lunes, 29 de enero de 2024

Gerardo vs Pinkerton: El espionaje en el siglo XIX


Junto al presidente Lincoln y a su izquierda, el general John A. McClernand y a su derecha Allan Pinkerton, entonces jefe del Servicio Secreto. Esa fotografía fue tomada el 3 de octubre de 1862 en el cuartel general del Ejército del Potomac, en Maryland, durante la guerra civil estadounidense. //

En 1850 Allan Pinkerton (considerado el primer agente del FBI en la historia) organizó “La Agencia Nacional de Detectives Pinkerton” (la primera en su clase en Estados Unidos y en todo el mundo). Dos hechos marcaron su fama y prestigio, la recuperación de una gran suma de dinero robada a la compañía "Adams Express", y el descubrimiento de una conspiración para asesinar al presidente Abraham Lincoln en 1861 que cubrieron de gloria al personaje.

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Fue la encargada de vigilar a José Martí, el organizador del tercer levantamiento de 1895 en Cuba, mientras estuvo residiendo en de la ciudad de New York en 1880. Las Cuentas de gastos de vigilancia de la legación española en Washington, ofrecen un pormenorizado resumen de las sumas de dinero que fueron pagadas a la agencia Pinkerton por las autoridades diplomáticas españolas.

El historiador francés Paul Estrade, gran especialista en América y uno de los más importantes estudiosos del pensamiento y la obra de José Martí, fue de los primeros que llamó la atención sobre este capítulo semi olvidado. Lo hizo "buceando" en los archivo de España y luego publicándolo en el artículo "La Pinkerton contra Martí", en el anuario de 1978 del Centro de Estudios Martianos.

Era 1880 y la familia Martí vivía en una humilde pensión. Poco después otro huésped se alojó en el establecimiento. Sólo se conocieron sus iniciales, E.S. El recién llegado trabó amistad enseguida con los Martí y con otros exiliados. Regalaba golosinas a los niños, y muchas veces se presentaba a la cena con una botella de vino para agasajar a Martí, como al resto de los comensales. En realidad buscaba información como consta en el Archivo Histórico Nacional de España, que atesora en Madrid numerosa documentación al respecto.

Para entonces Martí era el principal responsable del Comité Revolucionario Cubano, un organismo que repartía propaganda, recaudaba fondos y compraba armas para la causa en la isla. El tal E.S. era un investigador privado. Estaba en la plantilla de la Pinkerton’s National Detective Agency y su misión consistía en convertirse en la sombra del líder cubano.

La embajada española en Washington y el consulado español en Nueva York, que ya habían recurrido a detectives en otras ocasiones, no sólo contrataron esta empresa. También pidieron ayuda a una firma neoyorquina más modesta, la "Davie’s Detective Agency". Sin embargo, la mayor parte de los encargos – y de los beneficios – fueron para la agencia Pinkerton, que utilizó a más de 25 espías en los seguimientos efectuados a ciudadanos cubanos. Se asegura que sólo para José Martí habían contratados 7 de esos espías.

El agente encubierto que llegó a tener un trato más cercano con él fue E.S. con mucha diferencia, pero a este le relevaron J.P., C.B.D., F.J.P., D.B., C.K.E. y N.A.P, según el libro "Soldados españoles en Cuba" © Biblioteca Nacional de España (BNE).

Pero fue el misterioso E.S. quien dejó un pormenorizado recuento de sus gastos, como era obligatorio en su empresa, y que luego incluía el documento en la factura que se le entregaba al cliente. La agencia Pinkerton enviaba cada mes sus notas de gastos al consulado de Nueva York. Así sabemos, por ejemplo, el precio de las 23 botellas de vino que su hombre compró en la pensión, al precio de 75 centavos cada una. También existen documentos donde se refleja que gastó otros 20 centavos en dulces para los hijos de los demás matrimonios.

Las facturas eran reenviadas posteriormente por el consulado a la embajada, que las hacía llegar al ministerio de Ultramar y al de Estado (Asuntos Exteriores). Por eso se encuentran en el Archivo Histórico Nacional. Cualquier estratagema valía para ganarse la confianza de los espiados. E.S. llegó al punto de contratar a una colaboradora, para que esta recibiera clases particulares de castellano por parte de José Martí y su esposa Carmen Bazán.

El depauperado Gobierno español destinó en 1880 más de 67.000 dólares, un capital respetable para la época, en detectives y otros “gastos de vigilancia” en EE.UU. Uno de sus primeros biógrafos, el militar e historiador Enrique Collazo y Tejada, general de brigada y en un tiempo encarnizado rival del propio Martí, (Martí le sugirió un duelo ante sus graves acusaciones) aseguró en "Cuba independiente" de 1900, lo siguiente:

"Tiempo después Martí cayó “en delirios de persecución que lo hacían ver espías y detectives por todas partes”.

Recordemos en la carta que escribió a su amigo Manuel Mercado la frase: “En silencio ha tenido que ser porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas”. Tras doce años de guerra, la llama de la rebelión parecía extinguirse y España decidió prescindir de la agencia Pinkerton el 21 de agosto de 1880, aunque siguió vigilando otros rebeldes en Filadelfia.

La muerte de Pinkerton, el 1 de julio de 1884 en Chicago, fue lo mas grotesco e inconcebible que pueda uno imaginarse. El hombre se cayó en plena calle y se golpeó la barbilla con la acera, pero con el impacto se mordió y cercenó un pedazo de su lengua derivando posteriormente en una gangrena que le causó la muerte. Dejó escrito varios libros, pero uno de ellos, en 1884, sigue teniendo tremenda actualidad:

“Huelguistas, comunistas y vagabundos”, de 1878, así como "Treinta años como detective". Fue, además de un azote para los malhechores, un consumado "rompe huelgas" que solía infiltrar sus agentes entre los agitadores de izquierdas. Su slogan era: "We never sleep". (Nunca dormimos).

El agente de Martí en Cuba

Sin embargo lo que quizás no sabían ni Pinkerton ni los Españoles es que Martí tenía a su hombre en Cuba, se llamaba Gerardo Castellanos Lleonart (1843-1923). Su participación en los círculos conspirativos de la región central del país, así como en la Guerra de los Diez Años, le hicieron merecedor de un reconocido prestigio entre sus compañeros de lucha, en especial del apóstol. Gerardo Arístides Castellanos Lleonart Macías y Castellón, su nombre completo, nació el 20 de mayo de 1843 en La Esperanza, Santa Clara, antigua provincia de las Villas.

Durante toda la década del ochenta del siglo XIX Gerardo Castellanos colaboró en diversos intentos por reanudar la lucha armada en Cuba. Su actividad revolucionaria estuvo dedicada a auxiliar a las expediciones armadas y la compra de pertrechos de guerra. Dicho accionar se vio consolidado con la fundación de la Convención Cubana y el club revolucionario Brigadier José González Guerra; su incorporación a la Liga de Cubanos Independientes de Cayo Hueso y a los dos períodos en que ejerció como presidente del club San Carlos.

Tras el fracaso de los intentos por reanudar la lucha por la independencia de la Isla, la creación del Partido Revolucionario Cubano (PRC), el 10 de abril de1892, permitió a José Martí establecer una estrecha colaboración con diversos núcleos de emigrados. De igual modo, logró «atraer a quienes por su definida trayectoria revolucionaria y probada fidelidad a los principios independentistas, eran los líderes indiscutidos del pueblo cubano. Una de las primeras tareas afrontadas por el Delegado tras la fundación de esta organización estuvo dada por la urgente necesidad de enviar varios comisionados a la Isla con los objetivos de conocer el estado de ánimo de los independentistas y estructurar grupos conspirativos hacia el interior del país.

La designación de los comisionados estuvo dada por una propuesta realizada por José Martí a numerosas instituciones revolucionarias de Cayo Hueso a fin de que estas le sugirieran los hombres idóneos para ejecutar las actividades conspirativas dentro del territorio cubano. A partir de este procedimiento, la designación de Gerardo Castellanos Lleonart obedeció a una serie de proposiciones hechas por los emigrados residentes en el peñón, entre ellos: Fernando Figueredo, Carlos Roloff y Serafín Sánchez Valdivia.

En carta enviada por José Martí, el 4 de agosto de 1892, Gerardo Castellanos Lleonart es nombrado oficialmente como comisionado especial del PRC; además, el pliego contenía las instrucciones de la misión que debía realizar en su trayectoria por Cuba. Asi mismo, el Delegado manifestó todo su apoyo a la empresa que debía realizar el comisionado cuando expresó:

"Pocos hombres, amigo Gerardo, pudiesen a cabo con éxito la misión que le he echado encima, porque pocos han aprendido la necesidad de dirigir el valor, y de unir al entusiasmo por las ideas nobles el conocimiento menudo e implacable de la naturaleza humana. Vd. lo junta todo, y yo anhelo para mí el tacto y el juicio con que sé que reunirá Vd. a todos los elementos útiles de esas Villas decididas y bravas. […] Yo, en su ausencia, procuraré ser digno de mi comisionado. "

Su José Martí.


La primera comisión desarrollada por Gerardo Castellanos Lleonart constituyó el leitmotiv para que los viejos veteranos y conspiradores situados hacia el interior de la Isla se adhirieran a las actividades del PRC. Igualmente, determinó la creación de varias juntas revolucionarias por todo el territorio nacional que se opusieron a la propaganda autonomista y al caciquismo regionalista. Asi mismo, dicho accionar estuvo encaminado a frenar el estallido de esporádicos brotes armados que pusieran en peligro los preparativos de una nueva etapa de lucha.

El 15 de noviembre de 1892 José Martí envió nuevamente a Gerardo a la Isla con la finalidad de evitar un posible alzamiento en la región oriental. El propósito del comisionado residiría en repasar los contactos hechos durante su primer viaje para entonces dirigirse al oriente del país y expresarles a los revolucionarios allí residentes que el Partido, como organización política, no representaba a una dictadura civil en la preparación una nueva guerra.

Por espacio de tres meses el comisionado recorrió la totalidad del territorio nacional, a excepción de Pinar del Río, y logró entrevistarse con cincuenta y un conspiradores. Solo seis de ellos no aceptaron la dirección del PRC. En este segundo periplo, es importante señalar las entrevistas con Juan Gualberto Gómez, José Braulio Alemán, Enrique Barnet y Roque de Escobar, Dimas Zamora, Alejandro Rodríguez y Velazco, Francisco de Céspedes, Bartolomé Masó, Guillermo Moncada, José Miró Argenter y Fermín Valdés Domínguez.

Gerardo se mantuvo directamente subordinado a José Martí. Mediante su oficio, auxiliaba a las arcas del Partido y colaboraba en la celebración de varias actividades patrióticas. A finales de 1894 se trasladó a la localidad de Marti City, situada a unos dos kilómetros de Ocala. Tras el inicio de la Guerra Necesaria, Marti City fue destinado como centro expedicionario por su posición geográfica. En dicha ciudad se estableció una especie de cuartel general donde se preparaban militarmente a los emigrados cubanos y foráneos que partían hacia la Isla como expedicionarios.

La sui géneris unidad militar fue bautizada por los lugareños como Cazadores de Martí y se eligió a Gerardo Castellanos Lleonart como su jefe principal. Entre las líneas de trabajo desplegadas por esta institución sobresalieron, además de la antes expuesta, la recogida de pertrechos de guerra. Disfrutaba también de una amplia red de colaboradores que la auxiliaba en la compra de los instrumentos necesarios para el período de entrenamiento, así como los gastos correspondientes a la alimentación y hospedaje de los voluntarios.

Paralelamente a estas actividades, Gerardo Castellanos Lleonart fundó el club revolucionario General Jordan que, afiliado a la estructura del PRC, dirigió los trabajos independentistas en Marti City. En marzo de 1986, se trasladó a West Tampa por lo cual se vio imposibilitado de seguir al frente de los Cazadores de Martí. En esta ciudad intentó establecer una manufactura de tabacos en asociación con el habanero Miguel Jarrín, la cual fracasó debido a los altos importes de la materia prima.

Al término de la Guerra Necesaria, el cónsul mambí mantuvo abierta su pequeña manufactura hasta que consiguió venderla y así regresar a Cuba, donde estableció una industria de vida efímera destinada al giro del tabaco. Después de varios meses en La Habana pudo trasladar a la familia que aún se encontraba en la ciudad de West Tampa. Murió en Guanabacoa, La Habana, el 16 de abril de 1923 sus restos están depositados en el Cementerio de Colón.

Adaptado de Gerardo Castellanos Lleonart: el cónsul mambí (1868-1898), de Dariel Alba Bermúdez: Universidad Carlos Rafael Rodríguez de Cienfuegos, Cuba.

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