Este podría ser uno de los post más controvertidos que hemos escrito en esta modesta página, teniendo en cuenta el tema que abarca: La necesaria muerte de José Martí, de la que dentro de quince días se cumplirán los 130 años.
El tema es que se trata de la muerte de alguien que ha sido considerado un símbolo de la libertad de Cuba y esto, lo quiera o no, condiciona de inicio cualquier planteamiento que se haga en su contra. Pero eso nos da igual. Martí murió en un potrero en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895, al intentar enfrentar una tropa española al mando del coronel valenciano (criado en Pinar del Río) Ximénez de Sandoval.
Fue una muerte inútil, rápida e innecesaria, pero aun así no se puede negar que el apóstol - lo cual consideramos una manera exagerada de llamarlo - se convirtió en un símbolo de libertad independiente de que el triunfo anhelado se lograra o no por esas vías. El historiador, investigador y profesor emérito de la Universidad París, Paul Estrade, nos dibuja un Martí que no por su visión respecto a una posible intervención Yankee en ese tercer intento de rebeldía, no estuviera equivocado.
Con el levantamiento de 1895, Estados Unidos no solo quería impedir que fueran afectados sus intereses por la guerra, que ya por entonces eran muchos, sino además para evitar que elementos hostiles al expansionismo imperial que tenían proyectado pudieran acceder al gobierno de la Isla, y uno de esos elementos era José Martí sin lugar a dudas.
Entre las personas que le preocupaban a Washington se encontraba Martí, y lo sabían porque habían mantenido sobre él una labor de espionaje y, además, porque sus ideas, publicadas en diversos periódicos así como en los numerosos discursos pronunciados durante la preparación de la guerra, así lo señalaban. De hecho, su previsión de lo que podría ocurrir - y que terminó ocurriendo - lo llevó a anotar una vez lo siguiente: “Y una vez los Estados Unidos en Cuba: ¿Quién los saca de ella?”.
Pues se equivocó Martí, porque esa presencia en Cuba sucedió y no hubo necesidad ninguna de sacarlos, ellos mismos se fueron, y no solo eso, nos dejaron una republica que con todos sus defectos era libre. Es por eso que un día como hoy, tres de mayo de 1882, tres años antes de concretarse ese ultimo levantamiento, Martí recibiera fuertes críticas del director de "La Opinión Nacional" de Caracas por ese enfoque que tenía sobre Estados Unidos.
Y sí, fue cierto que tras el levantamiento los insurgentes se hicieron fuertes en la zona oriental del país, pero poco mas. Al final quedó evidenciado que el levantamiento fue otro gran fracaso que demostró que la insurrección en Cuba jamás hubiera podido derrotar a España de esa manera, sin contar que se perdieron dos terceras partes de la riqueza nacional y la población se redujo en un tercio. Total, que Estados Unidos se convirtió en el instrumento necesario para el cual José Martí no estaba preparado.
Cuba tuvo en Washington lo que necesitaba en esos momentos, un país que le comprara todo lo que fuera capaz de producir, dígase azúcar, tabaco y café, y encima un gendarme siempre listo para enviar a sus tropas cada vez que existiera peligro, lo mismo para ayudar al presidente Estrada Palma que para sofocar los conflictos raciales o los disturbios ocasionados por la reelección de Mario García Menocal. En ninguna de esas veces se quedaron más del tiempo necesario.
Es más en esa etapa, y hasta el 1925, se registró en Cuba un notable crecimiento económico de un 8% como promedio anual, que estuvo fundamentado básicamente en la agroindustria azucarera donde la producción de azúcar se elevó hasta los 5,4 millones de toneladas ese año que propició el auge del intercambio
comercial con el resto del mundo.
Así escribió Quesada y Miranda:
Y aunque todo esto pudo ser posible, incluso la indolencia premeditada de Máximo Gómez, creemos que lo mejor que le pudo suceder a Cuba fue su muerte. Sabemos que dicho así suena feo, pero a los hechos nos remitimos...
“Después de la borrascosa entrevista con Maceo tal parece que su gran corazón se encoge, que comprende que solo le queda un camino, el del holocausto” (aquí en la antigua acepción de sacrificio por amor). Y, si bien disimula su dolor y desengaño, “su alma ya está profundamente herida y su ruta definitivamente trazada. Ha llegado “su hora”.
Una vez eliminado el obstáculo civilista de la guerra, Gómez, Maceo y Calixto tuvieron manga ancha para sus propósitos, y aunque no contaron nunca con la astucia y la eficacia del general español Valeriano Weyler, al final se convencieron que - contrario a lo que afirmaba el apóstol - la solución del problema cubano no estaba en los montes si no a 90 millas. Fíjese si fue así, que hoy, después de 130 años, lo sigue siendo.
Maldita Hemeroteca






