La exhumación de los cuerpos, una vez finalizada la contienda. //

Lejos de lo que mucho creen los burros son animales muy inteligentes, capaces de entender y responder a las órdenes de su amo y, por lo general, poseen una enorme paciencia, aunque no sabemos si el protagonista de esta historia agotó la suya cuando supo cual sería su destino.

Ayer publicamos un post acerca de una cubana, Doña María Asunción Ariza Díez de Bulnes, que por serlo salvó su cuello en los fusilamientos masivos de Paracuellos de Jarama, localidad madrileña donde los comunistas se dieron gusto eliminando rivales al ritmo de las ametralladoras, entre ellos el autor de comedias teatrales Don Pedro Muñoz Seca, su marido.

Los milicianos de izquierda sabían que los nacionalistas de Franco avanzaban peligrosamente, y toda aquella masa de reclusos, donde la mayoría era de preferencia política distinta a la de ellos, les significaría un problema si llegaran a unirse al bando de los sublevados.

Por eso fue que en sacas, lo que en Cuba llamamos cordilleras, los sacaron de las cárceles y los llevaron a esas zonas de Paracuello de Jarama, Arroyo de San José y Soto de Aldovea, en el término de Torrejón de Ardoz, y allí los liquidaron entre los días siete de noviembre y ocho de diciembre del 1936.

Según los estudios realizados, entre esas fechas, se llevaron a cabo treinta y tres traslados de presos de las cuales veinte y tres terminaron liquidados. ¿La cifra total?, aun no se ha podido determinar con exactitud, pero según los historiadores se encuentra en un abanico de entre los dos mil y los doce mil, con cinco mil de media, y donde habían desde católicos, nacionalistas, conservadores, monárquicos, curas, monjas, mujeres y ancianos. 

¿INCLUSO NIÑOS!, porque en un artículo del ABC de 1977, el entonces niño Ricardo Rombal, narró como milagrosamente sobrevivió a la matanza con un tiro en la rodilla, otro en el estómago y el de gracia en la boca. Desde entonces estos fusilamientos, que de cierta forma le sirvieron a Franco para justificar los suyos, resultaron claves en el relato Franquista de la guerra.

Alberti
Se conoce que el poeta español Rafael Alberti fue un baboso declarado del tirano cubano Fidel Castro. Se había opuesto a la dictadura de Franco pero la del comunista en el caribe le parecía una panacea. También como buen comunista, amaba la buena cocina. Quizás por eso escogió la Argentina para exiliarse.

Se decía que era un vicioso del caviar ruso, país que visitaba con frecuencia para reunirse con su gran amigo y guía espiritual, el implacable asesino Iósif Stalin. A este letal georgiano le dedicó su gran poema "Redoble lento por la muerte de Stalin", donde le llamó además "Padre, maestro y camarada". Imagínese el personal entonces.

Pues este rojo se puso de perfil cuando la familia de Muñoz Seca fue a verlo para que intentara salvarle la vida, en esos momentos el humorista se encontraba detenido en la prisión de San Antón, de donde fue sacado un 28 de noviembre de 1936. Era un colega de la cultura, sin más, un compañero de profesión al que conocía perfectamente. No solo eso, probablemente Muñoz fuera el mejor escritor de teatro de toda España.

A otros colegas que pensaban distinto los señaló en su semanario "El Mono Azul" que dirigió, dicen, con la plata que recibió desde Moscú. Entre sus redactores tenía al chileno Pablo Neruda, otro que hizo legendarias felaciones en Cuba, lo mismo a Fulgencio Batista que a Fidel Castro después. 

Desde esa publicación, Alberti mandaba "a paseo" a sus adversarios políticos que, por lo general, terminaron en las checas milicianas siendo "carne fresca" de aquellos terribles asesinos que lo de aplicar la "justicia revolucionaria” eran especialistas. Los Cubanos la conocemos muy bien por experiencia propia. Fue exactamente lo que hizo Fidel Castro con todos los ex Batistianos una vez llegó al poder en 1959.

Uno de los presionados por Alberti en "su Mono Azul" fue el novelista y escritor de la generación del 98, Don Pío Baroja y Nessi, como hizo también con los genios Ortega y Gasset o Miguel de Unamuno por ejemplo, que cansado ya y hasta los mismísimos, le dijo una vez lo siguiente: 
Unamuno
“No me preguntéis más. Ni soy comunista, ni lo seré mientras viva. El comunismo es la negación de la libertad y los comunistas verdaderos usurpadores de la clase social, depredadores de la clase obrera están abocados al fracaso desde su mismísimo origen".
Incluso está recogido que traicionó a otro comunista con muchísimo más huevos, el poeta Miguel Hernández, el de "La Nana de la Cebolla"; un poeta soldado de Orihuela, en Alicante, que desde el mismo estallido de la contienda quiso estar en primera línea de fuego. A Miguel le parecía indigno esconderse en la "retaguardia madrileña", como sí hizo Alberti, sin embargo a pesar del riesgo corrido consiguió finalizar la guerra con vida, aunque fue capturado después en Portugal.

M. Hernández
De hecho, hay una anécdota relacionada con su regreso del frente en 1939, cuando ya derrotado y con el triste recuerdo de los miles de compatriotas muertos, incluso centenares de brigadistas Cubanos que dieron el paso al frente y que a propósito recordamos, se encontró con lo no esperado.

Dicen que al llegar a Madrid se encontró que en la Alianza de Intelectuales Antifascistas se estaba celebrando una fiesta impulsada por María Teresa León, la esposa de Alberti, en honor de la mujer republicana y a lo que llamaron segundo congreso de intelectuales. Cuando Hernández vio aquello pronunció la famosa frase...

 "Aquí hay mucha puta y mucho hijo de puta".

Se dice también que la señora Teresa le propinó una apócrifa bofetada por el insulto, pero lo que sí le costó fue que el pendejo de Alberti no lo incluyera en la lista de refugiados políticos de la embajada Argentina, por donde sí salió él y donde vivió en ese país muy ricamente por espacio de dos décadas. A Hernández no le quedó más remedio que dirigirse andando hasta Portugal, e intentar buscar refugio en el país vecino. 

Allí, hambriento y sin dinero, se vio obligado a empeñar su reloj de oro y su americana, y el tendero, al verlo en ese estado tan deplorable, decidió dar parte a la policía. Fue entregado a los agentes franquista en el punto fronterizo de Huelva, Rosal de la Frontera, y ahí comenzó su periplo carcelario que le llevo a estar internado hasta en 18 prisiones. En medio de ese calvario su salud se debilitó; hasta que una tuberculosis le produjo la muerte en marzo de 1942, mientras se encontraba en el Reformatorio de Adultos de Alicante.

Ni su viuda Josefina pudo ver el cadáver cuando fue a saber de él, mientras que tanto Alberti, como su mujer María Teresa León, se ponían morados de tanto churrasco argentino. Pero Hernández, que se encuentra sepultado en el cementerio de Nuestra señora del Remedio en Alicante, no fue el único al que le jodió la vida, también al poeta granadino Federico García Lorca. 

Durante la campaña electoral y las elecciones de febrero del 1936, ganadas por el Frente Popular y las Izquierdas, se le ocurrió incluir a Lorca entre los oradores de un mitin comunista. El granadino, sin saberlo, se molestó mucho y le exigió que le tachara del pasquín. Craso error.  Dicen que Lorca dijo:
 
Lorca
“Alberti quiere comprometerme y yo no quiero compromisos políticos, yo no soy de ninguna ya lo he dicho muchas veces, yo soy comunista, falangista, anarquista, monárquico, republicano, de izquierdas, de derechas, pero por encima de todo yo soy español, yo soy Poeta y un Poeta, pienso, no puede ser militante de un partido político, porque está comprobado que cuando el poeta se hace militante de una ideología deja de ser poeta”. 
Además Alberti sentía mucho rencor por su extraordinaria calidad literaria. Sabía perfectamente que obras del calibre de “Bodas de sangre”, “Yerma” o “La casa de Bernarda Alba” eran muy superiores a las suyas, digamos "El hombre deshabitado" "El Adefesio" o "Fermín Galán", las que no podían compararse siquiera. De hecho, algunas han sido consideradas como fracasos por varios críticos literarios, o al menos de las que peor envejecen.

Y lo curioso de todo es que la responsabilidad de toda aquella masacre protagonizada por la extrema izquierda y elementos a fines resultó papel mojado, ya que los delitos prescribieron por la amnistía que el propio régimen franquista concedió en 1969. Pedimos perdón por habernos extendido en el relato anterior, pero esa necesario para dibujar quien fue este personaje, que incluso rechazó ayudar al propio marido de su hermana preso en la cárcel modelo de Madrid. "Eso me comprometería", fue lo que le dijo. 

Alberti y el supuesto borrico.  

Total, que en 1991 Fidel Castro le concedió al menda la orden José Martí, máxima condecoración que otorga el régimen tiránico a sus afines, en una ceremonia celebrada en la sede del consejo de estado en la Habana y a la que no fue invitada la prensa extranjera acreditada en la isla. Por algo sería. 

Alberti, entonces con 88 años, reiteró allí su vergonzoso apoyo al castrismo afirmando que no estaba de acuerdo que en España calificaran al régimen Cubano como una dictadura, llamando además "Héroe" a Fidel Castro. "Me siento muy honrado con esta distinción". (Pobre José Martí). "Soy un comunista y siempre lo he sido. Aunque ahora anda bastante rengo, el comunismo seguirá teniendo futuro siempre", dijo.

Unos años después, en 1997, este servil sujeto le regaló un burro de pura raza española a Fidel Castro, que en teoría fue enviado a la Habana con la misión de fecundar las burras cubanas. En Cádiz, bajo la estrecha vigilancia del entonces embajador en España Israel Hernández y el entonces alcalde de izquierda unida, (comunistas) José Antonio Barroso, rebautizaron al pobre animal -que no tenía la culpa de nada- con el nombre de "Revolución".

Fidel Castro le había solicitado al gobierno de Córdoba, o a la junta de Andalucía en ese caso, un burro de raza autóctona para "mejorar la cubana" y este, quizás aprovechando la ocasión como siempre hizo, se anotó el tanto. En realidad el burro fue donado por la Asociación Ecologista de Defensa del Borrico (Adebo) con sede en Córdoba.

Más allá de esta anécdota, nos hubiera gustado saber si aquel pobre, desdichado y noble animal que a pesar de todo tuvo suerte que no fue en esta época, llevaba intrínseco el mismo mensaje que el horrible poema que le dedicó al general Francisco Franco -"El Burro dinamitero". Quizás sí fíjate, en un final entre Franco y aquel burro, o mejor dicho aquel mulo, habían varias coincidencias.

Maldita Hemeroteca