Castillo de la Real Fuerza en la Habana

Afirmar que fortaleza "Castillo de la Real Fuerza", que dicho sea de paso es el más antiguo de los que quedan en pie en toda américa y que fuera construido entre 1558 y 1577, fue la primera fortaleza de la Habana, constituye un error histórico de varios años, así como de autores y diseños.

En aquella remota Habana, gobernada entonces por don Gonzalo Pérez de Angulo, hubo una primera fortaleza que fue edificada 38 años antes que esta, aunque al parecer no llevó ese regio e impresionante diseño que conocemos hoy. Fue edificada con almenas o muros de piedra y seis pedreros o bases para instalar pequeños cañones. Esa primera "fortaleza" fue edificada por el maestro mayor de obras y capitán Mateo Aceituno, dándola por terminada - según él - "lista para fender y defender"- en 1540.

Al final resultó tan inútil, que fue destruida por el ataque del corsario francés Jacques de Sores, el 10 de julio de 1555. Ese fue el ultimo mandato de un gobernador civil en Cuba, pues Pérez Angulo, acusado de cobarde e inútil, fue enviado preso a España, ocupando su cargo el capitán Diego de Mazariegos. Desde entonces y hasta Adolfo Jiménez de Castellanos, que le entregó el mando al ejercito de ocupación norteamericano el uno de enero de 1899, todos los gobernadores de Cuba fueron militares.

Fue bajo el reinado del monarca Felipe II que se comienza a edificar otra, desde el 1558 al 1577, que es la que conocemos, y que fuera diseñada por el ingeniero Francisco de Calona, con los planos de Ochoa de Luyando y la dirección de Bartolomé Sánchez. La del chapucero Aceituno, que además fue tan inútil que hasta escogió mal la zona, fue demolida completamente en 1582.

Así lo hace saber, a modo de aclaración, el investigador de la Habana Emilio Roig de Leuchsenring, en un artículo de Agosto de 1949 titulado "Notas sobre la historia local de la Habana. Hernando de Soto construyó la primera de las fortalezas de la Habana, pero no el castillo de la Fuerza" y que a continuación dejamos, no sin aclarar que hay fragmentos escritos en castellano medieval, y como si fuera poco al estilo de un historiador como Emilio Roig que nació en el siglo XIX.

Solo agregar que en la construcción de esta colosal obra, la mano de obra esclava y africana fue factor indispensable. De hecho uno de los hombres de Hernán Cortez, a la sazón gobernador de la isla, Diego de Mazariegos, que fuera cesado en 1565 por corrupto, escandaloso y "viejo verde", le solicitó a la ciudadanía 30 negros "en calidad de préstamo", (increíble) para trabajar en la edificación de esta nueva fortaleza. Lo que demuestra, esclavitud aparte, que aquellos cubanos ya se forjaban en diferentes oficios bajo la corona española. No hay mas que ver lo que crearon y que hoy, a más de 450 años, sigue en pie.

El 7 de junio de 1538, a los dos meses de su partida de Sanlúcar de Barrameda, llegó la flota expedicionaria de Hernando de Soto, después de un feliz viaje con vientos favorables en su travesía, al puerto de Santiago de Cuba. La san Cristóbal, nave capitana, al franquear el canal de entrada de dicho puerto, cuando un jinete que hacía guardia en la orilla, tomó el barco por pirático*, y con el propósito de que tanto ése como los demás que le seguían naufragaran encallando en unos bajos en aquel lugar existentes, gritó a los expedicionarios:

(Castellano antiguo)

"¡A babor a babor", orden que se apresuró a cumplir la San Cristóbal. Mas luego aquél, reconociendo por los trajes y las voces ser española la armada, dió inmediata contraorden 'gritando "¡A estribor a estribor que se pierde", haciéndoles, además, señas para que volteasen pero no obstante la diligencia de los marineros, la embarcación recibió fuerte golpe contra una peña, quebrándose en las bodegas varias vasijas de aceite, vino, vinagre y miel".

Creyendo que el navío corría peligro de hundirse, fueron sacadas en un bote doña Isabel, doña Leonor, y sus doncellas, y según refiere el inca Garcilaso de la Vega ... 

(castellano antiguo) 

"con ellas "salieron algunos caballeros mozos no experimentados en semejantes peligros, los cuales se daban tanta prisa a entrar en el batel, que perdido el respeto que a las damas se les debe, no se comedian ni daban lugar a que ellas entrasen primero, pareciéndoles que no era tiempo de comedimentos. 

Por el contrario, Soto, como buen capitán y práctico no quiso, aunque se lo importunaron, salir de la nao hasta ver el daño que habla recibido, y también por la socorrer de más cerca si fuese menester; y por obligar con su presencia a que no la desamparasen todos". Y cuando se comprobó no haber sufrido desperfecto la embarcación, "se alegraron todos, y los que hablan sido mal comedidos y muy diligentes en salir a tierra quedaron corridos". 

Disipado el temor de los vecinos de Santiago, y explicado a Soto que la actitud adoptada en un principio debíase a la creencia de haber regresado con nuevas embarcaciones los piratas franceses que poco antes, el 5 de abril, hablan tratado de asaltar, saquear y quemar la ciudad, todos se dispusieron a festejar al Adelantado y nuevo Gobernador de la Isla, saliendo - continúa el Inca - "con mucha fiesta y regocijo a le recibir y dar el parabién de su buona venida... y le suplicaron les perdonase, que aquel miedo le había causado mal consejo". 

Muchas fueron las fiestas públicas que se celebraron en honor de Soto y su gente: "unas veces con danzas, saraos y máscaras que hacían de noche: otros con juegos de cañas y toros que corrían y alanceaban; otros días hacían regocijo a la brida corriendo sortija, y a los que en ella se aventajaban en la destreza de las armas y caballería, o an la discreción de la letra, o en la novedad de la invención, o en la lindeza de la gala, se les daban premios de honor, de joyas de oro y plata,  seda y brocado que para los victoriosos estaban señalados; y al contrario, daban asimismo premios de vituperio y los que lo hacían peor: no hubo justas ni torneos a caballo ni a pié por falta de armaduras".
 
Por este pintoresco relato del Inca Garcilaso de la Vega queda enterado el lector de cuáles eran y cómo se celebraban las fiestas públicas en días de regocijo oficial, en la ciudad de Santiago de Cuba, hacia la primera mitad del siglo XVI. Al día siguiente de su arribo a Santiago, o sea el 8 de junio, se hizo cargo Soto (Hernán de Soto) del gobierno de la Isla, presentando como su teniente en Santiago y su territorio al licenciado, Bartolomé Ortiz, que se encontraba en aquella población enviado por la Audiencia para residenciar al gobernador Gonzalo de Guzmán, y ocupando el cargo - como primero de tal título en Cuba - de Alcalde Mayor. 

De este personaje, dice Rodríguez Ferrer que era: 

"Hombre ya de edad y,, aunque entendido, débil, y tan bueno en su condición privada, como apocado e irresoluto para habérselas con los alzados indios y los revolvedores e inquietos vecinos de las primeras poblaciones cubanas. Después de la muerte de Soto, Ortiz fué relevado en su puesto por Dávila, y regresó a España perdiéndose para la historia sus posteriores actos". 

En Santiago fué enterado Soto del asalto y saqueo de que acababa de ser víctima La Habana, por lo que ordenó la salida inmediata del capitán Mateo Aceituno hacia este puerto, con un centenar de soldados y artesanos, a fin de que tomase las disposiciones oportunas para dar cumplimiento a las órdenes reales referentes a la fortificación y defensa de la Villa. 

Estas órdenes databan de 20 de marzo de aquel año, según el documento que se conserva en el Archivo General de Indias de Sevilla, en el cual la Reina daba cuenta al adelantado don Hernando de Soto, 

"Nuestro gobernador de la ysla de cuba y de la provincia florida... que yo he mandado hacer vna fortaleza en la habana ques en la dicha ysla de cuba asi para guarda della como para amparo y defensa de los nauios que van y vienen a las yndias", encargándole le informase "si sería cosa mas conviniente hazer en lugar de dicha fortaleza vn cortijo a manera de cibdadela en el morro que esta cerca del puerto. 

Recogesen o poblasen los moradores que allí hoviese... y escogendo lo mas seguro y menos costoso aquello, porneys por obra", realizando esas gestiones "de manera que con toda toreuedad se haga la dicha fortaleza". A fines de agosto salió la expedición por mar para La Habana, acrecentada con los voluntarios reclutados en Santiago y Bayamo; y el 15 de septiembre iniciaron la marcha por tierra hacia esta capital Soto y sus capitanes, en número de unos cincuenta jinetes.

Doscientos jinetes más, divididos en secciones de cincuenta, les seguían, salidos de Santiago a intervalos de ocho días cada sección, a fin de facilitar el alojamiento y aprovisionamiento de hombres y caballos en los escasos y pobrisimos ranchos de los indígenas o en las haciendas, durante la larga travesía. Soto y sus jefes llegaron a la Habana a mediados de octubre, ocupándose enseguida de que se cumplieran las instrucciones dadas desde Santiago, de acuerdo con los deseos reales, para la construcción de una fortaleza". 

Tuvo primero que resolver diversas dificultades presentadas en lo referente a la recaudación del dinero ofrecido por la Corona y a la oposición que hizo el Cabildo de Santiago de Cuba al proyecto de fortificar La Habana, por estimar que Santiago, y no La Habana, "es lo que ha de permanecer en esta Isla". 

El 19 de mayo de 1539 zarpó Soto con su expedición del puerto de La Habana, dejando encomendada la construcción de la fortaleza al ya citado Mateo Aceituno, con un sueldo de cien mil maravedís al año. Del gobierno de La Habana dejó Soto hecho cargo a Juan de Rojas y del Santiago de Cuba, a Bartolomé Ortiz, y según refiere Pezuela.*

"Nominalmente del de toda la Isla a su esposa doña Isabel de Bobadilla", primera mujer que en tierras americanas fué elevada a la altísima categoría de representante del monarca español, como gobernadora general de la isla de Cuba. Siete meses tardó Aceituno en construir la fortaleza, dejándola, según su propio dicho, en 12 de marzo de 1540 "acabada y para se poder habitar y morar y fender y defender". 

No obstante los elogios que de esta primitiva fortaleza de La Habana hizo su constructor y después "alcaide y tenedor", declaró, el 31 de marzo de 1545, el gobernador Juanes Dávila, sucesor de Soto, que de fortaleza no tenía más que el nombre, encontrándose, además, mal situada, por quedar dominada por un cerro que se supone fuera el llamado Peña Pobre - casi desaparecida posteriormente con el ensanche y construcciones de la ciudad -, asi como que era innecesario alcaide para mandarla, sino que el representante del gobernador en La Habana podía encargarse de ella, y al efecto, Dávila sustituyó a Aceituno por Francisco de Tarada, que ostentaba aquella representación. 

Esta primitiva fortaleza no es, como erróneamente suponen algunos, el mismo castillo de La Fuerza que ha llegado hasta nosotros, pues aquella primera fortificación tuvo su asiento en lugar distinto a la ribera de entrada del puerto - en el sitio donde estuvo, según Miss Wright hasta el gobierno del presidente Gerardo Machado, la Secretaria de Estado al comienzo de la calle de Tacón, hoy Avenida Roosevelt, o en el saliente de tierra de la antigua Maestranza de Artillería, al decir de Pérez Beato - donde años más tarde se levantó La Fuerza, después de quedar destruida la fortaleza primitiva en el asalto y toma de La Habana por el corsario francés Jacques de Sores, el 10 de julio de 1555. 

Por estas circunstancias es por lo que resulta totalmente falsa la versión propalada entre y vulgarmente recogida por algunas guías comerciales de La Habana, de que desde una de las ventanas del actual castillo de la Fuerza esperó a diario, durante meses, dona Isabel de Bobadilla, la vuelta de su esposo, Hernando de Soto, quien jamás regresó a la Isla. 

No fué hasta 1556 que, por Real Cédula de 9 de febrero, se ordenó por la Corona la construcción de otra fortaleza, eligiendo el gobernador Diego de Mazariegos y como sitio de emplazamiento, el de las casas de Juan de Hojas. Poco a poco fueron realizándose los trabajos de la edificación de La Fuerza, con tal lentitud, que comenzado en 1558 por Bartolomé Sánelez, no se terminaron hasta 1577 por Francisco de Caloña, gobernando la Isla Francisco Carroño. 

La torre fue levantada en tiempos del gobernador Juan Bitrián de Viamonte (1630-1634), quien colocó en lo alto una estampilla de bronce - modelada por Jerónimo Martín Pinzón, artífice fundidor-escultor - que allí se conserva y es considerada popularmente como símbolo representativo de la ciudad de La Habana.

* Pirático: Perteneciente a la piratería.
* Coronel Jacobo de la Pezuela y Lobo, militar y escritor. Cádiz 1811-La Habana 1882.

Notas sobre historia local de la Habana. (17) 
Emilio Roig de Leuchsenring. Agosto 28 de 1949