sábado, 29 de abril de 2023

Fidel Castro y su lucha a muerte contra el pueblo Cubano

Santiagueros presentes en un discurso del dictador Fidel Castro. // 

En el año 2006 el escritor y diputado argentino, Miguel Bonasso, se fue a la Habana a charlar distendidamente con el tirano Fidel Castro por más de diez horas.

En medio de aquella conversación, surgió una pregunta relacionada con los tres jóvenes fusilados en el año 2003, por intentar escapar del país en una lancha. La respuesta que dio el dictador demostró una vez más que su maldad -mórbida e insana- carecía de límites.

"... Sí, fue perfectamente evaluado. Es algo demasiado serio como para adoptar decisiones a la ligera. De hecho habíamos establecido una moratoria que duraba ya casi tres años. Fue verdaderamente doloroso para los miembros del Consejo de Estado tener que romper esa moratoria. 

Esto no se hace sino por causas absolutamente justificadas, puesto que conocíamos el precio de la medida, ya que hoy día -y no les quito razón a los que se oponen a ella- el número de los que piensan de esa forma crece y crece cada vez más, de lo cual realmente me alegro, puesto que compartimos, y por razones profundas, el aborrecimiento a la pena capital".

Sin palabras. Bueno sí, observe como haciendo uso del plural, el desalmado intenta quitarse de encima la responsabilidad de aquel asesinato, como si alguien en Cuba no supiera quien mandaba a fusilar allí. Al siguiente día fue que las madres supieron que sus hijos habían sido ejecutados por la madrugada.

Lo mismo, exactamente lo mismo, le hizo en 1971 al escritor y poeta, "ex convicto de la UMAP", Nelson Rodriguez Leiva, de 27 años, y su pareja homosexual de apenas 16, Ángel López Rabí. Fueron fusilados en la fortaleza de la Cabaña, luego de un intento fallido por desviar una avioneta de fumigación hacia la Florida, EEUU.

No solo eso, su profesor de secundaria, Jesús Cristo Castro, incluso arrepintiéndose a ultima hora, no pudo escapar de una sanción y condena de 30 años de cárcel, de la que cumplió 15. Cuando usted ve la dedicatoria que hizo Reinaldo Arenas en su novela "Arturo la estrella más brillante", entiende el porqué.

En el diario del periodista castrista y más tarde crítico de la revolución, Carlo Franqui, "Diario de la revolución cubana", publicado en el 1976, narra un suceso relacionado con un guajiro en la Sierra Maestra que fue fusilado por Fidel Castro. Cuenta que se hacía pasar por asaltante del cuartel Moncada, tripulante del yate Granma y por decirle a las "guajiritas" que él era Che Guevara, con el fin de seducirlas:

“¿Quieren cosa más grande? --dice Fidel--. Fue directo, no se le hizo juicio. Lo fusilamos”.

En 1957, y según los cálculos de Armando M. Lago y Giberga, hubo mas miembros de la guerrilla de Castro que murieron fusilados que en combate, 46 por 35, y al año siguiente fusilaron a 49 más, y no soldados de Fulgencio Batista, si no campesinos, cooperantes o miembros de su misma guerrilla, digamos supuestos desertores, informantes, asesinos, ladrones o violadores. Era su ley en la Sierra.

El 8 de enero de 1959, Fidel Castro dio un discurso a su llegada a Columbia, (Ciudad Libertad) la sede del ejército cubano en la ciudad habanera de Marianao, donde entre tantas mentiras dijo esta ....

"... Mi gran preocupación es que en el extranjero, donde esta Revolución es la admiración del mundo entero, no tenga que decirse dentro de tres semanas, o cuatro semanas, o un mes, o una semana, que aquí se volvió a derramar sangre cubana para consolidar esta Revolución, porque entonces no sería ejemplo esta Revolución".

Tan solo cuatro días después, ¡cuatro días!, su hermano Raúl dirigía un baño de sangre en Santiago de Cuba, que pasó a ser conocido como "la Masacre de la Loma de San Juan", donde 71 personas fueron asesinadas esa madrugada a tiro limpio. ¿Sus nombres?.

Partidarios de Fulgencio Batista detenidos por los alzados. La mayoría eran vulgares delatores como los existen hoy por toda Cuba  


Abreu Galván, Mario
Álvarez, Antonio
Álvarez Roque, Andrés
Amador, Oscar
Álvarez Díaz, Fernando
Aragón, Fidel
Balboa López, Ángel Luís
Barrero Silva, Antonio
Bautinal Bell, Juan
Bello Tamayo, Efrén
Bravo Montalvo, José
Bocaña Callazo, Rafael
Caballero, Miguel
Calá de la Rosa, Leonel
Castillo Ramírez, Pedro
Castro Lora, Víctor M.
Cedeño, Cesar
Chacón Santa Cruz, Emerico
Cortes Maldonado, Benito
Coso Pérez, René
Curiet, Manuel
De la O, Arístides
Denis, Justo
Despaigne Moret, Enrique
Díaz, Rodolfo
Díaz Rodríguez, Fernando
Díaz Zamora, Raúl
Duarte Anaya, Raúl Damián
Durán Matos, Facundo
Estrus Clavijo, Arturo
Fernández Tirado, Eloy
Fernández Valdés, Ernesto
Fernández Valverde, Ernesto
Ferrán, Alonso
Fonseca, Mario
Gil, Alfredo, Raimundo
González, Marino
González Guillot, Manuel de Jesús
Gutiérrez García, Juan
Gutiérrez Valdés, Antonio
Haza Grasso, Bonifacio – dominicano-
Hernández Morales, José
Heredia, Ramón
Herrera Duque, Heliodoro (Eliotón)
Leiva, Ángel
López Despaigne, Aristonico
López Toledano, Arístides
Martín Céspedes, Alberto
Morales Carrillo, Antonio
Morfi Castillo, Jose Ramon
Montero, Armando Martín
Novas Hernández, Nicolás
Odio, Israel Arencibia
Oliu Cordero, Federico
Oduardo, Eraclio
Olea Gross, Domingo
Olea Gross, Miguel Ignacio
Olivera Azains, Pedro
Ortiz Verdecia, Armando
Peña Martínez, Manuel
Portuondo Rodríguez, Luís A.
Prats Cervantes, Manuel
Ramírez Caballero, Antonio
Reitor, Antonio
Rivera Nordet, Juan A.
Roque del Toro, Benigno
Rodríguez Pérez, Pedro
Saavedra Pinedo, Celso
Saavedra Romero, Francisco
Torres del Toro, Benigno
Torres López, Filiberto
Torre Martínez, Juan José
Zenen Jiménez, Mas.

Esa relación de personas, que no fueron 72 porque uno de ellos era un niño de apenas 15 años que fue milagrosamente separado por uno de los ejecutores, terminaron liquidados en aquel lugar donde ya - previamente - se había excavado su respectiva zanja-fosa común. 

Todo estaba previsto y preparado. Y tanto, que hasta el comandante Bonifacio Haza Grasso, el hombre que les permitió - en calidad de mediador - la entrada en la ciudad de Santiago, porque aún no la habían tomado, formó parte de aquella carnicería.

No lo sé, pero dicen que tenía sus manos manchadas de sangre, algo relativo en una ciudad como Santiago de Cuba donde la violencia castrista estaba a la orden del día. Por esa regla de tres, las suyas han estado igualmente machadas no solo de sangre, de ultrajes, de abusos y de infamias, y que sepamos apenas se lo han recriminado.

Como quiera el comandante Grasso debió haber tenido un juicio con todas las garantías procesales, las mismas que tuvo el cobarde de Castro cuando fue responsable de la muerte de 18 soldados constitucionales durante su asalto al cuartel Moncada, y por el que solo recibió una sentencia de quince años, y para eso conmutada después de haber cumplido tan solo tres. 

Por otro lado llama la atención que fuera el propio comandante Huber Matos, designado por los rebeldes para establecer la tregua y la conversación mediadora con el comandante Grasso, quien calificara esta ejecución como asesinato. Y podría pensarse que lo hizo en respuesta a los 20 años que se pasó en las cárceles Cubanas, sin embargo su relato nunca fue desmentido.

Por otro lado uno se pregunta, ¿realmente toda aquella gente merecía morir de esa manera?. ¿No había ninguno que su delito fuera la cárcel?. No había tiempo "para boberías". Fíjese que para finales de enero, la cifra de fusilados ya ascendía a 114. En la edición de la revista Bohemia, con fecha del 25 de enero de 1959, un exultante Raúl Castro decía sin ruborizarse siquiera:  “¡Y hay que matar como a doscientos más!”

Ese día de 1959, mientras el resto de los Cubanos medio confundidos quizás, algunos descreídos, otros no tan malos o incluso los que se autodenominaban "revolucionarios", se alegraban de que Fulgencio Batista hubiera sido derrocado, en el campo de tiro del valle de San Juan, donde en 1898 300 españoles lograron repeler una fuerza de casi 20 000 soldados americanos, se estaba cometiendo la otra masacre.

Y lo más triste y preocupante de todo, fue ver como una parte de ese pueblo, y no pequeña, lo aprobaba, le parecía bien y hasta le estaban cogiendo el gusto a matar. De hecho a la mínima sospecha de "contrarrevolución", pedían a gritos el paredón. Como se lo hicieron al comandante Matos o al mismo presidente interino Urrutia, sin ir más lejos. 

Según afirmó el escritor y profesor de la universidad de Miami, (FIU) Julio M. Schilling, con los años (1963) la fuerza del huracán "Flora" sacó una parte de aquellos 71 restos a la calle, y para evitarse un enterramiento mínimamente cristiano, fueron colocados en recipientes de cemento armado y lanzados al mar en una zona bastante profunda. 

De las 658 que se ejecutaron en 1959, 58 fueron firmadas por el asesino Ernesto Guevara en los fosos de la Cabaña. Según publicó EFE en la prensa suiza, citando los datos de "Archivo Cuba", este implacable asesino ejecutó a 79 cubanos en aquella fortaleza. No pagó sus culpas en Cuba, pero murió sin juicio, sumariamente, como a él le divertía.

Hoy, en cambio, mucha gente en Cuba, pero mucha se lo aseguro, espera callada y ansiosa que le acabe de llegar el día al autor de aquella masacre, que por ley de vida ya está muy próximo. Lástima que se irá tranquilo, tal y como se fue al infierno el cabrón de su hermano.  

Maldita Hemeroteca // Referencias y fuentes citadas y remarcadas en el texto.

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