lunes, 25 de diciembre de 2023

Mansiones del vedado y las plagas destructoras del castrismo


Cuando en 1930 el poeta granadino Federico García Lorca visitó la Habana de regreso de Estados Unidos, entre los lugares que visitó estuvo esta mansión que ve usted en esa foto. Por supuesto no estaba así.

En esa vetusta casona del barrio del Vedado vivían los 4 hijos del general de la guerra de independencia, Enrique Loynaz y del Castillo, los dos varones, Manuel y Enrique, y sus hermanas Flor y Dulce María, aunque dicen que Lorca congenió muy bien con los tres primeros, no así con la premio Cervantes de literatura 1992.

Y no solo Lorca, también la visitó el escritor Juan Ramón Jiménez, autor del amoroso "Platero y Yo", escrito en 1914 y que tanto leímos en la escuela cuando éramos niños, así como su esposa la también escritora Zenobia Camprubí Aymar, traductora del poeta indio Rabindranath Tagore y una de las primeras feministas en su país, quienes se encontraban exiliados.

Es que si una cosa tuvieron todos en común, fue que por ser republicanos tuvieron que abandonar España. Con lo cual se trata de un sitio doblemente histórico, teniendo en cuenta quienes fueron sus visitantes y, sobre todo, lo que significó Dulce María para Cuba. La otra, "la Bebita", era una peligrosa miembro de banda armada pero igual muy culta: 

"... Es mejor poeta que su hermana", dijo el propio Lorca una vez. Por cierto fue Lorca quien le puso el nombre de "Casa encantada". Se sintió tan bien allí, que hasta les regaló los valiosos originales teatrales de "Yerma" y de "El Público". ¿Dónde están ahora?, vaya usted a saber, aunque no es muy difícil imaginarlo. 

Posiblemente ya no estén ni en Cuba, fíjese como le digo. En fin que corría el año 1928, y en los terrenos aledaños a esa casona unos leñadores trataban de echar abajo un enorme árbol de flamboyán. Al verlos, Dulce María corrió donde su abuela y le rogó que intentara evitar aquel desastre, que por demás les brindaba una buena y acogedora sombra en sus aposentos.
“Llevamos plantas exóticas, animales exóticos, realmente no teníamos ya gran necesidad de salir de allí. (Tenían hasta un Flamenco de color rosa, mientras que su hermano se paseaba en las mañanas vestido de clérigo, en tanto que Enrique dormía con una calavera en la cama). Entonces fue que vinieron las gentes del mundo exterior a entrar en nuestro mundo…Además, ha sido tan desfigurada, tan cambiada…, tan mancillada, que prefiero no hablar de ella”, dijo una vez Dulce María.

¿Conclusión?, para no hacerlo muy largo, que la abuela se "rascó el bolsillo de su bata" con la suma de ¡40 mil pesos!, y adquirió los terrenos de un alemán que era el dueño. Desde entonces toda aquella área se convirtió en gran jardín con vistas al mar, y en el mundo particular de los cuatro hermanos. 

Casi cien años después, aquella casona encantada donde no quedaba nada prácticamente, ya que se lo habían robado todo, hasta las rejas, experimentó un lavado de cara por parte de la Fundación Siemens y de destacados restauradores españoles, como el arquitecto sevillano Santiago Cirugeda Parejo. Sin embargo con la llegada del COVID 19 todo quedó paralizado. 

En la actualidad no sabemos en que estado se encuentra, pero hasta entonces la habían transformado en una especie de albergue donde vivían familias que ni siquiera estaban emparentadas entre sí. La mayoría de aquellas mansiones de estilo neoclásico fueron saqueadas por las hordas del régimen comunista por un lado, y por insensibles depredadores por el otro. 

Las únicas que se han mantenido "mas o menos", ha sido porque de alguna forma se encuentran al servicio del estado o de empresas extranjeras. Añejos casoplones como la de la calle Línea y L, hoy sede de los siniestros Comité de Defensa de la Revolución. La de calle Paseo, entre 17 y 19, que fuera de doña Catalina Lasa y don Juan Pedro Baró, transformada una "shoping". 

La de del banquero Juan Gelats Botet, en 17 y H, la del senador y ex mambí Fausto Menocal, en N y 25, un "palacio de los matrimonios". La morada del magnate Julito Blanco Herrera en Línea, entre D y E, ni que decir de la famosa "Quinta Rosario", convertida una escuela secundaria básica con el destrozo que esto significa.

Maldita Hemeroteca.

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