viernes, 19 de mayo de 2023

El general Serafín Sánchez. Más allá de la censura


La situación de los homosexuales en los ejércitos es y ha sido muy diversa, según los países y las épocas. Y aunque la mayoría de los ejércitos han suprimido las restricciones, es un tema que sigue siendo tabú. Imagine entonces como sería en el ejército libertador Cubano del siglo XIX.

Es por eso que la historia del espirituano Manuel Rodriguez fue verdaderamente triste, precisamente teniendo en cuenta el contexto y las circunstancias que le tocó vivir. En relación a este libertador de la raza negra, sastre de profesión además, era un hombre con un patrón de comportamiento femenino, digamos "un afeminado".

La canalla mambisa le llamaba "La Brujita", pues decían que solía embrujar a los hombres y meterlos en su hamaca. Esto lo contó el mayor general Serafín Sánchez en su libro “Héroes humildes y poetas de la guerra”. Parece que en aquella manigua, repleta de hombretones probados, también habían algunos que fueron presas de este encantador de mambises. 

Ante la tercera y terrible epidemia de cólera que en 1867 azotó la isla de Cuba, la tropa mambisa al mando del mayor general Serafín Sánchez que operaba en la zona de Guanales, en Calimete, Matanzas, sufrió sus devastadoras consecuencias. Este general describe en su libro aquella terrible situación de más de 100 contagiados y fallecidos en un solo día y, en relación con el soldado Manuel Rodriguez, alias "La Brujita", contó el siguiente pasaje: 

"El general Ángel del Castillo y Agramonte, en consulta con los doctores José María de Castro, Emilio Mola y Manuel Piña, determinó abandonar el campamento, diseminando las fuerzas por todo el territorio del Camagüey; á fin de cortar así la epidemia que amenazaba  con destruir la columna". 

"Júzguese el desconcierto, turbación y pánico de aquellos hombres que, sanos y robustos, exclamaban de momento “¡ay!”, caían al suelo, y morían una hora después entre convulsiones horribles. Piénsese en el terror que produciría en todos aquel estrago súbito de la muerte implacable; aquella inseguridad y zozobra de la vida ante el peligro, sin defensa posible contra un enemigo silencioso y exterminador; la alarma, la angustia, el pavor helaban el corazón de todos; no se quería más que huir de aquel lugar de desolación y muerte. 

 Y aun cuando quedaban como 60 cadáveres esparcidos por el suelo y sin que ninguno de aquellos 400 hombres se brindara de voluntario para darles sepultura, "la brujita" dio el paso al frente. Ante aquel silencio, una voz segura, briosa, entera, respondió desde la última fila de las clases de oficiales: —“General, yo me quedo”. Ese oficial, muy subalterno entonces, era Manuel Rodríguez, “La Brujita”. Quince soldados de su fuerza le acompañaron. Castillo no tuvo valor para dejar solo á aquel héroe, y se quedó con él, seguido de cinco hombres más". 

El general Serafín afirmó que estuvieron 48 horas seguidas sepultando cadáveres. 

“No; yo no me iría sino después de enterrar hasta el último de ustedes, porque yo no puedo permitir que los cerdos y las auras devoren á mis compañeros muertos. Y además, ¿por qué voy yo a huir de la muerte cuando sé que ella siempre ha de alcanzarme en todas partes?". 

"Así me habló aquel hombre de alma de hierro, que por lo demás era tan humano y sencillo, hasta el extremo de haber pasado en otros tiempos como un ser ridículo, inofensivo, tal vez inútil. 

Acabada nuestra labor, nos dirigimos los siete supervivientes hacia los alrededores de Magarabomba, en los cuales residían muchas familias nuestras y allí, en su compañía, pasamos el tiempo necesario á la extinción de la mortal epidemia, que cesó de un todo y rápidamente desde el momento en que se diseminaron nuestras fuerzas por el territorio camagüeyano". 

Aquella "Brujita" fue parte de una tropa que en agosto de 1869, y bajo el mando del general Ángel Castillo, libraron la afamada acción del Júcaro, que dio por resultado la derrota completa de la tropa española con la muerte del coronel Ramón del Portal incluida, así como la toma del cañón “El Ángel". 

En 1872 el mayor general Ignacio Agramonte le concedió el grado de capitán de rifleros de las Villas, un puesto envidiado por muchos. Por otro lado el capitán José María Moreira le describía "como un loco", por el valor y arrojo demostrado. Precisamente desempeñando esa misión en 1873, la Brujita encontró la muerte en un combate en el caserío de Caobillas, en Santi espíritus.

Por ultimo destacar la conducta del general Serafín Sánchez que, más allá de considerar el campo insurrecto como un reivindicador de conductas, supo ir más allá de la habitual censura y destacar en su diario el valor de aquel bravo mambí dentro de un contexto que ha sido sometido por la historiografía a una zona de silencio, despreciando con ello hechos igualmente importantes de nuestra historia como este.

La desaparición de este valiente general de las tres guerras ocurrió el 18 de noviembre de 1896 en el combate del Paso de las Damas, en la provincia de las Villas, fatalmente cuando ya marchaba en retirada. En cuanto a aquella enfermedad, llamada entonces cólera morbo asiático, causó más de 30 mil muertos en Cuba entre 1833 y 1882, año que se reportó el ultimo caso.

Maldita Hemeroteca 

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