miércoles, 11 de enero de 2023

La Habana del siglo XVIII: Historia de corsarios y Piratas


Durante siglos San Cristóbal de La Habana fue una ciudad en disputa. Con su descubrimiento, España le había dado un vuelco a la configuración del mundo, de manera que las grandes potencias como Francia, Holanda y Gran Bretaña se pusieron al acecho. 

Por su ubicación y funciones en el entramado de la Carrera de Indias, la capital cubana fue asediada y atacada en varias ocasiones por piratas de estos países. Es que la Habana se había convertido, desde 1560, en el eje principal del Sistema de Flotas, e incluso era obligado por ley que todos los barcos que hicieran el viaje de regreso debían reunirse en su puerto. De ahí que la rada fuera objeto de estos ataques piratas y saqueadores en general.

Sin embargo no fueron estos bandidos los que un 31 de julio de 1715 hundieron el botín que transportaba la Armada de Plata. Fue un violento huracán el que los envió al fondo del mar, en la zona entre el canal de Bahama y la Florida. En total fueron diez buques de esta armada, un millar de hombres y el tesoro que transportaban que había sido reunido durante la Guerra de Sucesión y que, según se dijo, tenía un valor declarado de más de catorce millones de pesos fuertes. 

En su rescate tuvieron un importante papel los corsarios de la isla de Cuba, especialmente el más famoso de ellos, don Juan del Hoyo Solorzano, sargento mayor de la guarnición de La Habana. Esta es la fecha oficial y unánimemente reconocida de este importante naufragio, aunque el historiador Jacobo de la Pezuela, publicó en 1868 que la cifra era de veintidós buques hundidos y quince millones de pesos, citando como fuente los cuadernos de la antigua escribanía de la Habana. 

En fin que el marqués de Casa Torres, según este autor, convocó a todos los interesados con la primera noticia del naufragio, que unánimemente decidieron fletar y armar todos los barcos disponibles, para recuperar los tesoros anegados junto a un grupo de banco llamado Palmar de Aiz, cerca de Cabo Cañaveral. 

Se encomendó la tarea a Juan del Hoyo, corsario que se había ganado una gran reputación combatiendo a los ingleses en la recién terminada guerra, con la fragata Soledad y siete balandras armadas. De los barcos hundidos en estos bancos, Hoyo remesó a La Habana cuatro millones de pesos, sin el orden, la cuenta y razón exigida por la Real Hacienda. 

Las noticias corrieron como pólvora por todas las Antillas y los mercaderes de Jamaica y Barbuda armaron una flotilla de cinco naves al mando del corsario Enrique Jennings y se dirigieron al lugar del naufragio a ver si "pescaban algo". 

 A primeros de junio de 1716 Jennings desembarcó con trescientos hombres armados y se apoderó de 350.000 pesos que estaban allí reunidos, dirigiéndose rápidamente a Jamaica, dando caza en su vuelta a un bergantín español que transportaba grana, añil y 3.000 onzas consignadas a La Habana. 

Con este botín se declaró pirata independiente y se retiró a las islas de Bahama, burlando a los comerciantes que habían costeado su expedición y eludiendo la persecución a la que se vio sometido por los corsarios de La Habana. Las consecuencias de este indigno acto no se hicieron esperar. Vicente de Raja, el nuevo Gobernador de Cuba, expidió patentes de corso y dio noticia a los demás gobernadores del Caribe. 

Durante este año, los corsarios de La Habana, Santiago y Tierra Firme apresaron en la bahía de Campeche veintidós barcos ingleses cargados de palo de tinte. Durante los siguientes meses, los corsarios españoles dieron caza sin tregua a los contrabandistas y corsarios extranjeros, y como los ingleses hacían la guerra no declarada hubo crueles represalias contra los súbditos británicos. 


RECUPERACIÓN DE PECIOS 

En los años 60 del pasado siglo fueron rescatados del fondo del mar buena parte de los restantes fondos hundidos en este naufragio, y para evitar los expolios el Estado de Florida hubo de promulgar una ley para regular los descubrimientos y la parte de los tesoros que le correspondería por los mismos. 

Entre 1964 y 1974 la compañía Real Eight recuperó gran cantidad de monedas de estos pecios, y la mayor parte de los fondos en moneda de plata de la Colección del Estado de Florida, 21.962 monedas, que suponen más de un 95% del total, tienen esta procedencia. 

Esta colección numismática es asimismo la mayor y la más completa del mundo en cuanto a las monedas de oro de las dos primeras décadas del siglo XVIII, y una de las más completas, al menos en números absolutos, en cuanto a los pesos fuertes, dado que faltan muchos faciales y fechas de los periodos inicial y final del dominio español de las Indias. Faltan asimismo en la misma los faciales más bajos de las series de plata, dado que su origen está obviamente en las remesas enviadas a España.

Fuente: Pedro Damián Cano Borrego // numismaticodigital.com

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