jueves, 21 de septiembre de 2023

El carro de la Lechuza


A pesar del tiempo transcurrido, todavía hay lugares que se le sigue llamando a los carros fúnebres, "La Lechuza, y así mismo le llamaban en la provincia de Pinar del Río, en Cuba, en aquellos tristes días de la concentración de pacíficos ordenada por el capitán general Valeriano Weyler, y donde se calcula murieron 140 mil cubanos.

Como se suele decir, en Cuba se burlan de todo, hasta de la muerte y le llamaron así, "El Carro de la Lechuza" por la fama que de mal agüero que tiene esta pobre ave, sobre todo cuando emite su graznido por las noches. Quizás el afán de sobrevivir ante tanta muerte, hiciera que entre cubanos de aquella época se tomaran a choteo tan macabro suceso.

El Carro de la Lechuza era el nombre con que muchos llamaban en la localidad de La Palma, provincia de Pinar del Río, a la carreta que a diario recogía los cadáveres de los cientos de reconcentrados en la zona occidental, lugar por donde comenzó la política implacable del Capitán General mallorquín. 

Cientos de campesinos, de todas las edades, sexo y creencias religiosas, comenzaron a vagar hambrientos, semidesnudos, durmiendo donde les sorprendiera la noche, inmediatamente después de que se diera a conocer el famoso bando de Weyler: 

Todos los habitantes de los campos o fuera de la línea de fortificaciones de los poblados se reconcentrarán en el término de ocho días en los pueblos ocupados por las tropas. Será considerado rebelde y juzgado como tal, todo individuo que trascurrido ese plazo se encuentre en despoblado. 

Enviado a Cuba por Cánovas del Castillo, presidente del Consejo de Ministros de España, Weyler venía a sustituir a Martínez Campos luego del fracaso de la llamada “Pacificación”, política inoperante no debido a la incapacidad de Martínez Campos, sino a que la Isla era ya insostenible como colonia —habiéndose cumplido exitosamente la invasión de Oriente a Occidente por los mambises—, aunque en la metrópoli se insistiera en gastarse en Cuba hasta el último hombre y la última peseta. 

Weyler decretó el cierre de todas las tiendas situadas a más de medio km. de La Habana y Pinar del Río, y ordenó que la población se concentrara en las ciudades. El hambre comenzó a hacer estragos entre la población disidente. Según algunos historiadores, casi doscientas mil personas murieron por la atroz medida de la concentración. 

En los campos cubanos, desolados por la reconcentración ordenada por Weyler, se había llevado a cabo una lucha que agotó los recursos españoles, quienes a su vez dominaron todos los centros urbanos fundamentales, hasta la rendición de Santiago de Cuba. España se había obligado a mantener sobre las armas a tantos soldados como hombres como cubanos en edad militar . 

Miles de estos hombres pelearon en el campo con las tropas insurrectas que en continua movilidad evitaban todo encuentro frontal, ya que precisamente su objetivo era mantener dividido y disperso al ejército español. De esta forma la guerra se alargaba, paro no se exponía el triunfo cubano al resultado de una sola batalla contra un ejército cuyos jefes estaban formados en las modernas técnicas militares prusianas. 

Con los años una triste noticia fue publicada en el periódico "La Lucha", fechada en la ciudad de Marianao, donde se informaba que el capitán Ignacio Delgado conducía el cadáver del otrora general independentista, Quintín Bandera, y dos sublevados más que se encontraban con él en la finca de Manuel Silveira, en Arroyo Arenas, donde fue vilmente ejecutado. Habían sido evacuados en el "Carro de la Lechuza" para más infamia.

Maldita Hemeroteca
Fuente: Condensado de Fideus.

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