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Árbol de Guásima muy frondoso. // |
Situado a unos treinta y cinco kilómetros de la actual ciudad de Camagüey, el potrero "Las Guásimas de Machado" era en 1874 una finca ganadera en completo estado de abandono, rodeada de una arboleda de guásimas* frondosas.
Allí se produjo un sangriento combate entre los días 15 al 19 de marzo de 1874, entre más de mil trescientos mambises pertenecientes a las fuerzas de los generales Julio Sanguily, Modesto Díaz, Antonio Maceo y el canario Manuel Suárez, más otros trescientos de la caballería del coronel Ricardo de Céspedes, sobrino de Carlos Manuel de Céspedes. Todos bajo el mando del generalísimo Máximo Gómez.
Las fuerzas españolas compuestas por tres mil hombres estuvieron bajo la comandancia de Brigadier zamorano Manuel Armiñán Gutiérrez primero, y luego 700 más entre caballería y artillería de refuerzo con el brigadier Manuel Bascones Copia al frente.
En este combate, que tenía como objetivo impedir que las fuerzas mambisas siguieran curso hacia occidente, Armiñan le causó a los insurrectos 300 bajas, según parte de guerra, sin en su diario de campaña, Máximo Gómez fija las bajas cubanas en solo 166, 29 de ellas oficiales, y las españolas en 1037.
Pero más allá de las imprecisiones que pudo haber desde ambos bandos, nos gustaría añadir que por el resultado de este Armiñan mereció la Gran Cruz al Mérito Militar, y encima le entregaron la comandancia general de Santi espíritus, Trinidad, Remedios y Morón. Muy mal no debió haber salido como para merecer tanto.
Quizás fue porque los mambises no pudieron seguir curso hacia Las Villas, por lo menos hasta el siguiente año con las tropas del "Inglesito" (Henry Reeve) que cayó muerto al mes siguiente en el combate en la sabana de Yaguaramas. Por otro lado los propios rebeldes villareños no querían a nadie en su provincia, situación que motivó el intento de renuncia - no aceptado - del general Julio Sanguily. Fue esta la ultima campaña de la guerra de los diez años.
Regresando al combate antes mencionado, hay un hecho que fue narrado por el coronel Francisco Camps i Feliú, fuente de este trabajo, y que reproducimos a continuación.
"Entre las más de mil bajas españolas entre muertos y heridos, cayó un joven oficial de apellido Virués, uno de los ocho oficiales que murieron ese día. Su pobre padre, que era teniente coronel, al recibir la noticia se volvió loco de pesar.
Decide entonces irse a su casa, vestirse de uniforme y a caballo, sin que nadie le viera, salió de Puerto Príncipe en dirección a las Guásimas. A las pocas leguas de camino se encontró con un grupo de insurrectos, y dirigiéndose a ellos les preguntó sin inmutarse:
- “¿Dónde está Máximo Gómez?”.
Sorprendidos ante la presencia del oficial y lo inesperado del encuentro, los insurrectos le respondieron:
— “Venga usted señor,”—y le escoltaron hasta el campamento de Máximo Gómez. Allí fue rodeado por los jefes, y el teniente coronel le dijo al general enemigo:
— “Vengo á buscar el cadáver de mi hijo que murió en las Guásimas, aunque me cueste la vida”.
Los jefes en el campamento se enternecieron, convidaron a Virués a comer carne y boniatos, y Máximo Gómez le facilitó una escolta para que le acompañara a reconocer los cadáveres.
"El teniente Virués murió al frente de su caballería en el potrero, y aunque las auras ya le habían comido los ojos, le fue fácil al infeliz padre encontrarle y reconocerle por los gemelos de la camisa y el revolver, los que Máximo Gómez permitió recoger y conservar. Conducta, si no por procedente, menos generosa que todos los militares aplaudimos".
Como describió León Tolstoi en la Guerra y la Paz, en la guerra los generales ponen las ideas sobre los mapas, los soldados los muertos sobre el terreno. Y este vino a por el suyo, que encima era su propio hijo. Lejos estaba Gómez de imaginar entonces que veinte años después, tendría que pasar por el mismo trago amargo con su hijo Panchito en la Habana.
Maldita Hemeroteca
--Antonio Pirala. "Anales de la guerra de Cuba". Madrid: Felipe González Rojas, 1895- 1898.
--Coronel retirado Francisco Camps i Feliú. "Españoles e Insurrectos". La Habana 1890.
--Maximo Gómez. "Diario de Campaña". 1940
*Nota: En aquellos años las guásimas eran los árboles favoritos para efectuar ahorcamientos de traidores y bandidos. Sus ramas eran tan resistentes, que aguantaban varios cuerpos en una sola. Los esclavos, poco proclives a las enfermedades palúdicas, una vez se sentían enfermos se colgaban de sus ramas vistiendo sus mejores galas.