Historia de una familia Cubana: Andrés y José Genaro Gómez Mena (Tercera Parte)

Obras de la ampliación de la Manzana de Gómez

La historia de este centro comercial comienza con una de las personas más ricas de Cuba en ese entonces, el marques de Álava, Julián de Zulueta de Amondo, un traficante de esclavos quien comenzó la construcción del inmueble con el diseño del arquitecto español Pedro Tomé Verecruisse. 

En 1890 este marqués edificó el inmueble hasta el primer piso. Sin embargo el edificio quedó durante años incompleto, hasta que fue la familia Gómez Mena quien se encargaría de terminar el proyecto. Andrés edificó dos teatros en los altos, el Politeama Grande y el Politeama Pequeño, hasta que en 1918 llegó la ampliación definitiva. 

Edificó los ascensores y los 560 departamentos con pasillos y portales por donde diariamente pasaban alrededor de 25 mil personas. De hecho una vez estuvo terminado, el inmueble le reportaba ganancias del orden de los ¡1000 pesos diarios!

Gómez Mena comenzó a arrendar todos los locales que estaban en los bajos. Según consta en los libros de registros, el primer contrato de un local en aquella Manzana se lo hizo la señora Josefa Díaz y Machado, viuda de Aedo, quien reservó las puertas 4, 5 y 6, entrando por la calle Zulueta, donde abrió una peletería y sus anexos.

Andrés Gómez Mena

El millonario cubano Andrés Gómez Mena era un tipo que lo tenía todo a sus 68 años, cuatro hijos criados en las mejores instituciones del país, ingenios azucareros y, sobre todo, la Manzana de Gómez en propiedad. 

Su vida era ya un tranquilo retiro en el cual disfrutaba de la opulencia de su posición, pero se propuso conquistar la mujer de un humilde relojero catalán de nombre Fernando Neugart, cuyo negocio estaba en la esquina de la Manzana de Gómez que daba al frente del Hotel Plaza. 

La posición de la pequeña relojería era excelente. El tráfico de la zona era constante y el hombre viendo la posibilidad de un buen negocio se propuso traspasarlo a un buen postor, quién sabe si con la idea de retirarse y volver a España a sus 43 años. 

El plan del señor Neugart era sencillo, necesitaba ampliar el contrato de alquiler del local de la Manzana de Gómez por al menos dos años más. El único inconveniente radicaba en la mala relación que tenía con Andrés Gómez Mena. Sabía el señor Neugart que dialogar con el viudo era una misión compleja, así que envió a su señora esposa Flora Alonso, la primera de las malas decisiones de esta historia.

La pequeña reunión entre ambos, en la misma Manzana, fue bastante cortés.  Andrés se comprometió en facilitar la prórroga del contrato a su esposo para que este, a su vez, cerrase el negocio del traspaso. 

Una visita indiscreta 

A los pocos días, quizás maravillado por la belleza y modales de doña Flora, se Gómez Mena se presentó en la vivienda del relojero, sito en Bernaza no 31. La sorpresa de encontrase en la puerta de su casa con Andrés en persona fue mayúscula, la visita de un hombre de semejante poder adquisitivo no era un suceso inhabitual-, aún estupefacta le dejó pasar. 

Una vez dentro, Gómez Mena retomó la charla anterior y le explicó cómo pensaba ayudar a su marido; insistiendo en su interés en ayudarla de alguna manera, pues le parecía una mujer que debía aspirar a más en la vida. Acto seguido, envalentonado quizás por su posición, el millonario empezó a celebrar su belleza. 

Las formas, en un primer momento, no le parecieron ofensivas a doña Flora, de fina educación, pero el hombre, tímido al inicio, cogió impulso y pasó a las proposiciones más indecentes para la moral de la época que ruborizaron a la señora Flora. 

Ofendida le exigió salir de su casa o gritaría. Andrés se retiró pero no cejó en el empeño, para ello dispuso de varios ayudantes que le siguieron llevando ofertas a una Flora cada vez más mustia y que el relojero notó indagando los motivos.

Ya sabemos que a Radio Bemba la carga el diablo y algunos  comentarios llegaron a oídos del catalán y, luego de ciertas confidencias, llegó a interceptar uno de los mensajes que el señor Gómez Mena le hacia su esposa. 

Manzana de Gómez a la derecha. A la izquierda el hotel Plaza. 

Embargado por la más honda afrenta se dirigió a la residencia de la calle Concordia 44 -donde Andrés vivía con una de sus hijas y solicitó verlo y este lo recibió no sin antes hacerle esperar un rato. La charla fue un intercambio de opiniones en el cual Gómez Mena juró que todo había sido un malentendido mientras se esforzaba por encontrar una solución pacífica al asunto. 

En cambio Neugart, sintiendo su honor afectado se aferraba a una solución más tangible, o sangre mediante, que para lavara su deshonor, el conflicto tomaba destino fatal. Sin llegar a ningún acuerdo, el acaudalado magnate le hizo la promesa de visitarlo y, en presencia de su esposa, aclarar el asunto 

Neugart esperó, esperó y esperó, pero, su paciencia de relojero no entendía de retrasos. Tomó el teléfono y lanzó un furibundo ataque a Gómez Mena que en la distancia, y ahora acusador, cambió su discurso y retiró sus disculpas. Alterado Neugart alcanzó a gritar: «Eso no se le hace a un caballero»… La frase quedaría sujeta en la línea mientras su oponente colgaba su auricular quedando el suceso listo para sentencia. 

Neugart, sintiéndose víctima, juez, jurado y verdugo a la vez, compró un revólver y salió a reivindicar el honor que le había sido arrebatado. No han quedado claras las pruebas del caso, tampoco servirían de mucho ahora tras lo ocurrido el 11 de enero de 1917. 

Gómez Mena se había guardado para sí una denuncia que no había ejecutado aún, pero que sí quedó constancia de ella en dependencias policiales por sentirse acosado por este señor que pretendía sacarle dinero como compensación de un desagravio nunca realizado. 

En el propio edificio de la Manzana encontró Neugart al opulento magnate, quien, en compañía de unos amigos, admiraba las obras de ampliación que se realizaban en el edificio que gestionaría su hijo José Genaro Ramón-Gómez-Mena Vila. Cuando estuvo seguro de no fallar los disparos ni herir a otras personas, le descargó cinco tiros en la anatomía de Andrés Gómez Mena. 

Faltaban pocos minutos para la 7 de la tarde cuando se certificó la muerte del hombre de negocios. Detenido el asaltante en el propio lugar quedó sellada la triste historia de un agravio no aclarado. La fatalidad del desenlace acabó con la vida de Andrés Gómez Mena, nacido en Burgos y hecho bajo la sombra de su tío Joaquín Mena, uno de los hombres más ricos de esa época en Cuba. 

Aquello provocó, entre otras cosas, la cancelación de la boda programada para esa misma noche en la Iglesia de la Merced, entre Guillermina García y Manuel Gómez Mena, sobrino del occiso. Sin embargo llamó la atención aquella muerte cuando ninguno de los disparos fue de gravedad. Fue conducido al Hospital de Emergencias donde el facultativo de guardia, el Dr. Ponce, le practicó las primeras curas certificando las siguientes heridas: 

"Herida producida por proyectil de arma de fuego de pequeño calibre, orificio de entrada, en la cara exterior, tercio inferior, brazo derecho, y orificio de salida en la cara externa de dicho brazo. Otra herida sin orificio de salida en la cara externa de dicho brazo, con la fractura del húmero derecho por su tercio superior". 

Sin embargo faltaban pocos minutos para la 7 de la tarde cuando se certificó la muerte del millonario. Cosa rara porque ninguno de los disparos fue mortal. El escritor castrista Miguel Barnet apunta en su libro "Gallego", que Gómez Mena murió poco después de un paro cardíaco. Para entonces sus activos se calcularon en unos 20 millones de pesos.

Pero la leyenda negra del apellido no acabaría aquí. 

Aproximadamente 30 años después, su hijo José Genaro Gómez-Mena Vila, también sería víctima de otro asalto en el mismo lugar y que por fortuna salvó la vida, aunque le quedaron secuelas en su rostro y piernas

Vamos con la historia.

José Genaro Ramón Gómez Mena era entonces uno de los hombres más rico de Cuba. No como los hermanos Manuel y Ramona Rionda, los Falla Gutiérrez de Camagüey, aquellos que tenían en Morón el central Violeta y la destilería con aeropuerto incluido y que daban de comer a mas de 7 mil cubanos, o el clan de los Lobo, pero si era riquísimo. Ese apellido, y él como cabeza de la fortuna familiar, siguió siendo sinónimo de poder. 

A todos los inmuebles y negocios antes descritos, como la Manzana, las fábricas, destilerías o los cuatro centrales azucareros que estaban entre los primeros productores de azúcar del país, súmele 500 casas y edificios de apartamentos. De hecho su mansión de la avenida 146 del Country Club en Miramar, tuvo entre sus huéspedes al rey Leopoldo de Bélgica. 

Como mismo tenía otra espléndida residencia de la calle 17 esquina a E, en el Vedado, la que luego fue propiedad de su hermana María Luisa, la condesa de Revilla de Camargo, un título nobiliario que fue creado por el rey Alfonso XIII, y convertida después por el castrismo en el Museo Nacional de Artes Decorativas.

Encima de eso, enlazó a su hija Lilliam con la familia Fanjul, de origen Asturiano, los que a su vez lo estaban con los Rionda. Vamos que el poder estaba asegurado por todos lados. Fue así que su nieta Liam, fruto del matrimonio de Lillian y Alfonso Fanjul, se casó a su vez con Norberto Azqueta, completándose de esa manera los tres grupos azucareros más importantes en Cuba, después de Julio Lobo. 

Uno de esos centrales, el "Resolución" estuvo vinculado con a un hecho de sangre que por poco le cuesta la vida. El administrador de ese ingenio, llamado Ángel Machado Palomino, era un tipo que trabajó durante años para la familia y estaba considerado un hombre de confianza, fue quien recibió el encargo de ponerlo a punto y echando a andar.

Batey del central Resolución.

Este "Resolución" lo había adquirido en la zona de Quemado de Güines, y había estado parado por varios años. Debido a que la puesta a punto significaba "pasarle la manos" también a sus tierras cultivables, en pleno abandono, le prometió en pago asociarlo al negocio. Para Machado Palomino había llegado la hora de convertirse en dueño y no en u asalariado. 

Esta promesa se quedó en eso, en promesa, y pese a las exigencias de Palomino, que por cierto se vio obligado a renunciar, Gómez Mena no se inmutó. Palomino le exigió entonces 200 mil pesos por daños y perjuicios a su persona, de los cuales solo le pagaron diez mil. La venganza estaba servida

En la mañana del 29 de enero de 1951, Palomino lo esperó en los portales de la Manzana de Góemz, lo siguió hasta el interior del edificio y al grito de «Así te quería coger», le metió tres balazos en el pecho. José Genaro Ramón Gómez Mena no murió ese día, se fue de causas naturales 9 años después en 1960 y sus restos descansan en el cementerio Hillcrest Memorial Park, de West Palm Beach en la Florida. Al morir contaba con 76 años.

Su padre, Andrés Gómez Mena, natural de Cadaguas, Burgos, España, uno de los ocho hijos de Manuel Gómez Diaz y María Mena Zorrilla, viudo de la cubana Eugenia Tomasa Vila Pérez con la que había casado en Guanabacoa en 1877, y dueño del famoso inmueble de las calles Zulueta, Monserrate, Neptuno y San Rafael conocido como la Manzana de Gómez, no corrió la misma suerte a manos del relojero catalán Fernando Reugart. Desde el 11 de enero de 1917, descansa en un mausoleo - tipo torre - situado en la necrópolis de Colón en la Habana.

CENTRALES DE LA FAMILIA.
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Era propietario y presidente de 4 centrales azucareros, y su hermano Alfonso fungía como vicepresidente: el primero que adquirió fue en 1902 al cual rebautizó con sus apellidos “Gómez-Mena”, en San Nicolás de Bari, rebautizado despues por castrismo como “Héctor Molina”

En 1906 adquirió el “Amistad”, en Güines (Con castro “Amistad con los Pueblos”), uno de los primeros que le puso luz eléctrica por el 1910. Ese mismo 1906 se hizo con el “Merceditas”, en Melena del Sur, (“Gregorio Arlee Mañalich”); y luego en 1935 el “Resolución”, en Quemado de Güines.

Además poseían el control del “Estrada Palma”, (Rebautizado Bartolomé Masó)  y del “Sofía” (Ranulfo Leyva y "cadáver" en 2002) que había sido propiedad de Pedro Vallés y de Teobaldo Rosell, ambos en Yara, Bayamo, así como “La Julia” en Limonar, propiedad primero de Adolfo Marzol. Estos dos últimos fueron demolidos, y de sus tierras pasaron suministrar caña para el “Estrada Palma” y el “Merceditas”. 


Añadir que el central Orozco, de Cabañas en Pinar del Río, y propiedad de José Manuel Casanova y María Teresa Castro, pasó a ser suyo. Fue único propietario y presidente de la “Nueva Compañía Azucarera Gómez Mena”, la cual contaba con una capacidad total de un millón, 350,000 arrobas diarias, que representaban en el país el décimo lugar en importancia y el tercero en capital no-norteamericano.

Como si fuera poco, Gómez Mena era accionista, con 50,000 pesos, de la “Industrial Arrocera de Mayabeque S.A.”, que poseía un molino para descascarar arroz. También accionista, con 60,000 pesos, de la “Industrias Siporex S.A.”, que era una fábrica de bloques de concreto, en compañía del millonario Víctor Pedroso Aróstegui. 

En 1944, en el municipio San Nicolás de Baris, fundó junto con su hermano Pedro la “Compañía Destiladora San Nicolás S. A.”, dedicada al alcohol, la cual producía 48,000 litros diarios, situada en el central “Gómez-Mena”, (“Héctor Molina”); de la su yerno Alfonso Fanjul Estrada, fungía como vice presidente. Por ultimo eran co-propietarios del club de beisbol "Almendares", de la liga profesional cubana, y que tenía como dueño mayoritario al millonario Roberto G. Mendoza Vinent.

Fuente: Fotos de la Habana e internet 
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