Encuentro de Gómez con el Conde de la caña seca

Generalísimo Máximo Gómez, comandante en jefe de las tropas rebeldes cubanas. // 

No fueron muchos, pero se conoce que algunos descendientes de ilustres españoles lucharon en las filas mambisas, como fue el caso del noble nacido en Cuba, Marqués de Santa Lucía, Salvador Cisneros Betancourt y de los generales de origen catalán como Bartolomé Masó, quien llegó a ser presidente provisional de la república en armas.

Tal fue el caso del también general José Miró Argenter, Catalán de nacimiento, (Sitges 1851- la Habana 1925), jefe de estado mayor de los generales Serafín Sánchez y Antonio Maceo, del que fue además su cronista. La historia que recoge Argenter esta vez sucedió en las cercanías del poblado de Nueva Paz, en las afueras de la Habana, durante la invasión del ejercito rebelde al occidente de la isla.

Fue un encuentro entre el general Máximo Gómez y un cubano "equivocado", según lo califica el propio Argenter, que advertimos, más de uno, entre ellos Manuel Sanguily, le tildaba de fantasioso y un poco exagerado. Ya sabe, la labia propia de un español preparado. De hecho el general Valeriano Weyler se refería a él como "novelero más que historiador".

En fin que Miró describe una escena bastante tensa ocurrida en las cercanías de este pueblo entre el generalísimo y un personaje de la zona que, según lo detalla textualmente, era de esos cubanos que "usan un genitivo rancio cargado de hipotecas". (Aun los hay muchísimos por ahí, sobre todo en Miami).

Dice así: 

"El magnate, al tropezar de manos a boca con la invasión saludó con grandes reverencias a Máximo Gómez, desde el interior del cabriolé, (Coche) del que tiraban dos caballos que, si no eran jamelgos, (caballos viejos y flacos) tampoco llegaban a la categoría de normandos de casa rica.

Le describió a Gómez todo el árbol genealógico de la estirpe, y con el árbol, las flores del patrimonio territorial, ya agostadas por el fuego purificador (la tea incendiaria). Le dijo ser el Conde de no sé cuántos timbres, y que iba á la ciudad en viaje de mudada, para evitar tropiezos con las tropas españolas, pues él era, aunque noble, cubano, si bien pacífico, criollo de legítima cepa y partidario de la evolución.

El que escribe estas páginas, al observar el obstáculo del cabriolé, se aproximó al grupo para despejarlo sin consideraciones. Pero vio al general en Jefe, y este le dijo: ¡Perdone, general; cómo atisbé el bolón parado en medio de la vía!

—"¡Hombre llega usted de perilla!"—contestó Máximo Gómez, con aquel pronto y aquel metal de voz especialísimo, que todos recordamos y pretendemos imitar al referir cualquier anécdota de la campaña en la que él hubiese intervenido:

''Examine á ese señor que dice ser un Conde".

—¿Conde de qué, General?—preguntó este cronista, entonces con autoridad bastante para arrancar una corona ducal.

—"¡No sé; debe ser el conde de la caña seca!. ¡Mire usted que encontrarse con pergaminos á estas alturas!"

La chanza se prolongó un rato más; Gómez siguió la marcha no sin antes decirle al aristócrata "de la caña seca" que noticiara al general Arsenio Martínez Campos el rumbo de la Invasión; y el que esto escribe, prescindió del examen heráldico y permitió que siguiera la ruta con los mismos jamelgos que arrastraban el birlocho.

Un poco más allá el coronel Bermúdez le quitó los collarines; pero no pasó a mayores ¡cosa rara! porque los periódicos de la Habana nada dijeron del suceso".

Nota al margen I:

Argenter se refería al en ese momento coronel Roberto Bermúdez López Ramos, un tipo temible, hombre de confianza de Maceo, que siempre se caracterizó por ser amante de lo ajeno. Por eso le costó la vida fusilado, entre otras cosas por haber sido un despiadado asesino y ladrón. Y lo más curioso de todo es que fue fusilado por el mismo que custodiaba en ese momento, el generalísimo, que contrario a Maceo no creyó en "guapo ni niño muerto".

A muchos les llamó la atención que Maceo no le cortara las alas a su debido tiempo, por el contrario le ascendió a brigadier o general de brigada. (Dicen que le debía la vida). Se trataba de un mambí extremadamente joven, intrépido y valiente, pero a la misma vez un vulgar asesino. Era de la Esperanza, en Ranchuelos, Las villas, y bajo las ordenes de Maceo cometió, sobre todo en Pinar del Río, todo tipo de excesos.

En cambio Maceo se dejó llevar por el compromiso, y le soltó a Gómez "la papa caliente". Prefirió que fuera él quien le ajustara las cuentas. Era tan peligroso que para poder detenerlo sin que sospechara, Gómez le solicitó para una "misión especial" y "cayó en el jamo". Los jueces que avalaron esta ejecución fueron los generales Francisco Carrillo Morales, participante en las tres guerras y uno de los hombres que el 29 de abril de 1898 fue enviado a los Estados Unidos a coordinar la entrada de los marines en la guerra, y el espirituano José Miguel Gómez, que en 1908 fuera electo segundo presidente de Cuba ya republicana.

Como abogado fungió Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, el hijo del padre de la patria y con los años presidente "puesto a dedo" durante el convulso periodo que siguió a la caida del general Gerardo Machado y Morales. Entre "sus hazañas", Bermúdez había macheteado al coronel mambí Cándido "Cayito" Álvarez, quien al parecer se había "presentado" a los españoles pero después regresó.

Gómez, necesitado de fuerzas como estaba, había dado la orden de reincorporar a todos los que se habían presentado y decidieran alistarse de nuevo, sin embargo Bermúdez se negó a cumplir la orden tomándose la justicia como sabía hacer muy bien, asesinando y en este caso por venganza. En su apelación, donde fingió estar enfermo tratando de retrasarla por una ley mambisa que impedía ajusticiar en ese estado, argumentó que si los jefes ahorcaban y mataban él también podía hacerlo.

Así lo había dejado escrito en una carta que debía remitir al general José María "Mayía" Rodriguez, y que no le dio tiempo enviarla. Gómez solicitó asesoría legal al jurista y coronel Orestes Ferrara y, efectivamente, tuvieron que esperar un par de días a que "se recuperara". Se puso fatal Bermúdez, pues el mismo día de su fusilamiento, que fue dirigido personalmente por Gómez el 12 de agosto de 1898 en las Charcas, Sagua la grande, España y EEUU estaban en París firmando el armisticio que traería a Cuba la tan ansiada paz y libertad.

Nota al margen II

La prensa Castrista miente descaradamente alegando que su ejecución se debió a "indisciplinas" debido a una reclamación negada a un pedido suyo para asumir el cargo de jefe del sexto ejército que, al morir Maceo, le fue concedido al general Pedro Díaz. Por algo así Gómez no fusilaba, los delitos que le condenaron a muerte fueron el hurto, la extorción y el asesinato e incluso la traición, pues se sabía que firmaba pases a territorio enemigo sin tener la atribución. Era un mal ejemplo que Gómez se encargó de extirpar como puntual advertencia.

Maldita Hemeroteca

*Tomado del libro “Cuba Crónicas de la Guerra" (La Campaña de Invasión) - Tomo I: Segunda Edición” de la Editorial Lex, 1942, exactamente entre las páginas 274-286, dónde Argenter describe este, y otros acontecimientos ocurridos del 2 y el 3 de enero de 1896 en aquella zona de Nueva Paz. 
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