Cuba y el bendito problema migratorio del siglo XX


Con el estallido de la Guerra de 1895 y a partir de la ocupación militar norteamericana, miles de emigrantes españoles colonizaban de nuevo la isla de Cuba, pero esta vez como emigrantes. 

Inmediatamente se pusieron en vigor las leyes migratorias norteamericanas que prohibirán la inmigración indeseable de negros y chinos, favoreciendo la entrada de nuevos y numerosos inmigrantes españoles que comenzarán a arribar a los puertos cubanos.

Se calcula que como consecuencia de la guerra se perdieron entre 200.000 y 300.000 vidas por una u otras causas, de manera que el primer problema con el que tuvo que enfrentarse la administración de ocupación norteamericana fue con la falta de mano de obra necesaria para la reconstrucción de la maltrecha economía cubana.

¡ESPAÑOLES, AL TAJO!

Su principal tarea era tratar de sacar adelante la zafra azucarera de ese primer año de ocupación, restablecer el tejido financiero y comercial y poner de nuevo en marcha las industrias, la red de transporte y comunicaciones, así como modernizar el país a través de una reforma educativa al estilo norteamericano.

De paso se procedía al "saneamiento" de las ciudades y campos, con el objetivo de atraer a la isla a miles de colonos norteamericanos destinados a sustituir a los españoles y a convertirse en agentes y protagonistas de una futura, y pretendidamente no demasiado lejana, anexión a la unión.

Esta cuestión favoreció a la emigración española hacia una isla donde no existía sentimiento revanchista por parte de los cubanos. Sobre todo de la población rural de color, que fue perseguida y sometida al hambre y a todo tipo de enfermedades en los campos de concentrados, dispuestos por el general mallorquín Valeriano Weyler y Nicolau.

Sí los hubo, pero fueron pocos y muy aislados, pero lo más importante es que en ningún caso fueron secundados por los ex dirigentes mambises quienes una vez acabada la guerra, trataron de evitar cualquier represalia contra los españoles. Al fin y al cabo eran como sus propios parientes que se unían a la construcción de una nueva Cuba.

Así lo recoge un artículo de El Eco de Galicia el 28 de octubre de 1899, en el que se da noticia de la persistencia, un año después de acabada la guerra, de algunos ataques de campesinos y jornaleros cubanos a las haciendas y comercios propiedad de españoles:

---"Cuando los hombres más importantes de la Revolución se esfuerzan por atraerse el valioso concurso de los españoles residentes en el país y recomiendan a diario la paz y la concordia, una parte de los cubanos (...) proceden de una manera tan torpe que anulan la sabia política de los primeros y mantienen en perpetua desconfianza a nuestros compatriotas".---

El 15 de marzo de 1902 el gobernador Leonard Wood ordenó publicar la Orden Militar 155 que recogía la nueva legislación migratoria y que, a modo de regalo envenenado, legó al primer presidente de la flamante Cuba libre unas semanas antes de su nombramiento.

Sin embargo, por medio de estas leyes restrictivas las autoridades norteamericanas, y las republicanas cubanas que les sucedieron, no pretendían impedir la inmigración de mano de obra necesaria, sino limitarla a los flujos de la deseada inmigración blanca.

De manera que durante el mes de septiembre de 1899 salieron del puerto de A Coruña, en Galicia, un total de 869 trabajadores destinados, en su gran mayoría, a la zafra azucarera, lo que significó el 56,6 % del total de emigrantes embarcados en dicho puerto hacia América.

LA EMIGRACIÓN EN EL CONSTITUCIONALISMO CUBANO

En la historia del Constitucionalismo cubano el régimen del extranjero no fue abordado en la Constitución de Guáimaro de 10 de abril de 1869, ni en la constitucional de Baraguá, pero la brevedad del texto no le permitía establecer normas relativas a regular la extranjería.

El tema se introduce en la Constitución de Jimaguayú del 16 de septiembre de 1895, al establecer una obligación en su artículo No 20 consistente en un impuesto a favor de la revolución, el que debía ser pagado por los extranjeros que tuviesen propiedades en Cuba mientras sus respectivos gobiernos no reconocieran la beligerancia.

La Constitución de la Yaya de 29 de octubre de 1897, en su artículo sexto, ampara las opiniones religiosas y el ejercicio de cultos de los extranjeros, mientras estos no se opongan a la moral pública. Por otro lado en el artículo 47 se le impedía a los extranjeros reclamar indemnizaciones alguna por daño que le haya causado las fuerzas cubanas, con anterioridad a la fecha en que sus respectivos gobiernos reconozcan la beligerancia o independencia de Cuba.

Con el advenimiento de la República, la primera de las constituciones de este período, la de 1901, dedica el Título III "De los extranjeros" a temas de extranjería, y donde por primera vez se define que los extranjeros residentes en el territorio de la república, se equiparan a los cubanos en los derechos y obligaciones definidos en el artículo 10 del texto constitucional.

La Constitución de 1940 también se reafirma en este Título III denominado "De la extranjería" en la equiparación de los cubanos y extranjeros, en este caso definidas en el artículo 19. Sin embargo, en este caso se introduce la facultad del gobierno para obligar a un extranjero a salir del territorio nacional en los casos y formas que establece la ley y, en el caso que este haya constituido familia en Cuba, deberá mediar un fallo judicial para decretar dicha expulsión.

El empleo en los mercados, (llamados bodegas en Cuba), fue una fuente de trabajo para emigrantes españoles.

La primera medida que se tomó en el ámbito de la inmigración, nada más puestas en vigor las leyes norteamericanas, fue la creación en 1900 de la estación de cuarentena de Triscornia, en la zona de la bahía habanera (Casa blanca). Este terrible centro de concentración y procesamiento funcionaba a semejanza del que estaba en la isla de Ellis, a la entrada del puerto de Nueva York, donde entraban los emigrantes pobres de Europa.

Hoy este centro, llamado entonces "NEGOCIADO DE EMIGRACIÓN", ya no existe, está en ruinas prácticamente, y en su lugar se encuentran las oficinas del ministerio de transporte y del carné de conducir. (Aunque no estamos muy seguros de esta ultima información).

Este lazareto, primera estación dolorosa en el calvario que se veían obligados a recorrer los inmigrantes al precio de 20 centavos / día, fue duramente criticado por la prensa y la opinión pública de los residentes españoles en la isla, al menos en los primeros años de su funcionamiento. Más que nada por la humillación y a la pérdida de tiempo y dinero que según ellos suponía para los propios inmigrantes, familiares o paisanos, algunos convertidos ya en dueños de comercios insertados en la industria cubana.

Pero a pesar de estas trabas legales destinada preferentemente a impedir la entrada de inmigrantes “indeseables”, la emigración española siguió afluyendo a los puertos de Cuba con mayor intensidad, contando con la anuencia de los hacendados y empresarios norteamericanos y cubanos.

Entre octubre de 1899 y diciembre de 1902, llegaron a la isla, atraídos por la compulsiva demanda de trabajo por parte de las autoridades norteamericanas, y por los empresarios deseosos de reconstruir la economía de la isla y la suya propia, un total de 42.223 españoles. Fue tanto que se produjeron enfrentamientos con los trabajadores cubanos en su lucha por el control del mercado laboral, la que terminó con la victoria parcial del movimiento obrero nacionalista durante la revolución del 1933.

Las décadas de los cuarenta y los cincuenta atestiguan las penurias que provocaron la guerra civil en España, por lo que muchos españoles huyeron en masa hacia varios puntos del planeta, y de nuevo una buena parte de ellos lo hizo en dirección a Cuba. Al contrario que España, la perla del caribe vivía en esos años un periodo de bonanza económica mientras se recuperaba de la crisis de los años 30´s

El PIB per cápita entre España y Cuba estaba en los niveles similares, pero mientras en España el crecimiento se había estancado desde el estallido de la Guerra Civil, Cuba vivía un momento de prosperidad y bonanza económica. Sin embargo, este panorama comenzó a cambiar con la llegada de los rebeldes de la Sierra Maestra comandados por Fidel Castro en 1959.

COMIENZA LA DESGRACIA DE CUBA

Hacia finales de esa década la brecha entre los dos países empieza a crecer, y para entonces la entrada de emigrantes a Cuba era nula. Los únicos extranjeros que pululaban por el país, eran los asesores comunistas soviéticos y el remanente de aquellos españoles, chinos y judíos de avanzada edad.

Partiendo del año 1959 con la llegada de Castro al poder, España, aún bajo el control de la dictadura de Franco, comenzaba la fase del aperturismo y reformas que daría como resultado el llamado milagro español. Para el 1963 Cuba - bajo la bota comunista de la URSS - el PIB de España era ya del doble mayor que el de la isla.

En el 2008 era cinco veces mayor, destacando el gasto en salud y educación, dos de las banderas propagandísticas Cubanas, y donde España le superaba con un gasto público de más de 50 mil millones de euros, mientras que el gasto Cubano apenas rebasa los 6 mil. Hoy esa cifra en Cuba es casi inexistente, teniendo en cuenta la tremenda crisis que asola el país.

Por ejemplo para el 2020 el gasto publico de salud de España era más de 80 mil millones y de 81, 600 en el 2022, dedicando 1700 euros por habitante cuando en Cuba no llegaba a rebasar los 9 mil millones, en este caso 800 euros por Cubano, una cifra que tiende a ser irreal teniendo en cuenta el grave estado que se encuentran la atención social en general.

Mientras que en Cuba tuvimos 59 años legislando con un supuesto problema migratorio que a la larga enriqueció el país a niveles de los tres mayores de América, 63 años después tenemos una diáspora de mas de 2 millones y medio desperdigados por todo el mundo, mas de 130 mil en España y con 70 mil con ciudadanía, así como más de 40 mil esperando entrar en la frontera de México, o en vías de alcanzarla. Que triste.
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