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Quien mató a Ignacio Agramonte. (I)

Camino aledaño al potrero Jimaguayú. Foto 14yMedio

El novelista mexicano Carlos Fuentes Macías dijo en una ocasión, y con mucha razón además, que Cuba es el único país del mundo donde la historia es un cuento de hadas.

Es por eso que en la medida que uno se va adentrando en los capítulos de su historia de Cuba, al menos en nuestra opinión, se va percatando de lo nefasto que resultó en ocasiones la figura de Carlos Manuel de Céspedes en el proceso libertario. No se ponga las manos a la cabeza ni me salte al cuello, lea lo que dejo a continuación; y después saque sus conclusiones si le parece bien. 

Mi racionamiento está dado, por ejemplo, en un hecho ocurrido un día como hoy, hacen ya 155 años, en la vida del mayor general Ignacio Agramonte y Loynaz. 

Luego de que un 4 de abril del 1869 el gobierno en armas nombraba a Ignacio Agramonte como jefe del Distrito militar del Camagüey, a los pocos días, un 26 de mayo, el mayor presentaba su renuncia al cargo. No solo eso, fue aceptada por Carlos Manuel de Céspedes quedando Ignacio Agramonte en cuartelillo, ó sea, en una especie de reserva. La jefatura la asumió el general cubano americano Isidro Federico Cavada Howard y ahí estuvo hasta junio del año siguiente que se le entrega a Manuel Boza Agramonte, tío del sobreviviente general Bernabé Boza.

¿Cómo se puede aceptar semejante cargo, y en cambio renunciar a los pocos días?. 

Muy sencillo, fue el no da más de un hombre de la moral y los principios de Agramonte, ante la gestión y decisiones del "Sultán de Bayamo", como le llamaban los españoles. Tan es así, que por no soportar las críticas no le importó para nada dejar descabezada una caballería vital para el ejercito, y dejar al Camagüey sin su mejor jefe. Vean este fragmento de una carta del Mayor dirigida a Miguel Betancourt desde el campamento "La Matilde", y fechada el 17 de octubre de 1869:

"Nuestro Presidente es la roca en que se estrellan todas las buenas ideas. Las noticias que me comunicas indican a las claras que dicho C. Presidente cree de veras que lo es, que no considera válido lo que tiene en realidad valor, que es la ley, y que se permite alterarla cuando su magín se lo aconseja. 

Esta conducta me aconseja no solicitar ninguna clase de arreglo que nos lleve al buen camino, sino dejar que los acontecimientos se sucedan, que dé vuelta la rueda del Estado, con la esperanza de que pueda arrastrar y triturar a los que se oponen a toda idea de progreso, que no esté amoldada a las miras ambiciosas del que en su ilusión cree que todo lo puede". 

Y sobre el favoritismo mostrado por Céspedes con sus más allegados, familiares, e incluso regalando grados militares sin merecerlos, Ignacio Agramonte agrega:

"Yo tenía entendido que entre nosotros no había escalafón ninguno, que las circunstancias eran las que colocaban a nuestros hombres en los puestos en que debían estar, que el hecho de haber estado al frente de una partida desde el comienzo de la Revolución, es sin duda muy meritorio y la Patria lo tendrá siempre presente, pero no comprendo que esta sola circunstancia sea bastante a situar en puestos de una responsabilidad grande, a hombres cuyas condiciones demostradas nos hacen ver claramente que sus resultados han de ser fatales".  

Basta decir que este general Cavada, alias general candela, lo atraparon huyendo porque había sido uno de los que quizás más daño le hizo al campesinado pacífico y a la economía del país en general. Este pirómano estableció su campamento en La Macagua, y basado en los conocimientos que traía de la guerra civil de EEUU, Céspedes le dio los entorchados de Mayor General, los que repartía como churros. 

Fue atrapado huyendo en un bote por la cañonera española "Neptuno", lo llevaron hasta Puerto Príncipe y de allí a Nuevitas donde fue condenado a muerte. Fue tanto la destrucción que ocasionó, que de la muerte no lo salvaron ni el pedido de clemencia de los generales norteamericanos George Gordon Meade, Daniel Sickles e incluso Ulysses S. Grant. El uno de Julio de 1871 le fue ratificada su sentencia y, el día diez, moría frente a un pelotón de fusilamiento.

Fin de la primera parte 

Maldita Hemeroteca. 
 Datos tomados de: Vida de Ignacio Agramonte • Juan J. E. Casasús
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