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VIRGINIUS Versión de un relato Cubano.


Existe un curioso artículo que lleva la firma del historiador cubano Luis Felipe LeRoy y Gálvez, fechado en septiembre de 1977 en la revista "Santiago", no sabemos si todavía existe, nos ha llamado la atención por lo "desintoxicado" que está del patrioterismo barato y usual en ese régimen.

Sobre todo relacionado con un hecho de la guerra de Cuba en el siglo XIX, donde no pocos rebeldes y simpatizantes de la libertad Cubana de varios países, resultaron ejecutados por las autoridades Españolas en Santiago de Cuba y que es conocido como "Los mártires del Virginus".

“Es enteramente cierto que el gobernador Burriel, (se refería a Juan de Nepomuceno Burriel y Linch, gobernador de Santiago de Cuba y responsable de los fusilamientos); fiel exponente de la terquedad y contumacia españolas y caracterizado representante de la España imperial, actuó con mano de hierro en el asunto del Virginius.

Pero no es menos cierto que lo hizo contra una embarcación que desde más de dos años atrás estaba al servicio de actividades expedicionarias, y que no hacía aún cuatro meses había desembarcado en la costa sur de la provincia de Oriente, hombres, armas y demás pertrechos de guerra destinados a auxiliar a la insurrección que ya cundía por toda la isla. Resumiendo su conducta en una sola frase, puede decirse que fusiló a enemigos que reiteradamente habían persistido en combatir a España con las armas”.

Es raro encontrarse a un historiador en Cuba que se atreva siquiera con este tipo de narrativa. Se trataba de un cargamento de armas y pertrechos de guerra que envió el cuñado de Carlos Manuel de Céspedes en la vapor "Virginius" el 31 de octubre de 1873, y que fue apresado y conducido por la marina española a la costa oriental de Cuba donde su hijo, el jovencito Horacio Quesada y Corvizón, resultó uno de los 19 cubanos fusilados. 

El barco, que había salido de Kingston, en Jamaica, fue detectado y perseguido por el buque de guerra español Tornado que, a la distancia de una milla, le disparó 5 cañonazos. El capitán del vapor, Mr Joseph Fry propuso, y así se hizo, arrojar las armas al mar y rendirse al amparo de la bandera del barco y la ciudadanía inglesa y norteamericana de varios de sus tripulantes. El Virginus fue tomado por la marina española, y los detenidos fueron conducidos a la cárcel de Santiago de Cuba, a donde llegaron a las cinco de la tarde del día uno de noviembre. 

Comenzaba la masacre. 

El Comandante General de Santiago de Cuba, Juan Nepomuceno Burriel, sabiendo que habían ordenes desde Madrid que no podía fusilar a nadie sin previa autorización, constituyó un consejo de guerra a bordo del barco "San Francisco de Borja" para juzgar a los jefes de la expedición. En ese consejo, Nepomuceno decidió por su propia voluntad pasar por las armas a 53 de ellos.

En las horas siguientes todos los apresados, con la excepción de cinco menores de dieciséis años, serían sentenciados a muerte. Cincuenta y tres fueron ejecutados sin demora entre los días 3 y 8 de noviembre, sin esperar ni la aprobación del nuevo capitán general de la isla Joaquín Jovellar, que no había llegado a la isla aun, e incumpliendo claramente la orden explícita del gobierno en Madrid de no ejecutar a nadie sin el conocimiento de las Cortes.

A las ocho de la noche del día cuatro acabaron con la vida del general Bernabé Varona, alias Bembeta, la del abogado canadiense William O´Ryan, del terrateniente y general bayamés hermano de Carlos Manuel de Céspedes, Pedro María de Céspedes y del Castillo, así como la del coronel villareño Jesús del Sol y Cordero, que en su caso tenía la agravante de haber recibido un indulto en 1870 luego de bastante actividad mambisa en la zona de Cienfuegos, Cumanayagua, Colón y la ciénaga de Zapata.

Fueron fusilados en el campo de La Maloja, parcela donde después estuvo el Paseo del Prado y La Alameda. Sus cuerpos fueron conducidos en una carreta; y se depositaron todos juntos en una tumba del cementerio santiaguero Santa Ifigenia. Al siguiente día le tocó el turno a 37 tripulantes, entre los que se encontraba el "jefe de mar" Pedro Alfaro y once cubanos más, entre ellos el propio hijo de Quesada de solo 18 años.

A los enterradores, casi todos esclavos, se les pagó con las pertenencias que llevaban encima los fusilados. Y si no fusilaron más fue por dos cosas, porque los habían menores de 16 años y, segundo, gracias al capitán del buque inglés "HSM Niobe", Sir Lambton Loraine, que anclado en la Bahía les amenazó con bombardear Santiago de Cuba si fusilaban otro ciudadano americano o inglés más.

Además el acorazado norteamericano USS Wyoming, llevaba las mismas intenciones. Más tarde, y a juzgar por el historiador cubano antes señalado, el propio Loraine matizó que en realidad no fue la ciudad de Santiago propiamente el objetivo de su amenaza, si no al buque de guerra español que se encontrara más próximo en ese momento. (Puede que quisiera minimizar su amenaza que, de haberla cumplido, le hubiera costado la vida a no pocos civiles santiagueros).

La noticia de los fusilamientos había causado estupor y alarma en aquel país. Para más desgracias en Madrid, la captura misma del Virginius había sido ilegal, toda vez que fue ejecutada en aguas jurisdiccionales inglesas y con bandera americana supuestamente, la isla a la que pretendieron escapar al ser detectados. (Al menos en sus aguas).

Después de semejante amenaza, Nepomuceno puso fin al baño de sangre en general. El embajador español en Washington, almirante Polo de Bernabé y el secretario de Estado norteamericano, Hamilton Fish, firmaron el 29 de noviembre de 1873 el acuerdo por el cual España se comprometía a devolver el vapor Virginius a las autoridades norteamericanas, junto con los pasajeros y tripulantes supervivientes. 

En total, entre los ejecutados hubo 32 ciudadanos extranjeros y 19 cubanos, ocho de Estados Unidos y 8 de Inglaterra, tres de Jamaica, dos de islas Bahamas, dos de Barbados, dos colombianos, y uno respectivamente de islas canarias, Irlanda, Escocia, África (no dice el país) Santa Martha y Venezuela. De todos cinco eran jóvenes menores de 20 años, dos con apenas 18 años o menos y uno de ellos - repetimos - el hijo del general Quesada.

El día 16, según lo convenido entre Washington y Madrid se entregaba al comandante de una corbeta americana el vapor Virginius y los 18 supervivientes extranjeros que quedaban, poniendo rumbo a Nueva York a bordo de la fragata Juniata a donde quedaron finalmente en libertad. Además el gobierno de España tuvo que pagar una indemnización de 80 mil dólares a los familiares de los ejecutados, que ascendió a 89 mil si se le suma la de los detenidos. (casi tres millones hoy).

Por otro lado el averiado Virginius, que hacía aguas por todos lados producto de los cañonazos españoles, fue trasladado al puerto pinareño de Bahía Honda, donde fue entregado al crucero norteamericano USS Dispatch que, debido a las malas condiciones en que se encontraba se decidió hundirlo en aguas del cabo Hatteras, en Carolina del Norte.

Los diecinueve cubanos fueron:

  1. Luis Sánchez
  2. William Vallas
  3. Justo Consuegra
  4. Luis Sánchez
  5. Agustín Varona
  6. Francisco Porras
  7. Ramón Larramendi
  8. Arturo Loret de Mola
  9. Bernabé Barona Borrego
  10. Jesús del Sol
  11. Pedro de Céspedes
  12. Jose Boite
  13. Francisco Porras
  14. José Otero
  15. Pedro Alfaro
  16. Francisco Soto
  17. William Ó Ryan
  18. Horacio de Quesada Corvizón
  19. Juan M. Boza.

Por cierto, articulistas cubanos cometieron la pifia histórica e incluso, otros más despistados todavía la siguen cometiendo a cada rato, como señalar al almirante Pascual Cervera y Topete, entonces capitán de Fragata, como participante de aquellos 53 fusilamientos. Se trata de una falsedad que tuvo que ser desmentida por los historiadores Españoles que, aportando el expediente militar del almirante, demostraron que por esos días se encontraba destacado en San Fernando, Cádiz.

Maldita Hemeroteca.