En silencio ha tenido que ser, así fue como el régimen castrista inauguró el hotel más alto de Cuba, esa fea e imponente torre de 42 plantas y 155 metros de altura que se alza frente e la famosa heladería Coppelia, en el centro neurálgico del Vedado Habanero.
Ya había abierto sus puertas esta semana, aunque de manera muy discreta, sin publicidad, sin un acto oficial de inauguración y, sobre todo, sin ninguna mención en la prensa estatal. Esta infraestructura, se levantó a un costo de 200 millones de dólares en un país donde no existe ni una aspirina que tomar.
Se comenzó en el año 2018, en un momento en que quizás la situación económica no estaba tan depauperada como ahora, pero aún así decidieron continuar con su fabricación. Ese ha sido el motivo por el cual constituya hoy un vergonzoso símbolo del gran contraste poderío - pobreza que se vive en esa nación, de ahí su secretismo.
El establecimiento, propiedad como todos los hoteles del país del conglomerado militar empresarial Gaesa -en manos del ejército y en especial de la familia Castro y gestionado por la cadena hotelera española Iberostar- ha sido señalado por sus críticos por ser una obra faraónica en un momento de escasez, apagones e inflación desbocada y lo más ridículo, de una extrema falta de cemento, como aseguraría el presidente de paja o puesto a dedo, Miguel Díaz Canel.
UNA TORRE QUE DOMINA EL PAISAJE DE LA HABANA
Desde prácticamente cualquier punto del norte de La Habana es difícil no divisar la silueta del nuevo buque insignia del turismo cubano. Un gigante de cristal, hormigón y acero, con casi 600 habitaciones, que sobresale entre los edificios antiguos, deteriorados y de escasas plantas que lo rodean.
Maldita Hemeroteca.