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VALERIANO WEYLER, MÁS ALLÁ DEL GENOCIDIO.

Weyler carnicero, ok, ¿pero como llamamos a los que ocasionan este estropicio en la casa que fuera residencia de Maximo Gómez, y donde hasta la cerca perimetral se han llevado. 

Hace unos años viajaba en un taxi en Santa Cruz de Tenerife capital, y el taxista me dijo: 

--La óptica que usted busca está frente al parque Weyler, y entonces no sé porque le dije:
-- ¿Sabes quien fue Weyler verdad?, y me respondió 
-- Si, fue un godo que gobernó aquí en la isla, 
-- No, le respondí, pero me refiero en Cuba 
-- Se encogió de hombros y me respondió: "No sé la verdad". 

Su ignorancia era entendible tratándose de quien era. Es que son formas muy distintas de ver, e incluso de aprender, una historia de la que muchos cubanos - dentro y fuera de la isla - reaccionamos de manera muy distinta aunque todos coincidimos en que fueron muchos no, demasiados inocentes muertos.

Sin embargo es cierto que los hay que se bloquearían de ante mano sin dejar espacio al menor de los análisis o debate, no les interesa, se dejan llevar por un relato y de ahí no hay quien los saque, aunque entendible debido a la altísima cifra de fallecidos generó aquella brutal concentración de pacíficos.

En cambio el ser humano debe siempre buscar las razones y en este caso las que tuvo España para decidir hacer aquello, y repetimos, por muy difíciles que sean y porque la vida de ciento ochenta mil cubanos pesaron, y siguen pensado muchísimo.

Y una de esas razones pudiera ser por ejemplo, que aquella concentración no fue idea de Weyler ni mucho menos, que fue ordenada desde Madrid y por otro lado los militares están para eso, para cumplir las ordenes y no para discutirlas.

O que cree usted que le hubiera pasado al actual general López Miera, si se hubiera negado a "borrar del mapa literalmente a cohetazo limpio literalmente", aquella loma donde probablemente vivían varias familias angolanas. 

De hecho fue tan cínico que antes de lanzarlos los puso al sol para que aumentara su reacción y se limitó a decir, "Estamos calentando el brazo", haciendo alusión a un lanzador de beisbol. Aquellos sistemas múltiples de lanzamiento de cohetes soviético, los temidos BM21, se cargaron por completo una montaña que fue bautiza como "La loma del Primer Congreso".

Es que Weyler ni siquiera fue el primero que la practicó, pues ya en 1880 los británicos en la guerra del Boer se le habían adelantado y luego, con el pasar de los años, los norteamericanos hicieron lo mismo en Vietnam e incluso - salvando las diferencias - el propio Fidel Castro también la puso en práctica con los habitantes del Escambray, repartiéndolos hacia ambos extremos de la isla.

Sepa además, que el mismo generalísimo Máximo Gómez afirmó en su diario de campaña que aquella situación se le había ido de las manos a Weyler. No por gusto el depuesto capitán general Arsenio Martínez Campos se negó de plano a ejecutarla, sus razones tenía cuando dijo:

---«(…) Podría reconcentrar las familias de los campos en las poblaciones, pero necesitaría mucha fuerza para defenderlos; ya son pocos en el interior los que quieren ser voluntarios; segundo, la miseria y el hambre serían horribles, y me vería precisado a dar ración , y en la última guerra llegué a dar cuarenta mil diarias; aislaría los poblados del campo, pero no impediría el espionaje: me lo harían las mujeres y chicos; tal vez llegue a ello, pero en un caso supremo, y creo que no tengo condiciones para el caso.»---

Pero ni así se puede justificar aquello, por mucho éxito que haya tenido desde el punto de vista militar. 

-- Lugarteniente general Antonio Maceo, el siete de diciembre en Punta, la Habana, ante las tropas del comandante Francisco Cirujeda.

-- General Jose Maceo, su hermano, el cinco de julio de 1896 a manos del Coronel Vara del Rey en Tí Arriba, Songo la Maya, Santiago de Cuba.

-- El Boricua Juan Rius Rivera, el sustituto como jefe del ejército libertador. Fue hecho prisionero y trasladado a la prisión de Montjuich, en Barcelona, de la que nunca pudo regresar hasta el final de la ocupación española en Cuba.

-- También murieron otros prestigiosos caudillos como el coronel Carlos Socarrás Acosta, práctico de Maceo en Bahía Honda y abuelo del futuro presidente de la república Carlos Prío Socarrás, que cayó en aquella zona el 30 de abril de 1896.

-- El brigadier Juan Bruno Zayas, llamado por Máximo Gómez "el insustituible Zayas", muerto en Quivicán, víctima de una delación el 20 de julio de 1896, cuando contaba apenas con 29 años.

-- Mayor general Serafín Sánchez, muerto en Paso las Damas, el 18 de noviembre de 1896.

-- Como integrante de la 1ª Brigada de la 6ª División oriental Weyler enfrentó y dio muerte al mayor general Ignacio Agramonte, el once de mayo de 1873 en el potrero de Jimaguayú en la guerra de los diez años. Weyler llegó a Cuba en febrero de 1896 y ya habían muerto José Martí en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895 a manos del coronel español Ximénez de Sandoval. El general Flor Crombet, delatado en los Alto de Palmarito el diez de abril de ese mismo año. Igual Guillermo Moncada, muerto en Alto Songo en la Maya, Santiago de Cuba, cinco días antes.

Como mismo había hecho el conde de Balmaseda arrinconándolos en Holguín, lo hacía Weyler con Maximo Gómez y Calixto García en el oriente de la isla. Ante todas estas perdidas, los mambises consideraron rendirse masivamente ante Weyler.

De hecho, en una reunión entre Máximo Gómez, Calixto García y Bartolomé Masó, se decide la retirada del ejército hacia la zona oriental del país en momentos en que no habían más de mil ochocientos hombres, y para eso la mayoría en un estado lamentable. El resto, unos cinco mil, se encontraban concentrados en Oriente. Lo constató el mismo Gómez cuando escribió en su Diario: "Esto es un desgranadero de deserciones y presentados a indulto".

Era una señal inequívoca del estado de descomposición que atravesaba aquel ejercito libertador, y en eso amigo, Weyler tuvo la mayor cuota de responsabilidad a un altísimo costo. Las anécdotas sobre aquel general de procedencia alemana por parte de padre, y creador del célebre batallón de Voluntarios de raza negra "Cazadores de Balmaseda", (Blas Diego Villate y de la Hera, conde de Balmaseda) son muchísimas, la mayoría relacionadas con su forma austera de vivir.

Al morir en Octubre de 1930, en su hoja de servicios figuraban setenta y seis años, diez meses y dos días de servicio en el Ejercito, de ellos cincuenta y seis con el grado de General. Murió con 91 años, y hasta su muerte permaneció en situación de actividad y nunca paso a la reserva.

Su ultimo mando, Jefe del Estado Mayor Central, lo desempeño cuando contaba ochenta y siete años, a juzgar por los datos aparecidos en el controvertido libro "Weyler, nuestro hombre en la Habana", de los autores Gabriel Cardona y Juan Carlos Losada de 1997. 

En Cuba le atacó la fiebre amarilla, como a casi todos los recién llegados, enfermedad que terminó matando un gran número por la ictericia, la fiebre, los vómitos y las hemorragias. Se creía que se debía a los vientos del sur, sin embargo se trataba de un virus transmitido por un mosquito. La administración española se limitaba a cuidar los enfermos, confiando en Dios y la buena suerte. 

Y aunque a Weyler le faltó poco para morirse, al final quedó inmunizado de por vida. Curado de las fiebres, solicita su traslado a Dominicana partiendo en el vapor “Águila” e incorporándose al Estado Mayor del Mariscal José de la Gándara Navarro, gobernador de la isla.

Fue allí donde conoció a Máximo Gómez, nacido en Baní en 1836, (ni él mismo sabía muy bien en que año había nacido). En 1851 había ingresado en un regimiento de caballería del general José Santana como capitán de milicias, al cual Weyler pertenecía.

De vuelta a Cuba en Julio de 1865, hizo el viaje junto con Maximo Gomez. Por cierto, aquí ocurre un hecho que denota el racismo que existía en Cuba. Cuando las disueltas fuerzas españolas en Dominicana deciden evacuar el país y dirigirse a Cuba, los militares haitianos, negros y mulatos al servicio de España, fueron las víctimas de esta práctica. 

Todos se vieron privados de sus grados y honores militares, y encima no se les dejó siquiera desembarcar en Cuba. Ni a los generales que habían luchado al lado de España ni a ninguno de sus oficiales y ese fue, sin ninguna duda, un punto de inflexión en la vida de Máximo Gómez de cara a su posterior posición anti española. 

Weyler
Les dejamos cinco anécdotas de este controvertido general mallorquín... 

-- Al desembarcar en Santiago de Cuba, Weyler le tuvo que prestar 5 duros, (25 pesetas) a Máximo Gómez que llegaba con lo puesto, y además propuso crear una junta de socorro para ayudarlos, de la que fue Secretario. 

"Jamás me los devolvió". Así se quejaba jocosamente en una entrevista con el periodista José López Pinillos, diez años después de finalizada la guerra. En ese viaje de regreso a Cuba, viajaron también los oficiales dominicanos Modesto Diaz y Luis Marcano. 

-- En cierta ocasión tuvo que renovar su tarjeta de identidad militar, ya era Capitan General, y le pidieron una foto para el documento. En lugar de tirarse una foto nueva, costaban apenas dos pesetas, recorto la efigie de la vitola en una marca de Habanos y la pego en el carnet.

-- En marzo de 1863 solicitó y obtuvo una de las dos vacantes de comandante de Estado Mayor de Ultramar, que nadie solicitaba por haberse recrudecido en la isla de Cuba la epidemia de vómito o fiebre amarilla. Apenas desembarcado se contagió, como ya dijimos, y estuvo a punto de morir. 

Tras superar el paludismo que le hizo ser inmune por el resto de la campaña, se ganó la Lotería cubana con un premio de cincuenta mil pesetas, toda una fortuna para la época, de hecho se compró una casa en la calle de la Paz, número 29, en Palma de Mallorca.

-- Durante la campaña en Pinar del Río las condiciones de clima y sanidad exigían que el soldado durmiera a cubierto, y para que los soldados cumplieran con lo ordenado se disponía una ronda cada una hora por el campamento. En una de ellas un cabo, y sus dos soldados, encontraron un soldado que envuelto en su manta dormía a pierna suelta fuera de las tiendas. El cabo le pateó leventemente el trasero y acercándole el farolillo le dijo: 

-“¿No sabes que está terminantemente prohibido dormir al raso…? ¡Levántate enseguida si no quieres que de parte…!”

El dormido se despertó, y al descubrir el cabo que el violador de lo dispuesto era el propio general Weyler, se apresuró a decir: 

-“Vuecencia perdone… Señor, yo no sabía…”. 

Sin embargo el general le contestó sin vacilar. 

-“Soy yo el que ha faltado y tú el que has cumplido con tu deber. Cuando dejes el rondín preséntate mañana a mi ayudante que te entregará un centén que yo te regalo por tu comportamiento, para que lo gastes como te plazca.” Con la manta bajo el brazo, Weyler se metió dentro de su tienda de campaña.

LA ULTIMA..

-- Ya retirado y bastante anciano, Weyler salía a montar a caballo por Madrid. En una de estas salidas encontró un pintor que estaba enfrascado en un cuadro en la plaza. Se detuvo y le dijo: 

-- Oiga amigo, eso está guapo. 
Pero el pintor no contestó y Weyler le volvió a decir: 
-- Oiga, le digo que eso está guapo. 
El pintor, que ya sabía quien era se mantuvo en silencio. El Mallorquín fue a la carga de nuevo: 
-- Oiga, ¿es usted sordo acaso?. 
Y el artista respondió: "No, yo lo que soy es cubano". 
--El general no respondió, y con un golpe de fusta al caballo abandonó el lugar.


Maldita Hemeroteca 

Fuentes: López Pinillos, José., “El primer caballero de San Fernando”. "En Memoria del 98". // Weyler Valeriano, "Mi Mando en Cuba". Cardona Gabriel, Losada Juan Carlos, "Weyler, nuestro hombre en la Habana". // Internet.