El Cristo de Jilma Madera que a duras penas custodia la Habana
Un día como hoy, 25 de diciembre, día que en Cuba se solía efectuar la llamada cena "de montería" con los alimentos restantes de la "Noche Buena", fue el escogido para inaugurar en la capital cubana la impresionante estatua conocida como "El Cristo de La Habana", que en ese entonces era la mayor del mundo hecha por una escultora al aire libre.
Inaugurada por el mandatario Fulgencio Batista en 1958, la escultura había sido confeccionada en mármol blanco de Carrara y, con una altura de 20 metros, fue situada en la cima de la Loma de la Cabaña y a 50 metros sobre el nivel del mar. La promotora del evento fue la primera dama y señora de Batista, doña Marta Fernández de Miranda.
Lilia Jilma Madera Valiente, una de los ocho hijos del asturiano Severiano Madera García y la cubana Eufemia Dolores de Jesús Valiente, había nacido en la provincia de Pinar del Río en 1915 donde su padre había comprado -por 2.800 pesos oro- una finca de once caballerías llamada "La Victoria" y dedicadas al tabaco, la ganadería y las maderas preciosas.
--El busto de José Martí que se encuentra situado en la cima del Pico Turquino en la Sierra Maestra, también es de su autoría.--
Pero volviendo a la escultura, en este caso se trata de un Cristo un poco distinto, pues del clásico con los brazos abiertos este, de 320 toneladas, aunque de pie, tiene una mano bendiciendo a los habaneros y la otra en su corazón y observando la ciudad "con los ojos vacíos", para que surta el mismo efecto desde cualquier zona donde se mire. Por otro lado las sandalias que cubren sus pies son igual de originales, ya que no son las tradicionales que se usaban en la época. La obra, antes de salir de Italia fraccionada, fue bendecida por el sumo pontífice Pío XII.
«Seguí mis principios y traté de lograr una estatua llena de vigor y firmeza humana. Al rostro le imprimí serenidad y entereza, como para dar a alguien que tiene la certidumbre de sus ideas. No lo vi como un angelito entre las nubes sino con los pies firmes en la tierra. Esta hecho para que lo recuerden, no para que lo adoren», dijo en una ocasión la escultora que, dicho sea de paso era una atea y simpatizante del régimen castrista, a pesar de que estos jamás le perdonaron su amistad con la primera dama.
Y añadiendo lo que casi añade, apuntar que la obra fue erigida por expreso deseo de Marta, quien por cierto recolectó los 200 mil pesos de su costo, luego de que Batista saliera ileso del atentado en el Palacio Presidencial en 1957. Sin embargo, apenas cinco días después de esta inauguración, Batista huía de Cuba dejando el país a merced de los alzados de Fidel Castro en Sierra Maestra, y del comandante español Eloy Gutiérrez Menoyo en el Escambray.
Tomado de Maldita Hemeroteca.