miércoles, 13 de septiembre de 2023

El síndrome de la Habana


La carta olímpica, en uno de sus párrafos, dice que la práctica del deporte ocurre en el marco de la sociedad, y que las organizaciones deportivas del Movimiento Olímpico aplicarán la neutralidad política. 

Sería lo normal, que en la vida el deporte y la política no se mezclaran. Cada uno en lo suyo. Pero en este mundo en que vivimos no es así, y en el caso de Cuba en específico, con un gobierno aberrante como el que tiene, son dos actividades que están obligadas a encontrarse per sé.

La historia, no solo la de Cuba y su tiranía, la del mundo en que vivimos, nos ha enseñado que esos caminos se han estado cruzando desde bien atrás en el tiempo, de cuando la primera guerra mundial privó del disfrute de los juegos olímpicos de Alemania en 1916, Helsinki 1939 y Londres 1944, por citar tres ejemplos que fueron letales para el deporte.

Cuando el ajedrecista soviético Boris Spassky perdió el campeonato mundial frente al norteamericano Bobby Fischer, el escarnio a que fue sometido en la Unión Soviética fue tal que se vio obligado a asilarse en Francia.  

Cruel y brutal fue la masacre de las olimpiadas de Munich en 1972, cuando un comando terrorista palestino secuestró, y asesinó además, a 11 miembros del equipo olímpico Israelí. O que decir de aquella invasión soviética a Afganistán, que trajo como consecuencia que países de un bando y del otro se ausentaran a dos juegos olímpicos consecutivos, los Ángeles y Moscú.

"Eso fue en el pasado", dirán algunos, pues no. 

Esta situación continúa en el mundo de hoy, y en el caso Cubano resulta triste e incomprensible a la vez, porque cuando alguien la critica no falta quien te salte al cuello y inexplicablemente te recete una cátedra del porque - según él - ambas cosas "deberían ir separadas" cuando es él, precisamente, quien la entremezcla.

Por ejemplo mire esa imagen, que alguien nos diga que rayos tendrá que ver un espía que había sido condenado a cadena perpetua en Estados Unidos y que gracias a el ex presidente demócrata Brack Obama fue canjeado a Cuba, con un grupo de boxeadores y técnicos que habían participado en un evento profesional en México. Si usted encuentra la relación de esta imagen sin entrar en política, entonces su empanada mental es tremenda.

Por otro lado no se puede negar tampoco que ha sido utilizado para apoyar causas nobles, como la lucha contra el racismo, la homofobia o la violencia en general, pero aun así el éxito deportivo supone un irresistible polo de atracción para los intereses políticos. 

Tanto es así, que en el conjunto cubano que participó en el Clásico Mundial de Béisbol 2023 que fue conformado por la dictadura, lo integraron beisbolistas que en el pasado habían abandonado el país por no estar de acuerdo - como mínimo - con la política practicada por el régimen, no solo en su disciplina, si no en el deporte en general. 

Sabían perfectamente que en el momento que se fueron sus records y sus historias serían borradas de un plumazo y que incluso, no pocos se vieron imposibilitados a regresar al país al ser considerados como traidores. Aún así algunos aceptaron, e incluso miles de exiliados cubanos que de alguna forma se supone huyeron de ese régimen por la misma causa, se mostraban bastante agresivos e irreverentes con todo aquel que lo criticaba. 

Estrategia de supervivencia. 

En sicología mostrarse complaciente, tranquilo y sobre todo colaborador con el agresor, significa ser recompensado con un buen trato. Y aquí juega un papel primordial el tiempo que la víctima ha estado inmersa en esa relación enfermiza. Cuanto más tiempo haya estado expuesta al maltrato, en este caso la represión, más difícil será tomar distancia.

Lo vimos en una reciente entrevista - blanqueo hacha por un youtuber a una importante periodista deportiva Cubana, que estuvo muchísimos defendiendo al régimen e incluso, al propio dictador Fidel Castro mientras tuvo vida. Lo reconoció ella misma. Dijo que se había equivocado, pero pese a todo se vio "gallita" defendiendo que su presencia en Estados Unidos se debía a sus hijos única y exclusivamente, dejando claro que no era por ser una "gusana". ¿Quién dijo que yo me quedé?, preguntó retadora como si a alguien le importara. En fin, más de lo mismo.

En "Mundo Feliz", el escritor británico Aldous Huxley describe perfectamente como los espectáculos y los deportes son usados por los poderosos para mantener el espíritu crítico de su rebaño anulado, a la vez que motiva un sentimiento de orgullo nacionalista que actúa como distracción sobre los verdaderos problemas que afectan al pueblo, y en eso la dictadura Cubana ha sido una especialista.


Memorias.

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