Emplear refranes para desarrollar un tema - como es en este caso - resulta agradable porque ayuda a ilustrar su contenido independiente de las interpretaciones que podrían dárseles.

Sin embargo en este post no existe otro mejor que "lo cortes no quita lo valiente", que utilizamos para demostrar que las buenas costumbres y la cortesía no se contraponen en la vida, ni siquiera en un conflicto bélico. Y un buen ejemplo lo brinda este coronel, que fuera jefe militar de la plaza de Holguín en la guerra de los diez años, que una vez finalizó el conflicto lo dejó plasmado en su libro de memorias.

                                 
CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES

En Octubre de 1873, el general Quesada, cuñado de Céspedes fué declarado, por un tribunal militar, culpable decierta falta; y el presidente, á la manera de un rey absoluto, anuló por su propia autoridad la acción del Tribunal.

Túvolo á mal la Cámara y en una sesión muy borrascosa decretó la destitución de Céspedes, encomendando la presidencia al Sr. D. Salvador Cisneros, marqués de Santa Lucía. Desde entonces Cárlos Manuel fué ingrata é injustamente abandonado por los mismos que le habían aclamado en Guáimaro.

Vivía sin escolta en la Sierra Maestra, en un lugar llamado San Lorenzo; donde el ex-presidente se dedicaba á enseñar la cartilla á unos niños que vivían con sus padres en un bohío inmediato; mostrándose más grande en el infortunio que hábil en el mando.

El día 26 de Febrero de 1874 fué sorprendido y rodeado de soldados que le hacían fuego; Céspedes apeló, como era natural, á la fuga para salvar la vida. Su hijo, el Coronel Céspedes, no pudo penetrar en el terreno que pisaba su padre indefenso; y sólo, á las cinco de la mañana del día siguiente, pudo practicar un reconocimiento, con seis hombres, encontrando quemado el bohío y á muy pocos pasos el ensangrentado cadáver de su padre.

¿Se suicidaría Céspedes, ó recibió el balazo en el pecho que le causó la muerte?. La historia será severa con la Cámara.

Carlos Manuel de Céspedes pudo ser legalmente destituido; pero la indefensa en que se le dejó, constituye una falta imperdonable. El hombre que tuvo entusiasmo y osadía bastante para dar el grito de Yara; que prestó, luego, importantes servicios; á quien se dió una popularidad bien ganada, no debió perecer abandonado y sin gloria.

Los que fuímos francos enemigos de Céspedes, como hoy lo somos de las ideas que sustentó, encontramos fuera de soldados leales, muy punible la conducta de la Cámara. Don Carlos Manuel de Céspedes juró vencer ó morir y su muerte honrará, para siempre, la memoria del primer Presidente de la revolución en Cuba.


Maldita Hemeroteca


Fuente: Texto original extraído del libro "Españoles é insurrectos : recuerdos de la guerra de Cuba", de Francisco de Camps y Feliú. Habana 1890. (Universidad de Harvard)