En aquella remota Habana, gobernada entonces por don Gonzalo Pérez de Angulo, hubo una primera fortaleza que fue edificada 38 años antes que esta, aunque al parecer no llevó ese regio e impresionante diseño que conocemos hoy. Fue edificada con almenas o muros de piedra y seis pedreros o bases para instalar pequeños cañones. Esa primera "fortaleza" fue edificada por el maestro mayor de obras y capitán Mateo Aceituno, dándola por terminada - según él - "lista para fender y defender"- en 1540.
Al final resultó tan inútil, que fue destruida por el ataque del corsario francés Jacques de Sores, el 10 de julio de 1555. Ese fue el ultimo mandato de un gobernador civil en Cuba, pues Pérez Angulo, acusado de cobarde e inútil, fue enviado preso a España, ocupando su cargo el capitán Diego de Mazariegos. Desde entonces y hasta Adolfo Jiménez de Castellanos, que le entregó el mando al ejercito de ocupación norteamericano el uno de enero de 1899, todos los gobernadores de Cuba fueron militares.
Fue bajo el reinado del monarca Felipe II que se comienza a edificar otra, desde el 1558 al 1577, que es la que conocemos, y que fuera diseñada por el ingeniero Francisco de Calona, con los planos de Ochoa de Luyando y la dirección de Bartolomé Sánchez. La del chapucero Aceituno, que además fue tan inútil que hasta escogió mal la zona, fue demolida completamente en 1582.
Así lo hace saber, a modo de aclaración, el investigador de la Habana Emilio Roig de Leuchsenring, en un artículo de Agosto de 1949 titulado "Notas sobre la historia local de la Habana. Hernando de Soto construyó la primera de las fortalezas de la Habana, pero no el castillo de la Fuerza" y que a continuación dejamos, no sin aclarar que hay fragmentos escritos en castellano medieval, y como si fuera poco al estilo de un historiador como Emilio Roig que nació en el siglo XIX.
Solo agregar que en la construcción de esta colosal obra, la mano de obra esclava y africana fue factor indispensable. De hecho uno de los hombres de Hernán Cortez, a la sazón gobernador de la isla, Diego de Mazariegos, que fuera cesado en 1565 por corrupto, escandaloso y "viejo verde", le solicitó a la ciudadanía 30 negros "en calidad de préstamo", (increíble) para trabajar en la edificación de esta nueva fortaleza. Lo que demuestra, esclavitud aparte, que aquellos cubanos ya se forjaban en diferentes oficios bajo la corona española. No hay mas que ver lo que crearon y que hoy, a más de 450 años, sigue en pie.
El 7 de junio de 1538, a los dos meses de su partida de Sanlúcar de Barrameda, llegó la flota expedicionaria de Hernando de Soto, después de un feliz viaje con vientos favorables en su travesía, al puerto de Santiago de Cuba. La san Cristóbal, nave capitana, al franquear el canal de entrada de dicho puerto, cuando un jinete que hacía guardia en la orilla, tomó el barco por pirático*, y con el propósito de que tanto ése como los demás que le seguían naufragaran encallando en unos bajos en aquel lugar existentes, gritó a los expedicionarios:
(Castellano antiguo)
"¡A babor a babor", orden que se apresuró a cumplir
la San Cristóbal. Mas luego aquél, reconociendo por los trajes
y las voces ser española la armada, dió inmediata contraorden
'gritando "¡A estribor a estribor que se pierde", haciéndoles,
además, señas para que volteasen pero no obstante la
diligencia de los marineros, la embarcación recibió fuerte golpe
contra una peña, quebrándose en las bodegas varias vasijas
de aceite, vino, vinagre y miel".
Creyendo que el navío corría peligro de hundirse, fueron sacadas
en un bote doña Isabel, doña Leonor, y sus doncellas, y según refiere el inca Garcilaso de la Vega ...
(castellano antiguo)
"con ellas "salieron
algunos caballeros mozos no experimentados en semejantes peligros,
los cuales se daban tanta prisa a entrar en el batel,
que perdido el respeto que a las damas se les debe, no se comedian
ni daban lugar a que ellas entrasen primero, pareciéndoles
que no era tiempo de comedimentos.
Por el contrario, Soto, como buen capitán y práctico no
quiso, aunque se lo importunaron, salir de la nao hasta ver
el daño que habla recibido, y también por la socorrer de más
cerca si fuese menester; y por obligar con su presencia a que
no la desamparasen todos". Y cuando se comprobó no haber sufrido
desperfecto la embarcación, "se alegraron todos, y los que
hablan sido mal comedidos y muy diligentes en salir a tierra
quedaron corridos".
Disipado el temor de los vecinos de Santiago, y explicado
a Soto que la actitud adoptada en un principio debíase a la
creencia de haber regresado con nuevas embarcaciones los piratas
franceses que poco antes, el 5 de abril, hablan tratado
de asaltar, saquear y quemar la ciudad, todos se dispusieron
a festejar al Adelantado y nuevo Gobernador de la Isla, saliendo
- continúa el Inca - "con mucha fiesta y regocijo a
le recibir y dar el parabién de su buona venida... y le suplicaron
les perdonase, que aquel miedo le había causado mal
consejo".
Muchas fueron las fiestas públicas que se celebraron en
honor de Soto y su gente: "unas veces con danzas, saraos y máscaras
que hacían de noche: otros con juegos de cañas y toros
que corrían y alanceaban; otros días hacían regocijo a la brida
corriendo sortija, y a los que en ella se aventajaban en la
destreza de las armas y caballería, o an la discreción de la
letra, o en la novedad de la invención, o en la lindeza de la
gala, se les daban premios de honor, de joyas de oro y plata, seda y brocado que para los victoriosos estaban señalados; y al
contrario, daban asimismo premios de vituperio y los que lo hacían
peor: no hubo justas ni torneos a caballo ni a pié por
falta de armaduras".
Por este pintoresco relato del Inca Garcilaso de la Vega
queda enterado el lector de cuáles eran y cómo se celebraban
las fiestas públicas en días de regocijo oficial, en la ciudad
de Santiago de Cuba, hacia la primera mitad del siglo XVI. Al día siguiente de su arribo a Santiago, o sea el 8 de junio,
se hizo cargo Soto (Hernán de Soto) del gobierno de la Isla, presentando
como su teniente en Santiago y su territorio al licenciado, Bartolomé Ortiz, que se encontraba en aquella población enviado
por la Audiencia para residenciar al gobernador Gonzalo de
Guzmán, y ocupando el cargo - como primero de tal título en
Cuba - de Alcalde Mayor.
De este personaje, dice Rodríguez Ferrer
que era:
"Hombre ya de edad y,, aunque entendido, débil, y tan
bueno en su condición privada, como apocado e irresoluto para
habérselas con los alzados indios y los revolvedores e inquietos
vecinos de las primeras poblaciones cubanas. Después de la
muerte de Soto, Ortiz fué relevado en su puesto por Dávila,
y regresó a España perdiéndose para la historia sus posteriores
actos".
En Santiago fué enterado Soto del asalto y saqueo de que
acababa de ser víctima La Habana, por lo que ordenó la salida
inmediata del capitán Mateo Aceituno hacia este puerto, con
un centenar de soldados y artesanos, a fin de que tomase las
disposiciones oportunas para dar cumplimiento a las órdenes
reales referentes a la fortificación y defensa de la Villa.
Estas órdenes databan de 20 de marzo de aquel año, según el documento que se conserva en el Archivo General de Indias de
Sevilla, en el cual la Reina daba cuenta al adelantado don Hernando
de Soto,
"Nuestro gobernador de la ysla de cuba y de la
provincia florida... que yo he mandado hacer vna fortaleza en
la habana ques en la dicha ysla de cuba asi para guarda della
como para amparo y defensa de los nauios que van y vienen a las
yndias", encargándole le informase "si sería cosa mas conviniente
hazer en lugar de dicha fortaleza vn cortijo a manera
de cibdadela en el morro que esta cerca del puerto.
Recogesen o poblasen los moradores que allí hoviese... y escogendo
lo mas seguro y menos costoso aquello, porneys por
obra", realizando esas gestiones "de manera que con toda toreuedad
se haga la dicha fortaleza". A fines de agosto salió la expedición por mar para La Habana,
acrecentada con los voluntarios reclutados en Santiago y Bayamo;
y el 15 de septiembre iniciaron la marcha por tierra hacia esta
capital Soto y sus capitanes, en número de unos cincuenta jinetes.
Doscientos jinetes más, divididos en secciones de cincuenta,
les seguían, salidos de Santiago a intervalos de ocho
días cada sección, a fin de facilitar el alojamiento y aprovisionamiento
de hombres y caballos en los escasos y pobrisimos
ranchos de los indígenas o en las haciendas, durante la larga
travesía. Soto y sus jefes llegaron a la Habana a mediados de octubre,
ocupándose enseguida de que se cumplieran las instrucciones
dadas desde Santiago, de acuerdo con los deseos reales, para
la construcción de una fortaleza".
Tuvo primero que resolver
diversas dificultades presentadas en lo referente a la recaudación
del dinero ofrecido por la Corona y a la oposición que hizo el Cabildo de Santiago de Cuba al proyecto de fortificar
La Habana, por estimar que Santiago, y no La Habana, "es lo que
ha de permanecer en esta Isla".
El 19 de mayo de 1539 zarpó Soto con su expedición del puerto
de La Habana, dejando encomendada la construcción de la fortaleza
al ya citado Mateo Aceituno, con un sueldo de cien mil maravedís
al año. Del gobierno de La Habana dejó Soto hecho cargo a
Juan de Rojas y del Santiago de Cuba, a Bartolomé Ortiz, y según
refiere Pezuela.*
"Nominalmente del de toda la Isla a su esposa
doña Isabel de Bobadilla", primera mujer que en tierras americanas fué elevada a la altísima categoría de representante del
monarca español, como gobernadora general de la isla de Cuba. Siete meses tardó Aceituno en construir la fortaleza, dejándola,
según su propio dicho, en 12 de marzo de 1540 "acabada
y para se poder habitar y morar y fender y defender".
No obstante
los elogios que de esta primitiva fortaleza de La Habana hizo su constructor y después "alcaide y tenedor", declaró,
el 31 de marzo de 1545, el gobernador Juanes Dávila, sucesor
de Soto, que de fortaleza no tenía más que el nombre, encontrándose,
además, mal situada, por quedar dominada por un cerro
que se supone fuera el llamado Peña Pobre - casi desaparecida
posteriormente con el ensanche y construcciones de la ciudad -,
asi como que era innecesario alcaide para mandarla, sino que el
representante del gobernador en La Habana podía encargarse
de ella, y al efecto, Dávila sustituyó a Aceituno por Francisco
de Tarada, que ostentaba aquella representación.
Esta primitiva fortaleza no es, como erróneamente suponen
algunos, el mismo castillo de La Fuerza que ha llegado hasta nosotros, pues aquella primera fortificación tuvo su asiento en lugar distinto a la ribera de entrada del puerto - en el
sitio donde estuvo, según Miss Wright hasta el gobierno del presidente
Gerardo Machado, la Secretaria de Estado al comienzo
de la calle de Tacón, hoy Avenida Roosevelt, o en el saliente
de tierra de la antigua Maestranza de Artillería, al decir
de Pérez Beato - donde años más tarde se levantó La Fuerza,
después de quedar destruida la fortaleza primitiva en el asalto
y toma de La Habana por el corsario francés Jacques de Sores,
el 10 de julio de 1555.
Por estas circunstancias es por lo que resulta totalmente
falsa la versión propalada entre y vulgarmente recogida por algunas
guías comerciales de La Habana, de que desde una de las
ventanas del actual castillo de la Fuerza esperó a diario,
durante meses, dona Isabel de Bobadilla, la vuelta de su esposo,
Hernando de Soto, quien jamás regresó a la Isla.
No fué hasta 1556 que, por Real Cédula de 9 de febrero, se
ordenó por la Corona la construcción de otra fortaleza, eligiendo
el gobernador Diego de Mazariegos y como sitio de emplazamiento, el de las casas de Juan de Hojas. Poco a poco fueron
realizándose los trabajos de la edificación de La Fuerza, con
tal lentitud, que comenzado en 1558 por Bartolomé Sánelez,
no se terminaron hasta 1577 por Francisco de Caloña, gobernando
la Isla Francisco Carroño.
La torre fue levantada en tiempos
del gobernador Juan Bitrián de Viamonte (1630-1634), quien
colocó en lo alto una estampilla de bronce - modelada por Jerónimo
Martín Pinzón, artífice fundidor-escultor - que allí se conserva y es considerada popularmente como símbolo representativo
de la ciudad de La Habana.
* Pirático: Perteneciente a la piratería.
* Coronel Jacobo de la Pezuela y Lobo, militar y escritor. Cádiz 1811-La Habana 1882.
Notas sobre historia local de la Habana. (17)
Emilio Roig de Leuchsenring. Agosto 28 de 1949