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| De izquierda a derecha: Virgilio Gonzalez, Frank Sturgis, el abogado Henry Rothblatt, Bernard Barker y Eugenio Martinez. (Getty Images). // |
Fueron protagonistas del mayor escándalo político que ha vivido Estados Unidos en muchos años, es cierto. El caso Watergate, que incluso todos disfrutamos de una serie de Netflix que los recreó en tiempo de comedia y guasa con la magistral actuación de Woody Harrelson y Justin Theroux, en realidad fue todo menos eso.
Y lo que ahora vemos como una anécdota graciosa del pasado e incluso sus nombres han sido olvidados poco a poco tras la estrepitosa caída del presidente Richard Nixon, la verdad es que existían muchas razones para hacer lo que hicieron en la sede del Partido Demócrata en Washington en el mes de junio de 1972, aunque fuera un acto criminal por supuesto.
No era para menos, los republicanos, y por supuesto los exiliados Cubanos, estaban muy preocupados por la influencia que ejercía el dictador Fidel Castro en el candidato a la presidencia de ese año, el senador izquierdista por Dakota del Sur, George McGovern, que en total efectuó ocho viajes a la Habana. Según declaró una vez el fallecido ex escolta de Fidel, Reinaldo Sánchez, fue grabado de lo lindo tanto en audio como en imágenes en aquellas visitas.
Tan claro estaban, que con el tiempo este político, que abogaba abiertamente por normalizar las relaciones con la dictadura, se convirtió en uno de los mejores amigos del dictador cubano, con lo cual nadie hubiera podido imaginar lo que hubiera pasado si llega a salir electo presidente. Por suerte el republicano Richard Nixon barrió en aquellos comicios, pero a saber los millones de dólares que el dictador le pudo haber dado para aquella campaña.
Según el relató del ex escolta Sánchez, en 1980 y por unas supuestas confesiones que le hiciera la traductora Alina Amaro Alayo, la agente “Adelfa”, que en realidad era una espía como la copa de un pino, una especie de "sparrow" al estilo de la KGB soviética, Castro, ya más desprestigiado por los sucesos de la embajada del Perú, visitó la ONU en New York e invitó a McGovern a un "discreto encuentro" que este rechazó. Poseso por el desplante, Castro empezó a maldecir y a decir que era un mal agradecido. Por algo lo diría.
George McGovern murió en 2012 a los 90 años en un hospicio de Dakota del Sur; y solo agregar que aquellas elecciones de 1972 el pueblo americano lo tenía tan claro, que el senador solo ganó en los Estados de Massachusset y Washington DC, mientras Nixon barría en los 49 restantes. Sin embargo, depositó la semilla para que después germinaran los Clinton, los Obama, los Biden, incluso candidatos tan peligrosos como Bernies Sanders o Kamala Harris.
Diecisiete años después Castro le devolvió la moneda en otra visita del senador a la Habana, haciéndole saber esa vez que no podría recibirlo personalmente porque estaba "muy ocupado" con otro gran amigo que, lejos de tener que darle más bien recibía, y muchos millones además, el venezolano Hugo Chávez. Esa vez MacGovern se tuvo que conformar con la compañía del vomitivo canciller Bruno Rodríguez, que lo invitó a almorzar en el restaurante "La Guarida" y nunca mejor dicho.
LOS PLOMEROS
Sin entrar mucho en la trama, se ha dicho que el objetivo de Watergate era en principio buscar información que probara que el siquiatra Daniel Ellsberg había pasado información a la Unión Soviética, pero hoy se sabe que lo que tenían proyectado era espiar aquella sede del partido demócrata en general.
El artemiseño Eugenio R. Martínez, alias musculito, en su caso un anti Batistiano en el exilio que a su regresó a Cuba mutó en anti Castrista, el también cubano Virgilio R. González, James W. McCord, un experto en intercepciones electrónicas.
El equipo de "Los Plomeros de la Casa Blanca", como fueron conocidos porque así aparecían registrados en una comprometida agenda, bastante torpes por cierto, estuvo integrado por Bernard L. Barker, un exiliado cubano veterano de la segunda guerra mundial, que antes del 1959 había pertenecido a la policía secreta de Fulgencio Batista y que en el juicio se declaró culpable de espionaje.
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| McGovern en su tour por la Isla. |
El artemiseño Eugenio R. Martínez, alias musculito, en su caso un anti Batistiano en el exilio que a su regresó a Cuba mutó en anti Castrista, el también cubano Virgilio R. González, James W. McCord, un experto en intercepciones electrónicas.
Había trabajado para la CIA y que entonces era el coordinador de seguridad del equipo de campaña de Nixon, así como Frank Sturgis, otro estadounidense que durante décadas había participado en operaciones encubiertas y como suministro de armas a la guerrilla de Castro, y que más tarde "se viró" en su contra.
Tambien se adicionó a la nomina otro cubano del que no se habla mucho, Felipe De Diego, un ex agente de la CIA que meses antes habían sido detenido junto al ex brigadista de Bahía de Cochinos, Reinlado Pico, desbaratando una manifestación contra la guerra organizada en Washington con motivo del velorio en el Capitolio del ex jefe del FBI, Edgar J. Hoover, en la que participaron actores de Hollywood como Jane Fonda y Donald Sutherland.
Según contó Sturgis ante un comité del Congreso de EE.UU. en 1978, su vínculo con Cuba se había iniciado en la década de 1950. Tras el golpe de Fulgencio Batista en 1952, había trabajado al servicio del ex presidente cubano Carlos Prío Socarras, entonces exiliado en Miami, para llevar armas a la guerrilla de Fidel Castro en la sierra maestra. Otro imbécil más.
Estando en la isla se convirtió en un doble agente, primero como informante de la CIA y más tarde trabajando un tiempo al servicio de Fidel Castro tras el triunfo de la revolución, pero que finalmente se unió definitivamente a los grupos anticastristas en Miami organizando operaciones encubiertas contra el régimen de la isla.
Maldita Hemeroteca










