Janet Ray Weininger con jla foto de su padre. // 

El piloto norteamericano Thomas "Pete" Ray, nativo del condado Jefferson, en Colorado, fue uno de los miembros de la Guardia Nacional Aérea de Alabama que se ofrecieron como voluntarios para volar en una misión de bombardeo encubierta en Bahía de Cochinos, el seis de abril de 1961.

Ray fue derribado por fuego cubano en un sembrado muy cerca del central Australia, y aunque consiguió sobrevivir, varias fuentes dijeron que había sido rematado de un disparo en la sien. Desde entonces, su cuerpo fue preservado en una cámara de frío de una morgue de la Habana, como prueba de la participación norteamericana en el ataque a Playa Girón.

No fue hasta el 1979 cuando fue devuelto a Estados Unidos para su entierro, tras ingentes esfuerzos con el régimen castrista de su hija Janet Ray Weininger. Incluso, en el 2004 un juez de Miami concedió una indemnización de 86.5 millones de dólares a esta hija, que le fue concedida del dinero cubano congelado en bancos americanos. Janet siempre sostuvo la idea de que Fidel Castro en persona fue quien ejecutó a su padre.

Thomas Williard Ray, conocido como "Pete", había volado a Cuba en apoyo a los expedicionarios de la brigada 2506 anti castrista, sin embargo nunca fue hecho prisionero ni atendido por médico alguno. A diferencia de otros cuerpos caídos en igual en combate pero en otras latitudes, Washington nunca había solicitado a la Habana la repatriación del cadáver.

Cuando el avión de la Fuerza Aérea de Estados Unidos aterrizó a finales de 1979 en el Aeropuerto Municipal de Birmingham, Alabama, su hija sintió que un trágico ciclo de 18 años había llegado a su fin. Aquella era la misma pista aérea desde donde había despegado su padre en 1961. Su avión fue una de las tres naves de ese país que volaron a Cuba; y aunque se conoce que ambos pilotos sobrevivieron al derribo, por alguna razón fueron ejecutados en el lugar. 
En la madrugada del 19 de abril de 1961, seis aviones Douglas B-26 pintados con los colores de la Fuerza Aérea Cubana despegaron en parejas y en intervalos de 30 minutos. Cuando los bombarderos llegaron a la playa al amanecer, los combatientes cubanos los estaban esperando. 

Los dos primeros B-26 pudieron disparar su artillería y regresar a Nicaragua. En cambio los otros dos B-26 siguientes, uno pudo superar a los cazas T-33 pero fue alcanzado y derribado en el mar, mientras que el de Leo Baker, que volaba como ingeniero de vuelo del piloto Thomas Ray, fue derribado por baterías antiaéreas cubanas precipitándose en un cañaveral muy cerca de Playa Girón. 
Cincuenta y cinco años después la hija del piloto Leo Baker, Laura Schaechtele, retomó las gestiones de repatriación tras la muerte del dictador cubano. Ella tambien mantuvo siempre la idea que Castro en persona había apretado el gatillo ejecutor, y que en el caso de su padre, Castro lo hizo porque pensó que era un piloto cubano debido al color más moreno de su piel. Su cadáver, que fue dejado tirado en un basurero, fue encontrado por los lugareños que, al amparo de la noche, consiguieron darle sepultura en un lugar secreto. 

--"Tuvieron la decencia de ponerlo bajo tierra en alguna parte. No recibió su servicio católico pero no dejaron que se pudriera en la basura y por eso estoy agradecido. Siempre les estaré agradecido por eso", dijo Schaechtele.--

Schaechtele agregó que la muerte de Castro no suponía un cierre total en sus planes, y que pensaba retomarlos con su hermano Raúl tras ocupar este la dirección del régimen. "Espero poder ir a Cuba algún día, y depositar una corona de flores en la tumba de mi padre ya este en una fosa común o en alguna tumba en la playa donde dicen que fue enterrado. Leo Baker recibió la Cruz de Inteligencia Distinguida de la CIA, el 23 de octubre de 1973.

Al final su compañero Thomas, que fue condecorado con la misma distinción, pudo regresar a su patria cuarenta años después, aunque fuera en un ataúd cubierto con la bandera de las barras y las estrellas y del brazo de varios soldados uniformados. Después de todo su hija fue una afortunada dentro de lo que cabe, porque al menos pudo mirarle a la cara antes de que fuera sepultado.

Maldita Hemeroteca