados Unidos. 

En febrero de 1855, fue sentenciado a muerte por orden del capitán general José Gutiérrez de la Concha; y su ejecución se llevó a cabo en la explanada de la punta. Multitudinario fue el fusilamiento de los reos acusados en "la conspiración de la escalera" el 28 de junio de 1844. Asistieron mas de 20 mil personas, hasta los esclavos de lugares cercanos fueron llevados para que les sirviera de escarmiento, ya que muchos de los ejecutados eran negros libertos que se habían sublevado en las provincias de la Habana y Matanzas.

Entre aquellos sentenciados estuvo el poeta Cubano Gabriel de la Concepción Valdés, conocido por Plácido, quien dicen que durante la ejecución recitaba con voz clara su plegaria, sin embargo un redoble de tambores ahogaron sus palabras, lo hacían para eso.  Plácido se enfrentó a un pelotón de 44 soldados con sus jefes. Cuatro para cada uno de los sentenciados que contaban con los servicios de su respectivo sacerdote por si decidían encomendarse al altísimo.

Mientras cargaban las armas, Plácido tuvo tiempo suficiente para gritar que emplazaba ante el juicio de Dios a sus verdugos y fiscales, y los mencionó hasta por sus nombres. Entonces se dio la orden de fuego.... "Adiós Patria querida", exclamó momentos antes que la primera descarga le diera en el hombro y lo dejara con vida, pero los fusileros repitieron en la cabeza y los otros dos en el pecho. 

El 12 de agosto del 1851 fueron juzgados por un Consejo de Guerra en Camagüey y condenados a muerte por sedición, los señores Joaquín de Agüero, José Tomás Betancourt, Fernando de Zayas y Miguel Benavides, ejecutados en la sabana "Méndez, en la provincia de Camagüey a las seis de la mañana. La sentencia fue cumplida el siguiente día a la seis de la mañana. Los fusilaron por temor a las reacciones de la población. 

El 27 de noviembre de 1871 fueron fusilados en la Habana ocho estudiantes de la Universidad, estudiantes de medicina, quienes fueron acusados de profanar el panteón donde se encontraba sepultado el periodista asturiano Gonzalo de Castañón, fundador del periódico "La Voz de Cuba". Este periodista era un colonialista a ultranza. De hecho sus artículos comenzaban con el titular "Sangre y Fuego", sin embargo aquel no era un delito como para merecer la muerte. Este periodista había muerto en 1870 un duelo a pistola efectuado en el hotel Russell House, en la ciudad de Tampa, en la Florida.

Hasta allí viajó en busca del hombre que consideraba le ultrajaba sus escritos. El duelo terminó de un certero disparo efectuado por otro periodista, el cubano Mateo Orozco, director del periódico "El Republicano", motivo por el cual las autoridades españoles se ensañaron con aquellos estudiantes. Otros sostienen que el celador del cementerio, que se las tenía jurada, les levantó una falsa acusación. Los hechos de la supuesta profanación sucedieron en la tarde del 24 de noviembre de 1871, cuando los alumnos de primer año de Medicina esperaban en el cementerio de espada, que aún no había sido cerrado, a su profesor de anatomía.

Al conocer que el profesor se retrasaría, algunos estudiantes asistieron a las prácticas de disección que explicaba el doctor Domingo Fernández Cubas, entraron en el cementerio y recorrieron sus patios, y unos terceros, al salir del anfiteatro, vieron el vehículo en el cual se conducían los cadáveres destinados a la sala de disección y, como una broma, se montaron y lo pasearon por la plaza que se encontraba delante del cementerio, siendo vistos por el vigilante del campo santo.

En aquel proceso salvó la vida el profesor y amigo de José Martí, Fermín Valdés Domínguez, quien fue condenado a 6 años de prisión. Con relación a este fusilamiento, un grupo de religiosos ñañigos habaneros intentaron fallidamente rescatarlos momentos antes de que fueran ejecutados. Ese mismo día 27 fueron pasados por las armas frente a la pared del edificio que era usado como depósito del Cuerpo de Ingenieros, a un costado de la explanada de La Punta. 

Los primeros a las cuatro y veinte minutos, y de manera indigna los vendaron, les ataron las manos a la espalda y los obligaron a ponerse de rodillas. Murieron de dos en dos para que sufrieran más. Años después, cuando la familia Castañón tomó la decisión de llevarse los restos del periodista para Asturias, descubrieron la gran injusticia que se había cometido con aquellos jóvenes y el resto de los implicados. 

Seria Fernando, primogénito del periodista quien fuera a la Habana y, en el momento de la exhumación del cadáver, acompañado de numerosos testigos y ante la gran sorpresa de todos, se pudo comprobar que la tumba estaba intacta, la punto de que no se había quebrado siquiera el cristal que cubría la lápida del nicho.

Y ya ven, mientras que todos los 27 de noviembre se recuerda ese día en Cuba, e incluso se organiza una procesión de estudiantes, a Castellón no le recuerda nadie ni en su misma Asturias. Probablemente la gran mayoría de los Asturianos no sepa ni quien fue este señor ni lo que significó para la historia de Cuba. 

NO SOLO PATRIOTAS

En 1890 era detenido Victoriano Machín, un jefe de banda que sembró el terror y la muerte en los campos de Pinar del Río, y en zonas del oeste de La Habana. Mas de 30 muertos cargaba este asesino en su conciencia, sin embargo se mostró un cobarde a la hora cero. Lloró, pateó y mordió cuando era conducido. El verdugo fue el pacense José Cruz Peña, que tuvo que venir de Camagüey - expresamente - para apretar el tornillo. 

Los datos recogen que solo entre los años 1889 y 1890 se efectuaron un total de 20 ejecuciones a garrote vil en varias localidades del occidente de la isla. El verdugo Valentín Ruiz Rodríguez, un negro esbelto de Matanzas, fue un artífice de este temible y mortal instrumento. De hecho en varias ocasiones agarrotó a tres condenados en un solo día y en otro a 5, tres en un pueblo y dos en otro. "Parecemos caballitos dando función en los pueblos", solía decir.

Como verdugo Valentín se "cargó" a un total de 57 almas merecedoras o no. Se dice, no nos crea, que cuando le daban un garrote que no era el suyo se negaba a utilizarlo. Fue entonces que en una de esas ocasiones dijo la famosa frase que quedó para la historia: "Garrote nuevo no, no. A mi que me den el mío, que hasta ahora nadie se me ha quejado". Valentín era solicitado mayormente para ejecutar a delincuentes, cuatreros y asesinos, y su "radio de acción" se extendía desde la Habana hasta Santa Clara viajando siempre en tren. 

Una vez retirado, pasó a formar parte del famoso grupo de escoltas de raza negra que cuidaba del general Valeriano Weyler. Fue entonces que la prensa norteamericana, "que estaba a la que se caía", empezó a llamarle "Valentine, the terror of the people".

LOS MAMBISES NO SE QUEDABAN ATRÁS

El Catedrático de Sevilla y Académico en Historia, Don Luis Navarro, considerado el padre del americanismo español, en una de sus mas importantes obras, "La guerra de 1868-78 o de los Diez Años", afirmó que el mayor general Calixto García, al tomar el poblado de Las Tunas, hizo ejecutar a todos los guerrilleros al servicio del Ejército español, casi todos cubanos y de la raza negra. 

Así mismo mandó a ejecutar al Teniente Coronel de Ingenieros, Joaquín Ruiz, al llevar este una propuesta de paz al Quinto Cuerpo de Ejército Cubano. Lo mismo le pasó a Narciso Menéndez, portador de cartas de paz de los Generales Ramón Blanco y Luis de Pando. En sus palabras, el mayor general Máximo Gómez lo dijo muy claro: "Estos Generales demuestran más torpeza que "el cruel" Weyler Nicolau, que al menos hacía la guerra, mientras que Menéndez fue enviado estúpidamente a la inexorable "guadaña de la muerte". 

Incontables fueron los ajusticiados por el mismo Gómez y por Antonio Maceo, sobre todo a los que sorprendían moliendo caña o ayudando de alguna forma a los soldados Españoles. El catalán José Miró Argenter, general de división del ejercito libertador que desde el primer día se alzó en Holguín durante el levantamiento del 1895 bajo el mando de Antonio Maceo, aseguró una vez que muchos cubanos celebraron la muerte del Titán de Bronce, entre otras cosas por la cantidad de paisanos que ejecutó. 

Este catedrático Navarro relató también que días antes de que Maceo intentara cruzar la trocha de Mariel - Majana en dirección al Camagüey donde lo esperaba urgente Máximo Gómez, se afeitó el bigote y la barba para tratar de pasar desapercibido, sin embargo el general español Valeriano Weyler lo estaba esperando, gracias a las delaciones que recibió de parte de los cubanos del lugar. 

Weyler sabía el día y la hora en que Maceo intentaría el citado cruce. De esto nadie habla por supuesto. Total, que volviendo al tema, el garrote dejó de utilizarse en cuba en 1930, tras efectuarse las ejecuciones de Antonio Padilla y Domingo Betancourt, ambos convictos del asesinato de Florencio Camporro propietario de "El Pensamiento", una famosa casa de empeños y de préstamos ubicada en la calle Sol en la Habana.

VERDUGOS ESPAÑOLES.

Cito del periódico "El Correo": 

"A principios del siglo XX había en España nueve verdugos, uno por cada Audiencia territorial, y le costaban al erario 25.286 pesetas que salían de la partida presupuestaria del Ministerio de Gracia y Justicia. Tenían permiso del gobierno para ocultar su nombre y el garrote no lo tenían en propiedad. Lo guardaban en casa en una maleta con cincha de hebilla que colocaban debajo de la cama para que no lo viesen los niños. En caso de que dejaran el puesto vacante, debían devolverlo a la Casa Consistorial para que lo usase el siguiente verdugo".

La última mujer que se ejecutó agarrotada fue Pilar Prades, conocida popularmente como “la envenenadora de València”, condenada a muerte en mayo del 1959 por haber asesinado a una mujer y haber intentado matar a otras dos  echando arsénico en sus alimentos.

El verdugo de Madrid Áureo Fernández Carrasco, que ganaba dieciocho duros al mes, más un plus de cincuenta pesetas por ejecución, solía repetir: "comprendan ustedes que no soy yo el que mata". El último verdugo español fue Antonio López Sierra, que luego fuera el titular de la Audiencia de Madrid. Por cierto, tuvo que ser drogado para que apretara el cuello de la envenenadora de Valencia, Pilar Prades. 

Sierra había sido un delincuente toda su vida, pero en este oficio encontró la forma de que le dejaran tranquilo. Sentía vergüenza por lo que hacía. De hecho casi ni salía de día por temor a que le reconocieran en la calle. Su ultima victima, "luego de 30 años de carrera" fue al anarquista catalán Salvador Puig Antich

Este Antich fue uno de los dos últimos reos que se agarrotó en España, junto con el otro extremista de izquierdas, el alemán Heinz Chez. Ambos fueron detenidos el 7 de diciembre y, el dos de marzo del año 1974, ejecutados en la prisión de Tarragona. 

Habían sido acusados de haber asesinado a dos agentes del orden. En el caso del alemán, este le quitó la vida a un guardia civil en la localidad de Hospitalet, mientras que Antich le había dado muerte al agente de la policía Francisco Anguas Barragán. 

Cuatro años después, España abolía la pena de muerte de su código penal. Antes, pudo haber sido agarrotada otra mujer, Enriqueta Martí Ripoll, de San Feliu de Llobregat, una proxeneta y supuesta asesina en serie de niños. Sin embargo, a pesar de que se libró del garrote, las mismas presas del penal le dieron su merecido en el patio de la cárcel.

Pedro a todo, si todas las ejecuciones que se hicieron en Cuba en aquella época fueran comparadas con las efectuadas durante el Castrismo, las cifras parecerían ridículas si no fuera porque estamos hablando de vidas humanas. Hasta el año 2007, y contando desde que llegó Castro al poder, el régimen había ordenado más de 8.000 ejecuciones según señala la organización "Archivo Cuba". 

Que desde 1959 hasta la actualidad, unas 8.000 personas han encontrado la muerte de varias maneras, mientas que otras 200 han desaparecido. De estos casos, 5.775 fueron muertes por ejecuciones o fusilamiento; 1.234 por asesinatos extra judiciales y 984 homicidios provocados dentro de las prisiones, afirma la citada fuente.

Puntos de Vista // Fuente: 

-- Código penal de 1879 para la Isla de Cuba y Puerto Rico y Ley Provisional para la aplicación de sus disposiciones. Imprenta de G. Montiel, La Habana, 1879.

-- MIRO ARGENTER, José (1945): Crónicas de la Guerra, Edit. LEX, 3 vol., La Habana-- NAVARRO, Luis (1998): Las Guerras de España en Cuba, Ed. Encuentro, Madrid. 1998.-- El Correo. / Hotel Telégrafo / Memorias del garrote vil. / Varias fuentes de Internet.

SECCIONES/RELACIONADAS