Los firmantes en París. // |
El Tratado de París, firmado el 10 de diciembre de 1898, terminó oficialmente con la Guerra hispano-estadounidense. Los Estados Unidos pagaron a España 20 millones de dólares por la posesión de Guam, Puerto Rico y las Filipinas que igualmente quedaron bajo control americano.
En cambio, abandonó sus demandas sobre Cuba y este hecho decretó la independencia de todos esos territorios de ultramar. La derrota marcó el principio de un nuevo período de poder hegemónico de Estados Unidos en la isla, es cierto. Sin embargo, aquella firma no contó con la presencia de los representantes del pueblo cubano ni de ningún otra colonia en disputa, de manera que ese día comenzaba un incierto período de nuestra historia que nadie sabía que rumbo tendría. De hecho, llevó al generalísimo Máximo Gómez a pronunciar su ya histórica frase: "Ni libre ni independiente todavía".
El diez de diciembre del 1898 se firma del Tratado de París.
Era normal pensar así, pues el peligro real de la anexión y la posible pérdida de la identidad nacional eran patentes. En cambio Estados Unidos tenía otros planes muy distintos para la mayor de las Antillas. Se daba comienzo a una historia plagada de tropiezos en la búsqueda del ser nacional, y la hermoso nacimiento de la nación cubana pero quedaba también atrás una relación colonial de cuatro siglos, que contrario a impulsar el desarrollo se había convertido en su freno.
La Comisión, además de Montero Ríos, incorporó a Buenaventura Abárzuza, ex ministro liberal de Ultramar; José Garnica, magistrado; Rafael Cerero, Teniente General de Ingenieros; Wenceslao Ramírez de Villaurrutia, marqués de Villaurrutia, diplomático y exministro de Estado y como secretario, al diplomático y embajador Emilio de Ojeda. Ambas delegaciones se reunieron en el fastuoso castillo "Quai d’Orsay", sede del ministerio de Asuntos Exteriores francés.
Por la parte americana presidía la delegación americana William R. Day, secretario de Estado, quien inició las conversaciones con un breve discurso en el que aseguraba que los vencedores procederían con Justicia. Al final como herencia, los Cubanos recibieron una sociedad diezmada, famélica, con una estructura socio-económica deformada y caracterizada por la mono-producción, la mono-exportación y el mono-mercado, cuya solución se mantendría pendiente de los acontecimientos de lo que fue la primera intervención norteamericana a partir de enero de 1899, un precio que hubo que pagar para poder ser libres.
En eso no puede haber ninguna duda. Cuba no estaba en condiciones de derrotar a España por muy mermada que esta estuviera, tanto fue así que al marchar el general Valeriano Weyler de cuba relevado, el ejercito mambí se encontraba replegado en las provincias orientales, con algunos de sus principales líderes muertos, y con apenas siete mil integrantes comandados por los generales Máximo Gómez y Calixto García. Esa, y no otra, es la importancia de esta fecha.
Maldita Hemeroteca