![]() |
| Una vista del cementerio de barcos que existe en Bahía Honda. (Foto Naturaleza Secreta) |
En la calle Inquisidor, esquina a de Acosta, residía allá por el año 1890 el matrimonio de don Juan Santamarina y doña Teresa González Posada, hija de un viejo y acaudalado marino español nombrado José González Posada.
Fue quien construyó en Cienfuegos el primer astillero de la Perla del Sur, donde carenaban algunos de los barcos costeros que existían entonces en Cuba. Por otro lado la señora Posada era suegra del Coronel del Ejército Libertador cubano Alejandro Hoed de Beche, y padre del joven atleta Guanabacoense, Franz Hoed de Beche Santamarina.
Dicho esto, pasamos a reproducir el artículo del arquitecto, historiador y fenomenal cronista habanero, Don Luis Bay Sevilla, que de haber visto el estado en que se encuentra su habana, no sabemos si lo hubiera soportado. Es que como arquitecto durante el periodo de la presidencia del general Gerardo Machado y Morales, fue un fiel defensor de la arquitectura colonial habanera y denunció, con su aguda pluma, las agresiones constantes que sufría este patrimonio.
TRAGICO SUCESO
El hecho trágico del que fuera Salomé, una de los protagonistas, fue el siguiente: Don Juan Santamarina, su padre, era uno de los más ricos navieros de Cuba, poseyendo algunos barcos que hacían el servicio de cabotaje entre la Habana y algunos puertos de las costas norte y sur de la Isla.
En el mes de noviembre del año 1894 salió de la Habana rumbo a Cienfuegos el vapor Fernando, de la propiedad del señor Santamarina, mandado por don Leopoldo Santamarina, hermano de Juan y piloto graduado de la Marina Real Española. El tiempo era bueno, aunque un nortazo, (frente frío) no
muy recio por cierto, mantenía un fuerte oleaje.
El barco navegaba felizmente y nada hacía presumir la tragedia que se cernía sobre marinos y pasajeros. Cuando estaban a la altura de Bahía Honda, parece que los bandazos que daba el Fernando, produjeron el movimiento de la carga hasta escorar el navío de manera tan peligrosa, que un golpe de mar provocó el hundimiento sin que pudiera disponerse del tiempo necesario para salvar todo el pasaje y la tripulación.
Echados al mar los botes, fue metida en uno de ellos la señora Teresa González Posada, que con sus hijos Juan, Teresa y Salomé, se dirigía al puerto de Cienfuegos a visitar a sus padres; pero fue tanta la confusión, que no dio tiempo a colocar en el bote a los hijos de Teresa. Los que lo ocupaban, eran marineros del barco que se hundía, figurando entre ellos, además, un
carpintero de los astilleros del señor Santamarina.
Teresa, presa de espanto, quiso que los marineros pusieran proa hacia el barco, para salvar a sus hijos, que estaban a bordo, pidiéndoles desesperadamente que la complacieran, pero aquellos energúmenos sólo pensaban en sí mismos y nada les importó las lágrimas y súplicas de aquella desolada madre.
El carpintero, en un gesto noble, quiso obligarles, tratando de apoderarse del timón, pero uno de los marinos descargó sobre su cabeza un terrible golpe con uno de los remos, haciéndole caer al agua y desapareciendo en el acto de la vista de cuantos fueron testigos de aquella salvajada. Teresa, aterrada, cayó desfallecida en el fondo del bote, y los marineros, cobardemente, remaron afanosamente hacia la costa logrando al cabo pisar tierra.
Y, según la confesión de uno de los protagonistas, ya muy cerca de la playa, pretendió ella, en un supremo esfuerzo, lograr que le salvaran los hijos, pero, tranquilamente le dijeron que no, produciéndole esta nueva negativa tal indignación, que airadamente les dijo: asesinos, cuando lleguemos a tierra la justicia sabrá todo lo que ha pasado aquí. Y en el acto, un fuerte golpe fue descargado sobre su cabeza, pudiéndose, momentos después, rescatar su cadáver, que flotaba sobre el mar, a pocos metros de la costa.
La cantidad de muertos de este naufragio fue elevada, figurando entre las víctimas los hermanos Juan y Teresa Santamarina, pues Salomé, que sólo contaba unos meses de vida, la llevaba en sus brazos su tío Leopoldo Santamarina, que era el Capitán del Fernando, pero al abordar el bote en que se salvó, dio un resbalón, cayendo pesadamente y sufriendo un fuerte golpe en la cabeza, escapándosele en ese momento de las manos la niña que quería salvar.
Pero, como el Capitán del vapor Tritón, nombrado don Ricardo Sánchez, que navegaba cerca del Fernando, al darse cuenta del accidente y del peligro que corría este barco, envió algunos botes para auxiliar a los náufragos, uno de ellos rescató a la niña, que fue atendida por el médico del Tritón, decidiendo el capitán, después de realizado el salvamento, continuar el viaje hacia Santiago de Cuba, llevando a bordo a la niña y al grupo de náufragos salvados por sus hombres.
TAMBIEN EL TRITÓN
Según un artículo de Vida Marítima de España ...
"El día 15 de Octubre de 1897, al atardecer, salió en expedición militar de La Habana con destino a Cabañas, en la provincia de Pinar del Río, es decir, una navegación no mayor de 35 millas corriendo paralela a la costa hacia el oeste.
El barco iba al mando del capitán coruñés D. Ricardo Real y llevaba una gran cantidad de tropa, munición, pertrechos, 93 fusiles y 31.690 duros de plata para el pago de la guarnición de la plaza. Estando a menos de ocho millas de tierra entre Punta Mariel y Punta Dominica, es decir, rebasada ya la bahía de Mariel y a unas doce millas de la de Cabaña, comenzó a inundarse hasta que, falto de estabilidad, se perdió en el mar.
Según las cifras se ahogaron más de 300 personas entre soldados, pasajeros y tripulantes". Entre los fallecidos figuró el Capitán Ricardo Sánchez, el salvador de la niña Salomé Santamarina y un hermano del famoso médico cubano Dr. Enrique Lluría y de Ángel, padre del Dr. Mario Lluría, actual Secretario del "Colegio de Abogados de La Habana".
(Info: Vida Marítima de España)
Fin de la primera parte.

