El mentiroso compulsivo Fidel Castro llegaba un día como hoy, 15 de abril, a los Estados Unidos para burlarse de millones de tontos allí que le recibían como un héroe.
Castro llegaba a Washington con la aprobación de la ingenua opinión pública norteamericana, gracias entre otras cosas a un tonto útil como Herbert Matthews, antiguo corresponsal en la Guerra Civil española, que en 1957 consiguió entrevistarle en Cuba. Además consiguió "tragarse" la teoría de que Castro era un ejercito organizado, numeroso y bien formado, en pleno corazón de la Sierra Maestra.
Matthews, según el historiador Hugh Thomas, fue quien transformó a este delincuente en una figura mítica, al presentarlo como un hombre generoso que luchaba por la democracia. De sus textos se desprendía una clara conclusión: Batista era el pasado y Fidel, el futuro. Por otro lado el también periodista televisivo, Ed Sullivan, se apresuró a viajar a La Habana donde consiguió entrevistarlo.
Castro buscaba tiempo, y en ese intento había comenzado el breve idilio entre la opinión pública norteamericana de la cual se burlaba con declaraciones y soberanas mentiras como que.... "La revolución es más verde que las palmas... yo sé que ustedes están inquietos porque piensan que somos comunistas, pero les digo claramente, no somos comunistas... en Cuba no hay amenazas comunistas", en su inglés "chapurreado".
INCREÍBLE.
Había sido invitado por la Asociación Americana de Editores de Periódicos, lo que creó un problema protocolario ya que la Casa Blanca daba por sentado que ningún jefe de gobierno extranjero iba a visitar el país sin invitación oficial. De hecho bastante Molesto, el presidente Eisenhower se negó a efectuar ningún recibimiento y en cambio se marchó a jugar al golf. En cambio, Allí donde iba, Fidel generaba la máxima expectación. En las universidades de Princeton y Harvard sus discursos le permitieron meterse en el bolsillo a los estudiantes.
En el Central Park de Nueva York, cerca de cuarenta mil personas siguieron atentamente sus palabras. Por otro lado, tanto John F. Kennedy como a Richard Nixon Castro "les pareció sincero", y estaban seguro de que iba a ser una figura importante en Cuba y posiblemente en el conjunto de América Latina. A la Casa Blanca solo le quedaba una vía: intentar orientarle “en la buena dirección”.
Por orden de Eisenhower, la CIA se encargó de organizar y entrenar militarmente a los exiliados cubanos. Era el primer paso que conduciría, en 1961, al desastroso episodio de Bahía de Cochinos, ya bajo mandato de Kennedy, en el que un contingente anticastrista fracasó estrepitosamente en su intento de invasión de la isla, que ya para entonces se alejaba de aquellos nobles principios democráticos de la revolución para instaurar una dictadura comunista plegada a Moscú, y en sus propias narices.









