Vista de una de las calles de la villa de Trinidad.

Hace unos días volvió a tomar relevancia la muerte del empresario cubano José Menéndez, radicado en los Estados Unidos desde 1959. Con los años llegó a convertirse en un alto ejecutivo de Hollywood y, tras vivir en una mansión millonaria en Beverly Hills junto a su esposa Kitty, en 1989 apareció asesinado.

De su muerte fueron acusados y condenados sus dos hijos, Erik y Lyle, que desde entonces purgan una cadena perpetua. Pero el caso ha tomado revuelo otra vez, debido a unas supuestas acusaciones sexuales que cometía el occiso con sus hijos, lo que llevó a que Netflix estrenara una serie titulada “Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez” que revivió el entonces mediático parricidio.

Eso nos llevó a hurgar un poco en el tema de los asesinatos Cubanos que fueron en su momento muy sonados también, aunque no es muy fácil encontrar información al respecto. En realidad existe poca información aunque hayan sido grandes y sonados los homicidios, pero debe haberla seguramente.

Se conoce, por ejemplo, que en los archivos de los tribunales de urgencia creados en la república, en 1948 los asesinatos fueron la décima causa de muerte en Cuba, y un año después, de las 1,112 personas que murieron violentamente, 228 fueron asesinadas. Por otro lado en las crónicas rojas de los periódicos, género del crimen ya desaparecido, se publicaban constantemente porque los lectores morbosos consumían mucho ese tipo de artículos.

Una de esas historias alcanzó gran connotación, por las características del hecho cometido. Se trató la del carpintero y brujero Carlos Ayala Agama, que para muchos fue como la reencarnación del mal. Este pardo libre, de 29 años, violó, torturó y asesinó a un niña en la ciudad de Trinidad a finales del siglo XIX.

El rapto de Carmen Álvarez se produjo un 15 de julio de 1879 en una casa de la calle Santo Domingo, muy próxima a la Iglesia de Santa Ana, donde además asesinó al padre de la niña, el señor Roque Álvarez, cuando intentó detenerlo. Este crimen sacudió totalmente a la ciudad, exacerbando aún más el malestar cuando en un viejo cobertizo de su propiedad, fueron encontraron restos de la niña en avanzado estado de descomposición.

Negro Bocú.
Como si fuera poco, en los interrogatorios el asesino confesó la violación de la hermana de la occisa, la joven Tomasa Álvarez. 

El 29 de octubre de ese año fue condenado por homicidio y rapto, y el 16 de febrero de 1882 fue ejecutado en el garrote vil, una sentencia que fue cumplida en la plaza "Mano del Negro", lugar de escarmiento publico en Trinidad y luego de haberse pasado dos años encerrado en una bartolina de la cárcel real de la localidad.

La leyenda dice que Ayala era un ex bombero perteneciente al cuerpo de voluntarios de Trinidad durante la guerra de los diez años, y que en una cueva remota conocida como "El Volcán", cometía sus fechorías y tenía oculto su "templo brujero". Cierto es también que la prensa de entonces se recreaba en este tipo de delitos, sobre todo cuando eran cometidos por esclavos de de raza negra.

Eran tiempos en que la criminología en Cuba se encontraba influenciada por las teorías del científico Cesare Lombroso, un criminólogo y médico italiano que sostenía la idea de que ciertos rasgos físicos denotaban impulsos y tendencias en los delincuentes, en este caso la negritud del supuesto perpetrador.

Disco cueva de Trinidad

Debió ser por eso que en el 1904 el negro brujo Domingo Bocourt, conocido como "Bocú el Negro", y su compinche Víctor Molina, fueron sentenciados también al garrote vil al asesinar a una niña blanca llamada Zoila. La prensa aseguró que aquel crimen llevaban el propósito de curar, mediante la hechicería, a las niñas negras Adela y Juana. Imagine entonces la gran  connotación y rechazo que llegó a generar entre la población.

El mismo jurista Fernando Ortíz escribió un libro que tituló "Los negros brujos", de 1917, donde hace explícitas sus pretensiones a la «profilaxis del delito y erradicación de la brujería» o «desafricanización de los antros afrocubanos» etc. Un periodista en específico, Eduardo Varela Zequeira, del periódico "El Mundo", llegó a anticiparse a todas las investigaciones y les acusó, primero incluso que los jueces.

Este asesinato ocurrió en la zona de Alacranes, provincia de Matanzas, y los acusados fueron ejecutados dos años después en 1906, curiosamente el mismo año en que fue abolida la pena de muerte en Cuba. Como sonado también fue el de otra niña llamada Celia, violada y asesinada en el Vedado, la Habana, por un tal Sebastián Fernández, alias "Tintan".

Pero no se alarme, allí mismo, en el horrendo escenario donde se cometieron los crímenes de Trinidad, funciona actualmente una famosa disco-cueva local que lleva este nombre, "La Cueva de Carlos Ayala", por que somos así, un pueblo cobarde pero muy morboso. Aunque no es menos cierto que lo macabro y lo maldito resulta un gancho infalible para atraer al turismo.

Maldita Hemeroteca